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EL PRIMER MINISTRO DEPENDE DE LOS ULTRAORTODOXOS
Nace una teocracia en Israel

Ehud Barak cedió a las demandas de los ultraortodoxos sefaradíes del partido Shas y debió dejar en el llano a sus aliados del partido laico y de izquierda Meretz. El resultado es que Israel gira a la derecha.

Colonos ortodoxos opuestos al proceso de paz oran frente al Muro de los Lamentos.
Una parte de sus plegarias se convirtió en realidad ayer, con un gobierno cada vez más derechizado.


El País de Madrid
Por Ferrán Sales
Desde Jerusalén

t.gif (862 bytes) El primer ministro Ehud Barak cerró ayer la crisis gubernamental que atormentaba desde hace dos semanas a Israel, al recuperar el apoyo de los fundamentalistas religiosos del partido Shas y aceptar la salida de sus aliados ideológicos naturales, los laicos del partido Meretz. Con esta coalición remozada, Barak pretende ahora avanzar de manera decisiva en el proceso de paz, olvidándose que las mismas fuerzas políticas que ahora lo apoyan colaboraron con el ex primer ministro Benjamín Netanyahu para bloquear durante más de dos años las negociaciones con los palestinos y sirios.
Los cuatro ministros del partido ultraortodoxo Shas decidieron ayer retirar las cartas de dimisión presentadas hace dos días al jefe de gobierno Ehud Barak, permitiendo así al ejecutivo recuperar su estabilidad. El primer ministro ha tenido que pagar un alto precio para conseguir el regreso de los cuatro ministros fundamentalistas: más de un millón de dólares en subvenciones para la red de escuelas y guarderías de la formación religiosa y aceptar la salida de los tres ministros laicos del partido Meretz, que se oponían a la entrega de estas ayudas por considerarlas �un chantaje y una capitulación�.
Barak justificó ayer ante sus militantes de Tel Aviv la operación quirúrgica, alegando que el país necesita �una coalición lo más amplia posible, poniendo al margen los intereses políticos para poder abordar los grandes cambios en beneficio de los israelíes�, una alusión detrás de la cual se esconden las negociaciones de paz con los palestinos, que tratará de impulsar la próxima semana, coincidiendo con el retorno a la región de la Secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright.
Las maniobras políticas de Barak, que le han permitido salvar por ahora la crisis, están provocando el escepticismo entre otros de los militantes laboristas, que no se sienten para nada identificados por la coalición gubernamental remozada, ahora formada básicamente por partidos religiosos ultranacionalistas, los mismos que durante dos años apoyaron al gobierno Likud, presidido por Benjamín Netanyahu, y con el que colocaron el proceso de paz en la congeladora. Por si las evidencias y las acusaciones no fueran suficientes, un portavoz del partido Shas aseguraba ayer que su organización no había firmado un cheque en blanco con respecto al proceso de paz y que el resultado de las conversaciones con los palestinos sería �negociado punto por punto�. 
La salida de Meretz del gobierno y en especial la dimisión de su máximo dirigente Yosi Sarid al frente del Ministerio de Educación hizo recordar a la clase política israelí una situación similar vivida en 1993 durante el gobierno de Yitzhak Rabin, cuando la convivencia entre los religiosos de Shas y los laicos de Meretz fue un fracaso, que acabó costando la dimisión de la ministra de Educación Shulamit Aloni, la máxima dirigente Meretz de la época.

 


 

LAS PRIVATIZACIONES EN RUSIA
No nos investiguen o...

El ex primer ministro ruso Víktor Chernomirdin y el ex vicejefe de Gobierno y jefe del monopolio eléctrico Anatoli Chubais se sumaron ayer al coro de quienes piensan que la decisión de la fiscalía de Moscú de pedir que se anule la privatización, en agosto de 1997, del gigante industrial y minero Norilsk Níquel, amenaza las reformas económicas de la era de Boris Yeltsin. Chernomirdin advirtió del peligro de dañar los esfuerzos del Kremlin por atraer las inversiones extranjeras, mientras que Chubais sostuvo que está en marcha un alarmante intento de vuelta atrás al que hay que oponerse por todos los medios. Y un escalofrío de inquietud recorre la espalda de los oligarcas que, en el reparto del complejo industrial soviético, se hicieron de grandes imperios por un precio de risa. 

 

 

opinion
Por Claudio Uriarte 

Un pacto con el diablo

Ehud Barak pudo haber salvado su gobierno, pero al precio de perder su programa. Esto es así porque en la pulseada que él mismo decidió librar contra los ultraortodoxos sefaradíes del partido Shas �una formación chantajista y corrupta que cotiza al mejor postor el vital apoyo que puede brindar a las dos grandes corrientes nacionales en su calidad de partido bisagra� el primer ministro terminó capitulando, lo que significa que a partir de ahora su gobierno, cada vez menos �laborista�, es un rehén parlamentario de la derecha religiosa, y el proceso de paz sufre un nuevo descarrilamiento.
Que Barak, un general de Ejército múltiplemente condecorado, se haya rebajado a semejante acto de pusilanimidad puede ser comprensible ante la magnitud de lo que se le venía encima, pero su actitud de ayer se parece a la del que se suicida por puro miedo a la muerte. Es verdad que, en un mundo ideal, las tremendas cesiones territoriales que debía hacer Israel (la mayor parte de Cisjordania a los palestinos, y la totalidad de las alturas del Golán a Siria) requerían de la máxima amplitud de consenso nacional posible, volviendo deseable la presencia de al menos un partido religioso dentro de la coalición, de modo de legitimizar esas cesiones. Pero estaba visto que tratar de mantener en la coalición al Shas y al partido de izquierda laica Meretz al mismo tiempo era como tratar de unir el agua y el aceite, ya que el psicodrama político que ayer se cerró en Israel ya se había vivido antes, bajo el gobierno del premier (también laborista, también general, también de centroderecha) Yitzhak Rabin, que terminó con la salida de la ministra de Educación (también líder de Meretz) Shulamit Aloni. La diferencia es que esa crisis había tenido más fundamentos en el estilo confrontacional de Aloni, mientras que Yosi Sarid (el ministro de Educación y líder de Meretz que ahora sale del gobierno) solamente se oponía a seguir tirando shekels en el barril sin fondo de los ultraortodoxos.
La alternativa valiente (aunque sin duda riesgosa) con que contaba Barak era echar al Shas al desierto político y gobernar en minoría, dependiendo para todas las cuestiones vitales de la paz del tácito voto a favor de los diputados árabe-israelíes y del Partido Comunista. Pero el temple del general �que consideró esa opción, y la descartó por temer una guerra civil� falló en el minuto decisivo y ahora es difícil que su gobierno derechizado pueda evitar una confrontación en gran escala con los palestinos a más tardar para setiembre, cuando Yasser Arafat proclame el Estado independiente. 

 

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