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�TU RIDI�, DE LOS HERMANOS TAVIANI, SOBRE LUIGI PIRANDELLO
El círculo atávico de la violencia

Un digno entretenimiento de la factoría Pol-ka, escrito por el dúo televisivo Segade & Belatti, coincide a partir de hoy en la cartelera porteña con una nueva incursión de Paolo y Vittorio Taviani por el universo del siciliano Luigi Pirandello. También habrá un ciclo de documentales inéditos en el Cosmos.

Una vieja leyenda siciliana sirve para indagar un presente que sigue siendo terrible.
En algunos momentos el film, generalmente sombrío, se ilumina con una leve luz de esperanza.

Por Luciano Monteagudo

t.gif (862 bytes) Felice puede ser feliz de nombre, pero infeliz de hecho. Alguna vez fue cantante de ópera y conoció el aplauso de los escenarios, pero ahora -corren los últimos años 30 en una Roma oscurecida por la ominosa sombra del fascio� se siente el más miserable de los barítonos, el más desgraciado de los maridos y el más triste de los contables. Y eso que todas y cada una de las noches, cuando ha alcanzado su sueño profundo, Felice ríe. Sí, ríe a las carcajadas, ríe hasta despertar, bañado en sudor y angustia, ante la mirada atónita de su esposa. Se diría que el secreto de Tu ridi, la película más reciente de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, integrada por dos episodios tomados de sendos relatos de Luigi Pirandello, se encuentra en esa eterna pesadilla que acosa a Felice. Al fin y al cabo, como lo prueban Padre padrone, La noche de San Lorenzo y muy particularmente Kaos, también basada en Pirandello, siempre hubo cierto espíritu nocturno, lunar, en el cine de los hermanos Taviani, a pesar incluso de haber herederado lo mejor de la tradición del neorrealismo.
Hay algo realmente extraño, fuera de norma en este díptico que es Tu ridi. En principio, esa fractura que podría suponer la división en dos del film, con el episodio �Felice� en apariencia desconectado del segundo, �Due secuestri�, ambientado en Sicilia, enmascara quizás el hilo conductor de todo el largometraje, que es el que la da su unidad: la violencia, internalizada en la sociedad al punto de hacerla rutinaria, cotidiana, familiar. Ese hombre, triste de día y que ríe histéricamente de noche, es, en toda su conducta, un hombre bueno, honesto, sensible. Pero algo maligno se esconde en esa risa, al punto de alarmar a su mujer, que decide abandonarlo. La repetida humillación que sufre un amigo y compañero de trabajo de Felice y de la que él es frecuente, mudo testigo, parece tener algo que ver. Como si el fascismo que Felice rechaza en silencio (¿cómo alzarse contra esos perros de caza, orgullosos de su fuerza física?) se hubiera sin embargo encarnado en su inconsciente, en esa parte de sí que está más allá de su dominio y que ha decidido traicionarlo. Claro que Felice no está dispuesto a tolerar esa traición. Aquello que no se atreve a hacer a los demás, Felice está decidido a hacerlo a sí mismo. 
El segundo episodio, titulado �Due secuestri�, es menos complejo, más transparente, pero no por ello menos riguroso. En la Sicilia de hoy, un chico de apenas 12 años es secuestrado por la mafia, con un siniestro motivo ulterior. Siguiendo instrucciones, su captor, un hombre brusco pero a su manera atento con el chico, lo lleva a una posada desierta en el monte Barraró, allí donde un siglo atrás se había producido otro secuestro: tres campesinos paupérrimos habían hecho cautivo a otro inocente, un viejo médico de pueblo, con la intención de obtener un improbable rescate. Con una estructura similar a la de Fiorille (1992), un film de los Taviani que nunca llegó a estrenarse en Argentina, y que exploraba líricamente el poder destructivo de la codicia, la leyenda viene aquí a iluminar el presente. El relato de aquel antiguo secuestro, que parecía olvidado, descubre una violencia atávica, capaz de seguir multiplicándose en la actualidad. Los Taviani se sumergen en el paisaje siciliano como si esa tierra guardara un misterio insondable, interrogan a la montaña como si fuera la Esfinge griega, en busca de respuestas para un dilema eterno. 
La paradoja de Tu ridi es que, con ese título tan jovial (�Tu ríes�, utilizado como subtítulo para su estreno local), el film es sin embargo siempre grave, severo, sombrío en su tono, como si los Taviani hubieran concebido un réquiem. Hay, es verdad, algún momento luminoso en la película, como cuando Felice reencuentra en la playa (pocos son capaces de filmar el mar como lo hacen los Taviani) a una antigua compañera de coro. O cuando el chico secuestrado se entusiasma con un programa de computadora que le permite descubrir la belleza de un fresco del Giotto. Pero son fugaces y no hacen sino presagiar la tragedia, que encuentra su eco en la música arrebatadora de Nicola Piovani.

 


 

JOYAS DEL NUEVO CINE DOCUMENTAL
Dar cuenta del mundo

La colaboración del Servicio de Acción Cultural de la Embajada de Francia permitió al cine Cosmos (Corrientes 2046) organizar una �Semana del Documental Francés�, que se desarrollará desde hoy hasta el miércoles 28. El ciclo esta integrado por nueve films inéditos en Argentina, lanzados a testimoniar la vida cotidiana y el arte en toda su riqueza y diversidad, en general con un punto de vista audaz, original, destinado a ampliar el horizonte del documental. La agenda completa del ciclo es la siguiente.
Hoy Cueste lo que cueste (1995), de Claire Simon, la curiosa, singular historia de una pequeña empresa que fabrica comidas preparadas para los hipermecados. Mañana, Grandes como el mundo (1998), de Denis Gheerbrant. Filmada en el barrio de Gennevilliers, famoso por sus problemas sociales, la película da cuenta del fin de la inocencia. Sábado 24, El convoy (1995), de Patrice Chagnard, la odisea de tres hombres que transportan alimentos hacia Armenia, afrontando numerosas dificultades provocadas por desórdenes políticos, el rigor del clima y el mal estado de los caminos. Un film que prueba que la aventura todavía es posible. Domingo 25, Es arte (1993), de Pierre Coulibeuf, una peculiar mirada de artistas contemporáneos sobre obras mayores de la historia del arte, de la estatuaria egipcia a Pablo Picasso, pasando por Van Eyck, Monet, Bonnard, Picabia, Leger y Bracque. Lunes 26, Matti Ke Lal, de Elizabeth Leuvrey. En un barrio viejo de Dehli (India), Guru Hanuman fundó una escuela donde les enseña a los huérfanos de la calle la lucha tradicional �Kushti�, aquella que se practica en el ruedo de barro o aquella de cada día del hombre frente a su destino. También, Joseph Koudelka (1990), de Robert Delpire. La plancha de contactos es la memoria del fotógrafo, su diario de viaje, el testigo de sus errores y sus logros. En uno de las entregas más celebradas de la serie �Contactos�, el gran fotógrafo Koudelka desdeña los comentarios y justificaciones: proporciona sus fotos sin explicaciones, solamente con la voluntad de dar a conocer su visión del mundo. Finalmente, Yves Saint-Laurent, todo terriblemente, de Jerome De Missolz. Filmado en sus residencias de París y Marakesh, este film es un viaje hacia los secretos mejor guardados de este modista famoso, que es capaz de mirar su propia vida con ojos lúcidos y a veces severos. El martes 27 se verá Retratos (1988), de Alain Cavalier. Uno de los mejores cineastas europeos contemporáneos (Thérèse, Libera me) entrevista a mujeres con oficios no comunes o en vías de desaparición y ellas cuentan historias sobre su trabajo, su vida cotidiana y su futuro. Y el miércoles 28, El país de los sordos (1992), de Nicolas Philibert. ¿Cómo es el mundo para los millones de personas que desde su nacimiento viven en silencio? Este film del director de La ville Louvre descubre ese universo regido por sus propios sistemas de comunicación.

 


 

Una comedia hecha de �Apariencias�

Sorpresa: El film es una de las comedias más aceptables que el cine argentino �al que el género no le es fácil� haya producido en bastante tiempo.

Adrián Suar y Andrea del Boca juegan a la comedia de dos a quererse.
El se acerca a ella haciéndole creer que no es peligroso, porque es gay.

Por Horacio Bernades

Tercera incursión cinematográfica en el rubro comedia, luego de la casi insufrible Cohen vs. Rosi y la estimable Alma mía, Apariencias aparece como lo más logrado de la productora de Adrián Suar hasta el momento. Y hasta es posible que se trate de una de las comedias más aceptables que el cine argentino �al que el género no se le da fácil� haya producido en bastante tiempo.
De construcción prolijamente clásica, todo se basa en un equívoco. Lo de Carmelo Posse (Suar) por Verónica (Del Boca) es flechazo instantáneo. Compañeros de oficina, el muy cortado Carmelo es más o menos �el punto� entre sus compañeros, y los ejercicios de autosugestión no lo ayudan a desentumecerse. Cuando la ve a Verónica, Carmelo duda, suda, titubea. Para peor, Verónica vuelve de Estados Unidos con novio puesto (Fabián Mazzei, el Garmendia de �Campeones�). Como aconseja el canon, será la pura casualidad la que saque a Carmelo del atolladero, cuando aparezca en medio de una manifestación contra la discriminación y diga un par de cosas que lo convertirán, automáticamente y sin querer, en todo un referente para la comunidad gay. De aquí en más �otra vez las pautas más clásicas del género� es el juego de máscaras, con Carmelo descubriendo que tiene más �llegada� a Verónica si mantiene el equívoco. Y descubriendo también que puede haber verdad detrás de la ¿mentira? De alguna manera, parece más él cuando posa de gay que cuando no. 
Al fin y al cabo, también la de tímido es una máscara. Y pueden serlo las de ciertos compañeros de oficina, que disimulan celosamente su verdadera sexualidad. O la de algún homofóbico, como el padre de Verónica (Jorge Rivera López). Escrito por el tándem Belatti/ Segade (los mismos de �Verdad Consecuencia� y �Vulnerables�, productos �prestigiosos� de Polka), el guión de Apariencias no mantiene la misma línea a la hora de pintar a Verónica. Que parece responder, inalterable y sin dobleces, a la imagen de mujer perfecta que sueña Carmelo. Es posible que, enfrentados a semejante tótem nacional, los guionistas hayan debido frenarse, dada su condición de �intocable�. Pero también debe reconocerse que la ex Peperina luce aquí a tanta distancia del almidón televisivo como del grito y la histeria en el que ciertas comedias �adultas� (Cien veces no debo, por caso) la habían entrenado. 
En el mismo debe y haber navegan otros rubros de Apariencias. El experimentado Alberto Lecchi (Perdido por perdido, El dedo en la llaga, la reciente Operación Fangio) se atiene a lo estrictamente televisivo, en su juego de plano-contraplano y abuso de primeros planos. Cuando quiere ir más allá de ese modelo, puede acertar con un picado de cámara desde el que observa un diálogo clave entre Carmelo y Verónica, pifiarla con un forzado travelling circular alrededor de ambos, o transmitir acertadamente el deslumbramiento de él, mediante un ralenti que la hace aparecer como �mujer de los sueños�. A Suar, que parecería no poder abandonar su imagen de canchero, le cuesta horrores �dar� el tímido, mientras que el gay lepermite soltarse, aunque haciéndolo oscilar al borde mismo de la caricatura. Como su enamorado, Fabio Posca franquea ese borde, pero cumple con su función cómica. Lo mismo que el televisivo pero simpático Diego Pérez (el �Insoportable� de �Videomatch�).
En este contexto, pierden los personajes menos afines a la galaxia-Suar (el estereotipadísimo �hombre de letras� que hace Jorge Rivera López), y salen beneficiados aquellos que parecen escapados de �Gasoleros�. Entre ellos, los padres de Carmelo, y sobre todo Rita Cortese, sumamente divertida como la mamá-con-boca-de-cloaca. Como todo producto de la factoría Pol-ka, Apariencias no aspira a ser otra cosa que eso. Pero no vende gato por liebre, no pretende ser lo que no es, no se rebaja al �todo por dos pesos�. Hasta los chivos están reducidos, oh sorpresa, al mínimo indispensable. Parte de una industria en la que entretener suele ser sinónimo de menoscabar, esto luce aún más digno de lo que es. 

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