La televisión de aire arde, de 22 en adelante, de escenas de contenido o intención erótica. Los programas de mayor rating, empero, están fuera de ese horario. Una restricción del Comfer tuvo mucho que ver con la creación de una zona roja. |
Por Julián Gorodischer Hay cierto ardor en la noche televisiva después de las 22. El sexo se expande en las tiras de ficción y los programas de entretenimiento de la mano de rostros y cuerpos novedosos. En algunos casos lo que prima es el impacto, y en otros se intenta abrir el juego a voces silenciadas durante largos años. Pero a todos -desde las propuestas más superficiales a los programas mejor logrados los une un objetivo: contar el sexo sin medias tintas y romper tabúes. Lo cierto es que mientras el Comfer pone la mira en el horario de protección al menor -y anuncia severas multas para las transgresiones a partir de julio, la noche se convirtió en un territorio liberado. Con apenas once capítulos emitidos, Por ese palpitar -una producción independiente de Emilia Mazer, Andrea Pietra y Carlos Santamaría, lunes a las 23 por América ya lleva la punta de lanza del fenómeno. Sería muy aburrido contar la misma historia de amor todas las semanas, justifica Pablo Solarz, su guionista, el rumbo que está tomando la trama. Hace dos semanas, el programa se animó con el amor entre lesbianas. Mirta Busnelli y Alejandra Darín fueron primero dos vecinas en pugna y, poco después, dos amantes que se besaron en cámara. No sólo Susy (Mirta Busnelli) rompió con la convivencia con su marido para vivir con otra mujer, sino que además estaba embarazada. El bebé crece mientras ella hace asquerosidades, dijo alguien al juzgarlas, representando la misma moral media que cuestionó fuertemente el envío. Una semana después, Por ese palpitar se animó con el amor entre un hombre y un travesti (que representó una mujer, Mazer). Llegado el momento de las definiciones, después del inesperado Yo no soy lo que vos pensás..., un primer plano de un pene dejó las cosas bien en claro. Las repercusiones de esa imagen inédita en tevé siguen hasta hoy. El cuestionamiento va más allá de la pacatería: ¿sirven estos espacios para que asomen nuevas voces o se apunta, apenas, a un impacto inmediato? Esto no es una búsqueda del efecto escandalizador, explica Solarz. Hay una sola manera de contar estas historias y es haciéndose cargo. Si uno llega a generar una situación de sorpresa, hay que mostrar el pene. Es la manera que me parece más apropiada para resolver ese evento dramático. El impacto, en todo caso, no está en el pene sino en elegir contar este amor. Lo cierto es que ese amor de hombres con travestis es el último berretín entre los temas destapados. Llegó, también, a una comedia de tonos más claros como Primicias (lunes a viernes a las 22, por Canal 13), a la que nadie podría acusar de transgredir en exceso. Di Nardo (un periodista de El Urbano, a cargo de Roberto Carnaghi) presentó a su novia, un travesti llamado Virginia. Su condición sexual nunca se puso en palabras, pero los periodistas intercambiaron ese día miradas cómplices y burlonas. La provocación se puso en marcha, aunque por poco tiempo. Porque en PolKa (la productora de Adrián Suar) el tema travestis se toca como un coqueteo, apenas un anzuelo que se tira y se deja colgando. De hecho, nunca volvió a haber alusiones al amor diferente de Di Nardo, cuya historia .-mientras las de los otros personajes tienden a ser cada vez más íntimas y menos profesionales hoy se restringe a la rutina en el diario. Lo mismo sucedió con Vulnerables: Roberto (Alfredo Casero) dejó asomar el año pasado una cierta predilección por la zona roja, que se proyectó en un fugaz amorío con un travesti (Aníbal Silveyra). Pero el devenir de la tira silenció esos rumbos, y Roberto no volvió a llevar el tema a terapia. Para compensar, Vulnerables hoyapunta sus dardos a otro tabú televisivo, aunque no tan incómodo: la relación entre lesbianas. Mercedes (Cristina Banegas), la madre de uno de los pacientes (Gonzalo, a cargo de Damián de Santo) tiene novia (Vera Fogwill), y ya han comenzado a narrarse los detalles de esa convivencia. En Vulnerables, la cuestión gay entre mujeres no es clandestina: Mercedes ya le presentó su pareja a su hijo, que después de la furia empezó a aceptar el flamante esquema familiar. ¿Por qué la TV se mete con estas historias? Hay un nivel de curiosidad y ansiedad que va en busca del impacto -analiza el psicoanalista José Eduardo Abadi, pero también hay relaciones que generan la imposibilidad de negar su existencia. Todas las variantes de la sexualidad empiezan a incluirse entre las opciones aceptadas, y eso se traslada a una presencia televisiva. Según Amparo Rocha, semióloga y profesora de la UBA, no hay que olvidarse de que hay una lucha feroz por el rating y una lógica mercantil que rige los contenidos. Pero detrás de la búsqueda del impacto se filtran otras voces. Como efecto fragmentario, aparece una toma de conciencia sobre la pluralidad que enriquece la sexualidad. Sin embargo, el nuevo destape de la noche en la TV trae consigo un riesgo importante: el de banalizar y producir resultados poco interesantes. Eso ocurre, en general, cuando las tintas se recargan demasiado. En Los buscas (lunes a viernes a las 22, por Azul) el rol atípico en materia sexual quedó en un comienzo en manos del personaje Fernando Bedoya (Nacho Gadano). El es un violento que manifestó desde el principio cierta perversión: un coqueteo con su cuñada, cierta atracción por intuir a su mujer con otros hombres. Pero el trazo grueso se impuso: de la violación a su cuñada pasó a la golpiza a su mujer, y de allí al intento de asesinato del hijo que -supone ella tuvo con otro hombre. Esa caricatura no tiene mucho que ver con lo que asomaba como un perfil sexual poco explorado. Es puro sensacionalismo. Ese mismo tono exagerado llega al paroxismo en la noche de los sábados de América. Cine para adultos se promociona como un espacio para ver sexo sin censura. En ese afán por mostrar más y más raro, el film La nave del placer situó la acción en naves espaciales. Humanos y seres de otras galaxias tenían sexo entre mucho plateado, más cercano al papel de aluminio que a los metales de última generación que buscaba sugerir. En otro, Almas al desnudo, Pamela Anderson se desaforaba en una vorágine sexual que no discriminaba entre hombres y mujeres. El resultado, en ambos casos, estuvo más cerca de la comedia clase B que del porno soft. Pero, sin dudas, la dupla tevé-sexo trastabilla por completo en otro plano: el del programa de entretenimientos. En Fugitivos (domingos a las 20, por Telefé), la cuestión sexual vuelve una y otra vez, como broma, burla y juego. Dos participantes tienen que cumplir misiones a cambio de ganar puntos. Dos chicos, en un envío, tienen que pedir besos en la boca a los empleados del Mercado Central para que no los descalifiquen. La cámara es impiadosa cuando se acerca demasiado a esas bocas y se burla de los fruteros, mientras ayudan a superar la prueba. Otro domingo, dos mellizas tienen que tocar la cola a un plantel de jugadores de fútbol. Su misión es acosarlos e invertir un esquema clásico: que sea la mujer la que se propasa. En La guerra de los sexos (miércoles a las 23, Azul), el chiste se apoya en el doble sentido. Los juegos vienen con adivinanzas. Es alargado y redondo, y te lo meten hasta el fondo. ¿Qué es?, dice Leo Montero, y las risas se imponen entre los invitados. El tono se mantiene en Viva ladiferencia (el mismo horario, América): los invitados protagonizan un strip tease, o comen una banana con una bailarina y cuando la terminan, prolongan la acción en un beso profundo. El sexo se convierte en broma de estudiantina. El entretenimiento prefiere la picardía a la provocación, y es la ficción la que se reserva la hondura. Por eso el efecto que se genera fuera de las tiras es distinto: una risa entrecortada, una mueca refleja que, segundos después, se agotó.
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