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OSCAR BARNEY FINN ESTRENA �LA EXCELSA�
�Es un aprendizaje�

La obra de Juan Pablo Santilli, basada en un sonado caso policial de fines de los 70, marca la reapertura del Teatro Sarmiento. �Es un espacio que debe ser utilizado para la experimentación�, dice el director.

Barney Finn trabaja en teatro desde �Los triángulos�, de 1965.
Ahora afronta el honor de reabrir una sala que estaba abandonada.


Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) �Un texto es siempre una tierra desconocida que uno invade con sus propias imágenes y pensamientos, tratando de encontrarle otros sentidos�, dice el director Oscar Barney Finn refiriéndose a su puesta de La excelsa, obra de Juan Pablo Santilli que el público podrá ver a partir de esta noche en el restaurado Teatro Sarmiento (en la avenida Sarmiento 2715, a metros de Plaza Italia y contiguo al Zoológico). Se trata de una pieza inspirada en un hecho policial de 1978: el asesinato de una prostituta en el puerto de Quequén. Entonces se culpó a un marinero yugoslavo, que debió purgar ese crimen (conocido como �el caso Pesic�) durante cinco años en la cárcel de Azul. En 1983 se supo que los asesinos habían sido unos traficantes de drogas detenidos en Madrid. Al salir de prisión, el marinero �tomó un camino místico y escribió poesía�, como cuenta Barney Finn, a quien atrapó el tema, al punto de arriesgarse a ser el primer puestista en esta reinauguración del Sarmiento, un teatro abandonado durante años. 
Perseverante en sus trabajos, tanto en teatro, donde se inició con Los triángulos (1965), como en cine (su primer cortometraje, Sólo unas gotas, fue de 1958) y televisión, este director de padre irlandés y madre vasca, nacido en La Plata, tiene varias �patrias chicas�: su lugar natal, Berisso, y Buenos Aires. Trabajó en Italia y Francia, donde residió tres años, y �siempre que puede� va a Europa. En un viaje reciente a Irlanda, recorriendo Dublín recuperó imágenes de Berisso, ciudad y puerto sobre los que proyecta hacer una película. Sólo que para elaborar un guión necesita aislarse. �Me lleva tiempo escribir�, confiesa en la entrevista con Página/12. Y le interesa insertar su labor en esta realidad �donde lo político y lo económico tienen una importancia desmesurada�. 
�¿Esa actitud implica un trabajo adicional?
�Sí, porque de nada sirven los esfuerzos personales si el contexto al cual va dirigida una obra, una película o un programa de televisión, no guarda un cierto equilibrio con ese quehacer. El desfasaje no nos ayuda.
�¿Y cómo encuentra ese equilibrio?
�No lo encuentro, porque no existe, porque la educación y la cultura han sido bastardeadas, pero nos queda pelear para obtener mejores condiciones y un poco más de identidad.
�¿Estrenar La excelsa es parte de esta pelea?
�Sí, porque ésta es una obra argentina, de un autor joven (nacido en Necochea en 1964), con nuevas ideas, y porque la presentación se hace en un teatro que quedó abandonado. En los años 50 yo iba a esa sala como si fuera en peregrinación. Todavía era un lugar de cultura. Hoy podríamos convertirla en un polo artístico, como se ha hecho en Londres, donde cada barrio tiene su teatrito, con socios adherentes, una biblioteca y un pequeño restaurante.
�¿Ensayaron en la misma sala, mientras la remodelaban?
�Ese fue un verdadero aprendizaje. Fue un lugar que padecimos, y lo digo sin mala intención. Por eso me gustaría que esta sala sea realmente sostenida por las autoridades. Hemos ensayado en condiciones terribles, rodeados de tierra y escombros, padeciendo la humedad y el frío. Esto que ahora es un agradable espacio debe ser defendido y utilizado, como se dijo en un principio, sólo para propuestas alternativas de teatro. Espero que las autoridades no se desdigan y que no conviertan al Sarmiento en una sala de recitales semejantes a los megaespectáculos que organizan. Pienso que es necesario alentar la experimentación y fundamentalmente la del teatro de autor argentino. En 1992 dirigí Eva y Victoria, de Mónica Ottino, y aunque hice muchas obras de autores extranjeros (Obligada intimidad, Vita y Virginia, La reina de la belleza, Las últimas lunas), entiendo que las creaciones de argentinos deben ser protegidas. 
�¿Cómo debería hacerse?
�Habría que diseñar una política particular para cada sala. Que el público pueda diferenciar qué es lo que podrá ver en el Teatro Alvear, en el De la Ribera, el Regio y el Sarmiento (todos pertenecientes a la Organización Teatral Presidente Alvear, que dirige Daniel Larriqueta). Lo importante es armar una programación que no se caiga, que no cese la actividad por razones de presupuesto. Esto es algo que el Gobierno de la Ciudad tiene que tener muy en cuenta. Hace tres meses que estamos trabajando en La excelsa, hay un contrato, pero los actores todavía no recibieron nada a cambio. (Actúan Mario Alarcón, Fabio Aste, Alejandro Awada, Paulo Brunetti, María Comesaña, Facundo Espinoza, Daniel Miglioranza, César Repetto y Mariana Richaudeau.) Esto significa que hay una entrega que no se puede despreciar, que además se trabaja en una obra valiosa, premiada por concurso. Una obra que se aparta de los esquemas tradicionales, tiene ribetes de thriller, pero no es realista. Es una gran metáfora sobre el clima que se vivía en los años de la dictadura militar. Sobre esto me surgieron imágenes cinematográficas. Al autor también le gusta el cine, y por eso no le extrañó que descubriera en su trabajo una estructura recurrente semejante a Rashomon, de Akira Kurosawa, o Cautivos del mal, de Vincent Minnelli, o le encontrara alguna relación con el barroquismo de La mujer del puerto, de Arturo Ripstein. Como en el cine, la obra permite mirar un mismo hecho desde distintos ángulos. Y en esto caben la música �pensé en Noche transfigurada, de Schönberg� y la pintura, como la impactante de Paul Cadmus, con sus marineros y prostitutas. 
�¿De qué manera inserta aquella época en ese hecho policial?
�Santilli no se refiere a esos años de forma explícita, pero aparecen allí unos policías generando violencia, y personajes que se relacionan con un clima de angustia. En cine hice trabajos, como Contar hasta diez, donde se hablaba directamente de lo que ocurría entonces, pero aquí es diferente. Me interesa saber cómo encara un autor joven como Santilli aquellos años, qué imágenes le despiertan. Y por otro lado qué pasó con los que se fueron y con los que se quedaron, y dónde están los que suscribieron la dictadura con una tarea de apoyo. Sin embargo, esto último no es el núcleo de la obra. Me dediqué más a indagar en la relación que se establece entre el marinero y la prostituta. Me pareció algo rescatable en un lugar donde todo es violencia.
�¿Acepta las críticas?
�Me gusta el diálogo. Creo incluso que más importante que �llegar� y obtener premios es poder trabajar y no quedarse estancado. El trabajo es siempre intercambio. Lo que rechazo es la agresión. Me parece bien que a uno le puntualicen aspectos de sus obras. Con el tiempo se aprende a escuchar. A mí lo que me cierra es la agresión, que además no le sirve a nadie. Se pueden decir cosas muy fuertes de la mejor manera. El encuentro que buscamos a nivel político también tiene que darse en lo artístico. De lo contrario nos vamos a desdibujar como país. 
�¿Cómo es su relación con la televisión?
�Hice cuatro programas de un ciclo, �Encuentros�, para Canal 7. Nos falta grabar cuatro más. Pero hace dos meses que estoy esperando que me den el estudio. Estos programas tienen una hora de ficción y otra periodística, que conduce Cristina Mucci y cuenta con invitados especiales. Son encuentros históricos, atemporales: reunimos a Eva Perón con Encarnación Ezcurra y Mariquita Sánchez de Thompson; a Leopoldo Lugones con Severino Di Giovanni... Los textos pertenecen a diferentes autores. José Pablo Feinmann escribió el de Lugones. Hago un boceto con mis ideas y los escritores las desarrollan. Son programas concontenido, en los que tratamos de rescatar algo de nuestra identidad a través de la novela histórica. 
�¿Cuándo saldrán al aire?
�No lo sé todavía. Los cuatro primeros los terminamos en febrero, pero hasta ahora no los tuvieron en cuenta. Me asombra, aunque sé que no es fácil hacer un trabajo con ideas en la televisión. También nos costó cuando pusimos otros ciclos, por los que, sin embargo, gané premios. Recuerdo Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello, y Muchacho de luna, un homenaje a García Lorca. Cuando vino Fernando Moreno de Televisión Española se lo quiso llevar para distribuir por Europa. También fue muy bien recibido en Nueva York. Algo parecido sucedió con el ciclo �Luces y sombras�. El mismo Sofovich, cuando lo corrieron por los desastres que hizo en ATC, usaba a �Luces y sombras� para defenderse. Claro que habría que preguntarle por qué si lo consideraba tan bueno lo borraron. Pude recobrar algunos programas gracias a un coleccionista.


Los �60 en el canal estatal

�Usted tiene un largo historial con Canal 7, ex ATC... 
�Trabajé bastante tiempo. Hice un ciclo sobre cuentos de Manuel Mujica Lainez. Manucho quiso que los dirigiera yo. Esto fue en el �82. Lo recuerdo perfectamente, porque estábamos grabando �El coleccionista� y por los televisores veíamos los ataques y nuestras supuestas victorias en Malvinas, contadas por Gómez Fuentes. Mucho antes trabajé en el viejo Canal 7 de la calle Viamonte, dirigiendo dramatizaciones sobre conflictos entre padres e hijos. Entonces trabajaba en el Ministerio de Educación de La Plata y había preparado un programa muy ambicioso: �Guía para padres�. Eran los años 60 y tenía muchas pretensiones. Había llegado de Francia y creía que me tragaba el mundo. Después supe que no era así. La dictadura produjo un gran desmantelamiento en La Plata. Entonces yo era profesor en la Escuela de Cine, y junto con otros tomé los últimos exámenes antes del cierre para que los alumnos no se quedaran sin cumplimentar su carrera. Esta es otra ciudad cercenada que tendríamos que recuperar, como Berisso, con sus fábricas abandonadas y un puerto que no se reactiva más, mientras la pobreza sigue creciendo.

 

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