El País de Madrid
Por Lourdes Gómez
Desde Londres
�Como un ángel que nos envían desde el Cielo.� Así describió uno de los dos supervivientes chinos de la tragedia de Dover la sensación que experimentó al abrirse la puerta trasera del camión en que cruzaron el Canal de la Mancha. El �ángel� era el funcionario de aduanas que inspeccionó el contenedor del vehículo al filo de la medianoche del domingo. Era la primera vez en muchas horas que ambos jóvenes conseguían respirar una bocanada de aire. Ayer fue detenido un hombre que estaría relacionado con la empresa de transporte, aunque la policía no quiso revelar su identidad.
La intervención del servicio de aduanas les salvó la vida a los dos chinos. Pero llegó tarde para socorrer a sus compañeros de viaje. Las víctimas mortales, cincuenta y cuatro hombres y cuatro mujeres, cayeron poco a poco en un sopor claustrofóbico hasta la asfixia total. �Estaba muy oscuro dentro del contenedor�, contaron ambos al personal del hospital donde ayer todavía se recuperaban de las dolencias físicas y psíquicas, �nos tropezábamos con cuerpos sin vida mientras intentábamos alcanzar las puertas�. Fueron sus primeras palabras sobre una traumática experiencia que inevitablemente dejará una huella perenne.
De acuerdo con las fuentes hospitalarias, cuyas identidades no han trascendido, los pasajeros del camión de la muerte pasaron por un calvario. O, utilizando su propia metáfora espiritual, visitaron el infierno hasta catar el aire y ver el cielo de Dover. �Todos estábamos arañando las puertas. Golpeando las puertas y paredes del contenedor�, explicaron a través de un intérprete. No se sabe todavía cuántas horas duró la agonía de este grupo de inmigrantes que buscaba un futuro mejor en una tierra alejada de su cuna de origen, en la provincia de Fujían, al sudeste de China.
En la incertidumbre también queda el punto de arranque de la asfixia de las víctimas del tráfico ilegal de seres humanos. El camión tardó cinco horas en llegar desde el puerto belga de Zeeburgge a Dover y, durante este tiempo y en la noche más calurosa del año, el sistema de refrigeración del contenedor estuvo desconectado. La carga oficial, cajas de tomates, aguanta altas temperaturas que, durante la travesía, pudieron alcanzar hasta los 60 grados. El calor y la ausencia de oxígeno dentro de un recinto sellado al vacío acabó con la vida de los 58 compañeros de los dos supervivientes.
�Gritamos hasta el límite de nuestras voces�, dijeron en el hospital. Nadie escuchó sus gritos de socorro y, en algún momento, debieron pensar que también ellos entraban en la recta final de sus vidas. A sus veinte y pocos años, un ocaso prematuro que no entró en su imaginación al escapar de la miseria y control gubernamental de su ciudad natal. �Tuvieron que rendirse de pura debilidad�, transmitió el intérprete.
La policía aguardaba ayer la autorización de las autoridades sanitarias para proceder a interrogarles. La protección en torno de dos testigos cruciales, que pueden aportar pistas sobre los responsables de la matanza, llevó a la policía a dar información falsa sobre su paradero. Ayer se supo que ambos supervivientes no habían sido trasladados la noche anterior a un domicilio vigilado, sino que permanecieron en un hospital de la provincia de Kent, próximo a Dover, vigilados por agentes armados. El cordón de protección se mantiene en prevención a posibles represalias de las mafias presuntamente chinas que organizaron el viaje.
Otro caso, con mejor suerte
El tráfico de inmigrantes ilegales quedó nuevamente en evidencia, ayer, después de que la Guardia Civil española descubrió 32 marroquíes y cuatro argelinos, de los cuales seis eran menores, al borde de la inanición, ocultos dentro de una furgoneta, cerca de la localidad de Mijas, en la provincia de Málaga. El hallazgo tuvo lugar pocos días después de que 58 chinos fueran hallados asfixiados en un container sellado herméticamente, en el puerto inglés de Dover. Los policías registraron el vehículo porque sospecharon por su sobrepeso. Presuntamente, se encontraban en territorio español desde el viernes pasado y su primer destino era ser empleados en tareas agrícolas en la provincia de Murcia. Los inmigrantes habían forzado la puerta trasera, para abrir una hendija por la que entrara el aire. En el interior de la furgoneta, donde se encontraban desde hacía cuatro días, llevaban únicamente un litro y medio de agua para repartir entre todos. El conductor, un joven con antecedentes penales, fue detenido. |
ARDIERON 12 CHICOS EN UN JARDIN
Siesta de terror
Eran las 14.40 de ayer en Uruguayana, la ciudad brasileña ubicada frente a Puerto de los Libres, cuando comenzó un incendio en un jardín de infantes que terminó con una tragedia: doce niños de entre 1 y 3 años murieron carbonizados al quedar acorralados por el fuego en la sala cerrada en la que dormían la siesta después del almuerzo. Ayer a la tarde frente a la escuela, cientos de familiares de las criaturas muertas y de cuatro niños que quedaron con heridas graves buscaban un responsable del accidente. La protesta derivó en la represión de la policía.
La guardería Casinha de Emilia, ubicada en un barrio pobre de Uruguayana, alberga a diario a un centenar de chicos de todas las edades. El lugar es una construcción precaria en la que, según ayer declaró el sargento Dinorban Moraes, del cuerpo de bomberos de Uruguayana, que intervino en el control del incendio, no existe en ella ningún tipo de sistema de seguridad. Allí apenas había un extinguidor que no llegó a ser usado antes de que llegaran los carros contra incendios, aunque otras fuentes aseguraron que el aparato no funcionó.
Abierto el juego de las hipótesis con que ayer intentaban dar explicaciones a las familias los equipos de la policía de bomberos brasileña, la más reiterada fue que todo comenzó por la caída de una estufa eléctrica.
Un frío inusual golpeó ayer la zona. Las nurseries de los niños decidieron prender el artefacto, ubicado en el techo del lugar. Después de la comida del mediodía, unos 20 nenes y nenas de entre 1 y 3 años fueron acostados en camas con colchones de gomaespuma, como cotidianamente se hacía con ellos. Al caer al piso la estufa habría provocado chispas que inmediatamente se convirtieron en llamas en contacto con el material inflamable de las camas. Una de las encargadas de la Casinha de Emilia dijo ayer que a esa hora el grupo de chicos solía quedar solo, sin la vigilancia de ningún adulto.
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