Por Raúl Kollmann
El ministro del Interior, Federico Storani, mantuvo una reunión de una hora con su par brasileño, José Grégori, para pedir al gobierno del país vecino que, de una vez por todas, ayude a traer a la Argentina a un testigo-clave del caso AMIA, Wilson Dos Santos. El diálogo reservado se produjo en la oficina de Storani, en la Casa Rosada, durante el encuentro de ministros del Interior que se realizó durante el fin de semana pasado. En un escrito que se enviará hoy al gobierno de Brasil resumiendo todos los antecedentes del caso, las autoridades argentinas señalan que existen bastantes evidencias de que Dos Santos es en realidad un hombre de la inteligencia brasileña por cuanto se manejaba con nueve pasaportes distintos y tiene vinculación directa con un coronel de los servicios de ese país. Grégori quedó en contestar el pedido argentino, pero de entrada propuso que ambos gobiernos hagan una presentación judicial ante Suiza, que es el país donde Dos Santos está actualmente preso.
Wilson Roberto Dos Santos es el hombre que quince días antes del atentado contra la AMIA �el 5 de julio de 1994� se presentó en los consulados de Argentina, Brasil e Israel en Milán para advertir que podrían poner una bomba en un edificio en refacciones de la comunidad judía en Buenos Aires. Supuestamente se trataba de la AMIA. Es más, hay un informe realizado por la Brigada Antiterrorista de la Policía Federal, que comanda el comisario Jorge Palacios, donde se señala que ya en febrero de 1993, Dos Santos llamó por teléfono desde Brasil para ofrecer información sobre el atentado contra la embajada de Israel y alertar sobre la preparación de un nuevo ataque contra otro edificio de la comunidad judía en Buenos Aires.
La hipótesis del juez Juan José Galeano y de los investigadores argentinos es que Dos Santos era �y tal vez aún es� un integrante de los servicios de inteligencia del Brasil. En sus labores de espía, posiblemente con base en la Triple Frontera, Dos Santos consiguió información sobre los atentados y quiso vendérsela al gobierno argentino. Incluso la noche posterior al ataque contra la AMIA, el brasileño llamó por teléfono a la Policía Federal para dar datos y meses después �en noviembre de 1994-. protagonizó un extraño paso por los tribunales. Primero dio algunos elementos sobre una banda de iraníes que habría cometido los atentados y 24 horas más tarde se desdijo completamente aduciendo que había inventado todo. Por esa razón, fue procesado por falso testimonio aunque dejó la impresión de que sabía más de lo que decía. Tras aquella aparición de fines del �94, a Dos Santos se lo tragó la tierra durante cinco años.
A principios del 2000, el brasileño fue sorpresivamente detenido en Suiza, donde -.como siempre-. portaba un pasaporte falso. El juez Claudio Bonadío pidió la extradición por la causa de falso testimonio, pero ahora el ministro Storani y su par brasileño tal vez gestionen conjuntamente que se lo traiga a Buenos Aires para interrogarlo sobre los atentados. Nadie asegura que todo lo que dice Dos Santos sea verdad, pero después de seis años parece imprescindible que aclare si es verdad que supo del atentado antes de que ocurra y de dónde sacó la información.
La ofensiva sobre el caso Wilson Dos Santos es la primera del Gobierno para juntar pruebas con vistas al juicio oral. En la Casa Rosada sostienen que la investigación tiene enormes baches y que hubo notorias negligencias durante el gobierno de Carlos Menem, y que �ahora tenemos que remar para reunir todos los elementos posibles�. El tiempo que queda hasta el juicio oral es corto: se calcula que las audiencias podrían empezar antes de fin de año. Y el Gobierno no quiere llegar con las manos tan vacías.
opinion
Por Vilma Ripoll * |
En el tercero y en picada
Según Menem, estábamos en el Primer Mundo. Según la Alianza, a través del canciller Rodríguez Giavarini en el Segundo. Creo que lamentablemente seguimos en el tercero... Y en picada. La medición del producto per cápita esconde una distribución de la riqueza cada vez más desigual. ¿Ignora acaso el canciller que en nuestro país 14 millones de personas viven en la pobreza y 4 millones en la indigencia? ¿En qué �mundo� supone que se siente un desocupado, un jubilado que cobra 150 pesos, un �beneficiario� del Plan Trabajar o un estatal al que le acaban de recortar su salario?
Sin embargo, lo peor no es el diagnóstico sino el remedio. Porque para Giavarini y la Alianza, definirse como del Segundo Mundo implica proponernos como única salida �dialogar� con los dueños del Primer Mundo. Esto, lo sabemos, es aceptar mansamente los ajustes impuestos por el FMI y el Banco Mundial. Mucho más digno hubiera sido ir a la reunión del G-15 a proponer cómo enfrentar juntos esas recetas que le hacen pagar a nuestros pueblos y a nuestros países, sin preguntarnos a qué �mundo� pertenecemos. Mucho más digno hubiera sido proponer, por ejemplo, coordinar fuerzas para suspender el pago de la deuda externa que nos ahoga.
Si de algo estamos seguros, es que este gobierno �como el de Menem� vive en un mundo que no es el nuestro.
* Legisladora de la Ciudad de Buenos Aires MST-Izquierda Unida. |
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