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el Kiosco de Página/12

Cinematografía
Por Antonio Dal Masetto

Mi ahijado Marcelo viene a verme al bar para contarme que está enamorado. Siempre me busca, tanto cuando las cosas le van mal como cuando le van bien.
Marcelo es un apasionado del cine, especialmente del cine mudo. Posee una colección impresionante de películas de todos los tiempos. El asunto del amor empieza cuando invita a su casa a un grupo de compañeras y compañeros de la facultad. Están preparando un trabajo sobre la historia del cine.
La reunión dura horas y ven de todo. Al principio con mucho entusiasmo, después con un poco menos, y al final, cuando Marcelo comienza a pasar los primitivos filmes daneses, las chicas y los muchachos se rinden y emprenden la retirada.
Todos menos Irene. Marcelo se sienta a su lado y la observa con el rabillo del ojo. Sorprendido, halagado, percibe cómo ella se exalta, se deleita y también sufre con las aventuras y desdichas de la heroína.
Marcelo arrastra una larga serie de fracasos sentimentales. Todas novias que no resistieron los clásicos del cine.
Cuando Irene se va y se despiden en la puerta, la invita para otras proyecciones. Ella acepta.
En el siguiente encuentro, Marcelo la espera con La pasión, de Ferdinand Zecca, año 1903. Durante la proyección, la conmoción de Irene es tal que en determinado momento Marcelo cree que va a desmayarse. De tanto en tanto va deslizando puñaditos de maní con chocolate en sus manos.
Para la nueva cita, Marcelo tiene preparado La dama de las camelias, con Sarah Bernhardt, año 1912. Cuando Margarita, tuberculosa, exhala el último suspiro en brazos de Armando, las lágrimas ruedan abundantes por las mejillas de Irene.
Días después le toca el turno a Corazones en destierro, año 1915. La historia de Ana Pavlova sacrificándose por los miserables de Rusia, casándose con un hombre rico al que no ama para poder continuar su obra, surte en Irene un efecto extraordinario. Hay una escena en que Ana Pavlova, dirigiéndose a su verdadero amado, un artista sin recursos, exclama: �Oh, ¿por qué es usted pobre?�. En ese momento Irene se revuelve en el sillón y Marcelo la oye gemir dolorosamente. Sigue llenándole las manos con maní con chocolate.
Luego viene Pimpollos rotos, de D.W. Griffith, 1920, con Lilian Gish. Irene es un mar de lágrimas. De tanto en tanto, en la penumbra del living, su mano se abre para reclamar el puñado de maní con chocolate.
A continuación, Los cuatro jinetes del Apocalipsis, año 1921, con Rodolfo Valentino y Alice Terry. La pareja se conoce bailando un tango y ella, a pesar de estar casada con un conde, se enamora de Valentino que es pintor. Irene se deshace en suspiros y por primera vez desvía la vista de la pantalla y mira fijo a Marcelo.
Para la siguiente sesión Marcelo deja un ramo de flores sobre el sillón, del lado donde se sienta Irene. Ella se lo coloca en el regazo. La película es Sherlock Jr. de Buster Keaton, 1924. Irene disfruta, ríe y es fácil de percibir su repudio cuando aparece el villano. Marcelo toma una flor del ramo y se la pone en el pelo a Irene. Cuando, un rato después, le pone la segunda flor, ella vuelve a mirarlo como lo había hecho en la proyección de Los cuatro jinetes... Esta vez, además, le sonríe. En la pantalla, Keaton trabaja como operador en un cine. Lo acompaña su amada. Imitando lo que ocurre en la película que está proyectando, Keaton le tomala mano. Marcelo imita a Keaton y toma la mano de Irene. Keaton, siempre copiando lo que ve, besa a su novia en la mejilla. Marcelo besa a Irene en la mejilla. Irene gira hacia él, entrecierra los ojos y le ofrece los labios.
Ahora Irene y Marcelo están de novios. Ven cine todos los días. Por fin encontré mi alma gemela, dice mi ahijado.
Lo felicito. Le digo que me alegro. Le deseo que la dicha sea duradera y que la disfrute porque es un buen muchacho y se la merece. Eso sí, le aconsejo que, pase lo que pase, vaya donde vaya con Irene, vivan donde vivan (si es que en algún momento deciden vivir juntos), jamás, pero jamás de los jamases, deje de tener a mano un proyector y una pantalla portátil.

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