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LA RARA UNION DE JAIME TORRES, CHARANGUISTA, Y javier ZUKER, DJ
�En la música no existen fronteras�

Vienen de mundos aparentemente irreconciliables, pero acaban de concretar una performance conjunta: quieren demostrar que el folklore andino y la música electrónica pueden convivir si se alejan los prejuicios.

Jaime Torres y Javier Zuker debutaron como dúo en el Morocco y planean seguir tocando juntos. 


Por Cristian Vitale

t.gif (862 bytes) Pese a la ceguera del mercado, nunca antes, en Argentina, el terreno fue tan propicio para fusiones inusuales. Muchos factores debieron combinarse, entre ellos apertura mental, abandono de prejuicios, libertad de creación y mercados cada vez más comprimidos. Todas esas coordenadas confluyeron en torno a Javier Zuker, DJ, y Jaime Torres, que se atrevieron a fusionar sonidos en principio incompatibles para tocar ante un público moderno. Lo hicieron en una disco para festejar una fecha patria �el 25 de Mayo� y un público heterogéneo aprobó con aplausos la jugada folklórico-electrónica. El trío de rock Divididos fue el nexo necesario. Ambos habían trabajado anteriormente con ellos y Diego Arnedo, bajista, participó del show con su bombo legüero.
�Para mí fue una novedad, ocurrió algo. Como veterano reconozco que me tienen que avivar de ciertas cosas. Pero me gustó, no quedé conforme, pero sí contento. Es bueno que exista el placer con algo de riesgo�, cuenta Jaime, charanguista si los hay. �Para mí fue una experiencia totalmente nueva. No tenía conocimientos de folklore, más allá de las referencias dadas por Divididos, pero el momento fue terrible. En la filmación se nota una fiesta impresionante en el escenario� admite, efusivo, Zuker. Torres es el charanguista más popular e influyente del planeta tierra. Cuando en 1964 editó su primer disco Virtuosismo en Charango, el instrumento interesaba poco. Pero la cosa se fue revirtiendo con el tiempo: el imperdible Pacha Manka Andina (1976), marcó un hito para los amantes del género y Chaypi (1993) acentuó la popularidad �universal� de su música por del circuito de sus seguidores. Zuker, en los antípodas, viene del palo de Sumo y Tangerine Dream. Es uno de los DJ más rockeros �léase abiertos� del país tecno. Y trata de investigar, por ejemplo, qué elementos tienen en común el funk, el rock y la música dance, para mixturarlos. Las pruebas están en sus trabajos con Turf, Babasónicos y, la más reciente labor como DJ de Divididos. �Me encantaría seguir trabajando con ellos�, adelanta, apresurado, en la entrevista con Página/12.
�¿Qué repercusión tuvo su reunión con Jaime en el mundo de los DJs?
�J.Z.: De sorpresa. No tuve ningún palo. Es más, Hernán Cattáneo �DJ amigo�, cuando fue a ver el recital de Divididos al Luna Park, de lo único que me hablaba era de Jaime Torres. Había quedado fascinado con él.
�Y a usted Jaime, ¿cómo lo trataron los conservadores del rubro?
�J.T.: Por suerte cada vez son menos los que se niegan a probar nuevas cosas. Hay una cantidad de muchachos que vienen renovando el folklore para bien. En el caso del charango, muchos pibes ya lo toman seriamente. Y me lo hacen notar.
�¿Es cierto que sus hijos tuvieron mucho que ver para que usted decidiera participar de este encuentro?
�J.T.: Claro, porque ellos habían ido a escuchar varias veces a Javier. Pero también es importante destacar que lo decidí por mi apertura. Haber tenido la ocasión de encontrarme con culturas totalmente distintas en el mundo me abrió la cabeza. El momento mágico que produce la música es imposible de definir. No tengo prejuicios porque la música es el lenguaje que no necesita palabras. Javier, por ejemplo, manifiesta que no sabe de folklore, pero tiene el lenguaje de los tipos que aman la música y, además, no tiene prejuicios. De pronto se tocó algún clásico que el tipo tenía de cuando era chico, que le sonaba y lo podía tocar. Era la línea que nos estaba llevando a algo. En escena era un músico más, de pronto batero, al rato tecladista y violinista. Parece un director de orquesta, está muy atento a los sonidos y ritmos. Y yo también escuchaba golpes percusivos extraños a mi origen y sin embargo caían justo cuando los esperaba. 
�¿Se les ocurrió algún nombre genérico para denominar esta exótica fusión?
�J.Z.: No le ponemos rótulos a la música.
�J.T.: Yo se lo dejo a los críticos. Sólo sé que fui feliz. Mis primeras armas las hice tocando el charango para una murga. ¿Cómo se llama ese estilo? 
�Cuando se dan estos proyectos inusuales, uno se pregunta si tienen algún futuro o sólo se trata de experimentos aislados.
�J.T.: Yo creo que esta historia debe seguir. Quedé fascinado con el sonido de la caja, ese sonido mágico es de las cosas que más me emocionan. Me gustan los compromisos. Algunos ven un tipo de 60 años como yo y piensan que siempre tengo que hacer lo mismo ¿Por qué no hacer otra cosa? Recibí cartas de apoyo y todo. Se reconocerá o no, pero en el futuro habrá alguno que dirá �en aquella época hubo unos chiflados que apostaron a tal cosa�. No fabricamos un legado, pero sí marcamos un camino. Da para imaginar, para aventurar cosas.
�J.Z.: Por ahí, nos escuchó algún chico que toca el charango y otro que mueve las bandejas y entre ellos puede pasar algo ¿no? Cuando Miles Davis tocaba la trompeta con wah wah lo miraban mal, lo tenían como un detractor del jazz ¿Y quién puede discutir a Davis hoy? Por otra parte, sé que Jaime está grabando un disco y me gustaría que me invite. Me encantaría. En la música no hay fronteras.
�Si usted está de acuerdo aquí mismo nace el dúo.
�J.T.: No lo paso por alto, pero recuerdo que una vez subí a tocar con Paco de Lucía y yo no sabía un pomo de flamenco. Primero tiene que haber una experiencia previa. De hecho, si hoy tuviera que volver a tocar con Paco haría algo muy distinto a lo que hice aquella noche. 
�¿Cómo se ve, en el futuro cercano, rompiendo el charango a lo Hendrix?
�J.T.: Eh, sabés lo que pasa: las guitarras se pueden fabricar. Pero los charangos siguen siendo una cosa artesanal que no tiene fábrica ni luthier alguno. Tampoco hay academias. De pronto, si rompo el instrumento me muero ahí nomás. Para eso sería mejor reemplazarlo por una barrita de chocolate. Perdón Hendrix, pero no puedo imitarte. Mi riesgo llega hasta cierto punto. 

 

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