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UNA OLA DE ASALTOS XENOFOBOS CON TORTURAS A QUINTEROS BOLIVIANOS
Otro oscuro huevo de la serpiente

Un nuevo ataque golpeó a la comunidad boliviana: un grupo encapuchado entró a robar y torturó salvajemente a dos hombres, hasta dejarlos inconscientes. Desde abril, los ataques ya son 50. Se investigan como robos, pero se sospecha que quieren echarlos por el valor de las tierras.

Una de las quintas atacadas en el último mes: todas están en la misma zona y las agresiones son similares. El golpe de ayer a la madrugada tuvo lugar al día siguiente que se dictaran los procesamientos.

Por Cristian Alarcón

�No creo en la coincidencias, pero cuando me di cuenta de la fecha se me puso la piel de gallina.� Hace un mes una patota de encapuchados torturó y robó a tres familias de quinteros bolivianos en la zona de Escobar. Ayer a la madrugada, en el aniversario de aquel hecho, una banda de entre ocho y diez hombres entró al grito de �¡policía!� a otra casa boliviana con el supuesto único objetivo de robar. Claro que para ello, como ya ocurrió en más de 50 casos, torturaron al jefe de familia, de 50 años, hasta que lo dejaron inconsciente. �Me colgaron de los testículos, me quemaron el pecho con una plancha para que les entregara la plata, me golpearon hasta cansarse�, le contó Fidencio Choque a este diario, internado con heridas graves. El fiscal Juan José Maraggi confiesa su escozor porque de nada parece haber servido que una banda haya sido detenida por lo ocurrido el 23 de mayo y seis personas procesadas anteayer por privación de la libertad, robo agravado y tormentos, cuando ahora tiene que escuchar a ese hombre que cuenta en una letanía cómo, a la misma hora de siempre, pasada la medianoche, el horror entró en su casa y en su cuerpo. Y le tocó escuchar el grito xenófobo de los encapuchados. 
Los asaltos a quinteros bolivianos de la zona de Escobar, Campana, Capilla del Señor y Pilar comenzaron a principios de abril, casi �coincidentemente con la proliferación sin medias tintas del discurso xenófobo de algunos medios�, señala a Página/12 Gabriel Jurusich, asesor legal del Inadi. De todos los asaltos sólo 21 han sido denunciados ante la Justicia. Aunque la Federación de organizaciones de la comunidad boliviana en Argentina cuenta ya a unas 80 familias afectadas en más de 50 diferentes ataques. Muchos de los afectados, llenos del pánico que reina en la zona de las quintas, jamás hicieron las denuncias. En los mismos robos estaba explícito el condimento de xenofobia y violencia que los tiñó a cada uno: los ladrones se especializan en amenazar a sus víctimas, atarlos, y estirar largas sesiones de golpes y torturas, que matizan con gritos que van desde el �boliviano de mierda� al más claro �vuelvan a su tierra�, o �dame la plata que le robaste a los argentinos�, siguiendo la lógica más publicitada de la xenofobia nacional. 
Detrás de esos gritos puede estar la clave, aún resistida desde la Justicia como hipótesis valedera, de lo que a esta altura luce como mucho más que una sucesión de robos. Fuentes del Inadi, organismo desde el cual se siguen de cerca la investigación y los casos no denunciados hasta el momento, admitieron a Página/12 que manejan otras hipótesis. Una de ellas es que los robos disfrazan en realidad una campaña violenta para ralear de bolivianos las zonas más preciadas para la expansión inmobiliaria de la zona, basada en la instalación de countries, clubes de campo y golf. Se trata del fenómeno económico de la última década, acompañado con fervor por las administraciones locales de la zona, desde el intendente Luis Patti, de Escobar, hasta su par Ricardo Bossani, de Exaltación del Cruz. Nada de ello pertenece aún a la hipótesis investigada por la Justicia, según le dijo a este diario en una entrevista el fiscal Maraggi. �Son grupos dedicados exclusivamente a obtener dinero de estos robos. No creo que haya otros motivos. Lo que pasa es que le tomaron el gusto a la tortura�, sostuvo, como ya había dicho hace un mes. Maraggi cree que la banda detenida días después del asalto a tres familias bolivianas en Los Cardales, partido de Exaltación de la Cruz, y encabezada por Osvaldo Dávila, un conocido entrenador de caballos del mundo del turf, sólo buscaba dinero. �Lo que pasa es que torturan porque de otra manera no consiguen lo que piden. Las personas bolivianas van entregando de a poquito. No estoy en la mente de estos delincuentes, pero me imagino que si este hombre �por Choque� hubiera entregado el dinero no hubiera sido tan agresiva la cosa�, opinó. 
Lo cierto es que la agresión consigue mucho más que botines de 3 mil pesos, como el que tuvieron que repartirse los diez ladrones que asaltaron a los Choque. �Hay zonas en las que ya se han ido el 50 por ciento de las familias bolivianas que alquilaban y hay muchas tierras en venta�, sostiene un dirigente de la comunidad. Así les pasó a los Villafañe, que tenían una quinta en Capilla del Señor. Primero llegó la persecución de la burocracia. �La Municipalidad les pedía que tuvieran los mismos servicios que un country, desde alambre olímpico a luces de primera y les ponían multas de hasta diez mil pesos.� Después vino el asalto, y con él las palizas, la amenaza de ahogar a los bebés, y la vieja práctica de la corriente eléctrica en los genitales. Eso no les dejó márgenes para las dudas. El lugar se vació de ciudadanos bolivianos. �En los últimos tiempos se ha poblado mucho de countries y el área no se puede expandir por el tema de las quintas. El negocio incluye la instalación de hipermercados y grandes centros de consumo en los alrededores, por eso no deja de tener lógica esa hipótesis�, sostiene Jorge Derra, concejal de la Alianza en Escobar. 
Para Jurusich, del Inadi, lo que no tiene lógica es pensar que la patota que asalta quintas se limita al oficio del delincuente. �Tienen una organización operativa, hacen trabajo de inteligencia para ingresar por vías alternativas y los montos que roban no alcanzan para cubrir todo eso con tantos partícipes�, opina. Para Jurusich, no sólo �se trata de un grupo xenófobo que está fuera de control�. Sino que, siendo que hay 6 detenidos, al cumplirse el mes del hecho por el que cayeron presos, otra patota vuelve a las andanzas, �es porque existen cerebros con poder que garantizan el funcionamiento impune de la banda�. Por eso una segunda hipótesis, admitida por una fuente oficial, es que no sólo se trata de xenofobia y asuntos económicos, sino que podría haber sectores de �los entornos de algunos políticos que sustentan lo que está pasando�. 
�Los asaltados son personas que tienen todo el dinero que han hecho escondido en un rincón �explica el fiscal�. El consulado y el Gobierno están viendo que se les pueda abrir cajas de ahorro fácilmente para que lo guarden.� Lo cierto es que la colección de historias sobre cómo las patotas de encapuchados además de robar han torturado en la zona rodeada de los más exclusivos countries van desde la picana al submarino, pasando por atar a los niños a las sillas y obligarlos a ver cómo se atormenta a sus mayores, tal como ocurrió el 23 de mayo. Por eso el fiscal Maraggi sí admite que no cree en las coincidencias y que al ver esa especie de mensaje se le puso la piel de gallina. �¿Por qué no cree que el móvil es la xenofobia?�, le preguntó este cronista. �Espero que no seamos tan animales�, dijo. 


Claves

Son 79 las familias de quinteros bolivianos atacadas desde principios del mes de abril.
De ese total, sólo veintiún casos fueron denunciados. 
La justicia de garantía dictó el auto de procesamiento a seis miembros de una banda que fueron detenidos hace un mes, después de varios allanamientos en los que se secuestraron capuchas, armas largas y objetos que habían sido robados a las víctimas.
Los ataques mantienen idéntico modo de operar: la banda habitualmente trabaja en un grupo que reúne de ocho a doce personas. Actúan encapuchadas.
Hubo torturas con corriente eléctrica, golpes a menores y, en la mayoría de los casos, alto grado de agresión y violencia. 
En los ataques existen provocaciones xenófobas. �Boliviano de mierda� o �Andá a hacer la plata a tu país�, fueron algunos de los dichos denunciados por las víctimas.
De los ataques no se llevan vehículos ni objetos de alto valor. 

Los chicos explotados

El gobierno de Bolivia estudia la repatriación de algunos de los 42 niños y adolescentes nacidos en ese país que eran explotados y sometidos a condiciones de esclavitud por ocho compatriotas suyos que viven en la Argentina, en la localidad bonaerense de Gregorio de Laferrere. El vicecanciller boliviano, Fernando Messmer, se refirió concretamente a los 14 menores de edad rescatados por la policía y que �no tienen ningún familiar en la Argentina�. 
De todos modos, Messmer opinó que habrá que tomar medidas �de largo plazo y permanentes� para impedir que salgan de Bolivia muchos niños y jóvenes. �Ahí tendrán que participar instituciones de defensa del menor y tomar recaudos para que no sigan saliendo del país�, dijo el funcionario, en declaraciones formuladas en la ciudad de La Paz. 
Los procedimientos realizados por personal de la Dirección Departamental de Investigaciones (DDI) de La Matanza y de la fiscalía N°2, permitieron poner fin a las actividades de una organización que se dedicaba a traer desde Bolivia a indocumentados, que ingresaban al país en forma ilegal, con la promesa de obtener un trabajo. 
Una vez en Laferrere, los llevaban a trabajar en talleres textiles clandestinos donde cumplían tareas diarias de 19 horas corridas. Por si fuera poco, los golpeaban, insultaban y escupían. Les permitían bañarse una sola vez por semana. Como comida recibían un plato de verduras o un guiso. Por la noche dormían casi apilados, todos juntos, reducidos a la esclavitud. Los chicos habrían llegado por vía aérea, procedentes de las ciudades bolivianas de Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra. Lo que se investiga ahora es cómo lograban superar la barrera de Migraciones. 

 

 

¿El país es xenófobo?

�Vulnerables a la agresión�
Alicia Oliveira *

�La Argentina es un país racista. Buenos Aires, por ejemplo, se considera blanca y europea. Así como la ciudad nunca quiso identificarse con los cabecitas negras, ahora no quiere confundirse con los latinos. Una de las razones de este tipo de discriminación es el costo laboral: en un mercado de trabajo con una importante desocupación, los inmigrantes bolivianos son vistos como grandes competidores. Por otro lado, este sector es vulnerable a la agresión y la explotación por el propio estado de indocumentación que padecen. Los campesinos son quienes viven la peor situación, porque ni siquiera cuentan con documentación en su país de origen y, entonces, terminan llegando a la Argentina como ganado, a bordo de un camión conducido por un transportista que les asegura el traslado luego de pagar a un gendarme 5 pesos por cabeza. Para que los bolivianos dejen de ser tratados como objetos, la Defensoría promueve la urgente documentación. Estamos convencidos de que es el mejor camino para que los inmigrantes comiencen a defender los derechos que tienen como personas.�

* Defensora de la Ciudad de Buenos Aires.

�El lugar de los negros�
Dalia Szulik *

�Aquí, la cuestión de fondo es cultural: nuestro país es ambiguo, por un lado, se dice hermano de los latinoamericanos y, por el otro, siempre quiere diferenciarse e imponerse como el mejor. De hecho, Buenos Aires siempre es considerada en otros países latinoamericanos como el París de América. La idea de que los bolivianos vienen al país a �quitarnos el trabajo� es más una percepción que una amenaza real. Las estadísticas del Indec indican que el grado de ocupación de estos inmigrantes es ínfima en relación con el conjunto de la población y, consecuentemente, jamás podría repercutir de manera significativa en el mercado laboral, ni para bien ni para mal. En las últimas décadas el componente inmigratorio pasó de ser europeo a latino. Pero, mientras la inmigración europea siempre fue bien vista y se la incorporó a nuestra historia, la inmigración latina es rechazada. Para decirlo llanamente: la inmigración blanca siempre fue bien recibida, pero los latinos ocupan en el imaginario el lugar de los negros, el mismo que alguna vez tuvieron los migrantes del interior, porque el mecanismo de discriminación es el mismo.�

* Socióloga del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales Gino Germani.

 

 

LA CAMPAÑA CONTRA LOS INMIGRANTES DESDE UN MEDIO
Las técnicas de la xenofobia

Por Sergio Kiernan

Los inmigrantes bolivianos, legales o no, y sus hijos argentinos, que son tan morochos como sus padres, están en el centro del racismo nacional. Es una víctima fácil, esta comunidad pobre que se sabe mal recibida, que no tiene una embajada poderosa que la defienda y que sospecha con razón que su sola presencia resulta un cuestionamiento a la idea argentina de la Europa sudamericana. La extraordinaria violencia ejercida contra las víctimas bolivianas de los asaltos en la zona de Encarnación de la Cruz y Zárate es una muestra de este frágil status. El hecho de que sea la única colectividad que sufra una campaña sistemática de ataques de un grupo de prensa es otra. 
La campaña comenzó hace tiempo en Radio 10, fundada y dirigida por el periodista Daniel Hadad. El desparpajo derechista de la radio, que se nota especialmente en la programación de la mañana, protagonizada por Hadad y por Oscar González Oro, fue gradualmente incluyendo contenidos más y más xenófobos. Pero donde Hadad realmente marcó posición fue en su revista, La Primera de la Semana, en una nota de tapa que coleccionó un record de repudios y un juicio penal. El 3 de abril, La Primera mostró en su tapa la foto de un morocho desdentado, que luego resultó ser trucada (el sujeto de la foto tiene la dentadura completa), con el título de �La Invasión Silenciosa�. Era la primera falsedad del artículo firmado por Luis Pazos, que distorsionó declaraciones ajenas e inyectó un racismo mal disimulado contra los inmigrantes, particularmente los bolivianos.
La descripción de los inmigrantes de la nota es calumniosa: sucios, tramposos, vagos, delincuentes, gustan de vivir hacinados y simplemente son demasiados. No es sólo porque hable mal de los inmigrantes que la nota resulta racista. Hay dos técnicas típicas de una campaña negativa y xenófoba. La primera es la generalización: en La Primera no hay matices ni individualidades. Todos los bolivianos son así, como dominados por un mandato biológico o nacional. La segunda técnica es la distorsión. Como en la vida real las cosas no son como las ve el racista, hay que describir la realidad de un modo falseado. �La Invasión Silenciosa� abunda en datos falsificados y declaraciones fuera de contexto:
  Se habla de una escuela en Flores que tiene �80 por ciento de alumnos extranjeros�, lo que no dejaría lugar para los argentinos. La escuela Juan Andrés de la Peña tiene en realidad 30 por ciento de alumnos nacidos en el extranjero, dato que La Primera hubiera obtenido fácilmente si alguien hubiera llamado para preguntar.
La nota afirma que el 20 por ciento de los presos en Argentina son extranjeros. En realidad, esta cifra corresponde a encausados en cárceles federales, o sea a 1250 extranjeros. 
Según Luis Pazos, el encuestador Rosendo Fraga �estableció que en el país hay 3.300.000 inmigrantes de países limítrofes y Perú.� Fraga desmintió a Página/12 haber afirmado que la décima parte de la población nacional es extranjera.
El uso de estas dos �técnicas� impulsó a un grupo de organizaciones de inmigrantes a querellar a Hadad y Pazos en los términos de la Ley Antidiscriminatoria. La Justicia federal investiga el caso bajo la carátula de �discriminación racial�. Lo que queda por preguntarse es qué impacto tiene esta prédica entre los que pasan a la acción, los que deciden �hacer algo� para frenar la invasión silenciosa. Esos que �empezaron robando, pero terminaron tomándole el gustito a torturar a los bolivianos�, al decir de uno de los investigadores de los ataques en Zárate.

 


 

�Me decían �boliviano de mierda, te vamos a matar��

Por Alejandra Dandan

Fidencio Choque resistía. �Boliviano de mierda �oyó�, te vamos a matar.� Fue casi eso. Sintió la plancha caliente fundirse en el pecho. Sintió torturas: �Me pegaron, me ahorcaron, me colgaron de los testículos�. Su casa está detrás de una quinta, en Escobar. Hay algo más de dos hectáreas de lechugas preparadas para la cosecha. El frente no tiene número, pero sí lo tiene su familia en esas estadísticas que la marcan entre las 79 familias de quinteros bolivianos víctimas de ataques. Fidencio está ahora en el hospital de Escobar. Allí contó a Página/12 esa historia de delirio criminal que lo dejó ayer internado. Pero, también, con algo que se convierte en síntoma: ahora sólo quiere dejar la tierra.
El hombre no tiene bronca. Y eso sorprende más que su pecho depellejado y quemado por una plancha caliente. Repite, ahora, cada uno de los movimientos dados por una banda que, sabe, entró encapuchada a su casa. Que lo quemó, que enredó pacientemente sus genitales con un cable. Que lo arrastró y terminó desmayándolo.
Fue en Matheu, uno de los barrios donde Escobar se cubre de chalets y pocas quintas. Fidencio vive en un campo de dos hectáreas y media. Hace dos años paga 300 pesos por mes a un italiano, Antonio Indaco, por el alquiler de esas tierras donde siembra tomates y verduras para el mercado local. Ahora su campo está listo para la cosecha. Por eso, el jueves, de noche, su mujer y sus hijas mayores no estaban en casa: habían llevado al mercado parte de la producción lograda. Todos ya habían terminado el plato de sopa de la cena. Antes que las mujeres partieran, el hombre fue hasta la camioneta para despedirlas.
Era casi medianoche. �Mi chiquito todavía estaba jugando�, dice Fidencio que le recomendó, entonces, que �orine y entre a la cama�. Ese chiquito tiene nueve años y es uno de las diez personas que habita la casa. El baño familiar no está adentro de casa. �Mi chiquito salió �sigue el hombre� y cuando salió gritó como si lo hubiera mordido un perro. Yo me asusté y salté a la escopeta pa�salir a ver.� 
Frente a su casa estaba la patota de �entre ocho y diez�. No habían usado la entrada principal, el frente de tierra sobre Víctor Manuel II. Media hora antes, a las 23.30, ese frente había sido controlado por un patrullero de Matheu. Esa ronda forma parte de los controles exigidos por los investigadores como consecuencia de la última ola de ataques a familias bolivianas. Pero el parte policial había llegado sin novedades. Según la información, no había extraños en el barrio. Pero la patota estaba cerca. No usó los caminos usuales para entrar a lo de Choque: los autos se metieron por atrás, destruyendo el alambrado. 
Ese fue el momento del grito. La escopeta del hombre no consiguió detener a la banda. Cuando salió, oyó:
�Somos policías. 
Estaban encapuchados, cuenta. Ahí mismo, dice, �me tiraron al suelo. Lo trajeron al otro pibe, a mi hija, a los otros dos changuitos�. Ese otro pibe es Alberto Albornoz, de 22 años. También a él lo torturaron. Los changuitos son el hijo de Fidencio y su nieto de siete años. �Ahí empezó la tortura �dice�, empezaron a pegarme, a pedirme la plata. Les entregué, pero no era suficiente: querían más.� Pero también chillaban buscando al patrón. Aunque el operativo muestra cierta inteligencia previa, la banda parece haber desconocido que Fidencio era dueño de la producción. Por eso no se identificó, dijo: �Es mi yerno, no está�. De todos modos, sabían que en casa existía dinero. Por costumbre, Fidencio como buena parte de sus paisanos, no usan los bancos para guardar sus ahorros. Por eso esa noche había plata en casa. Por eso, la exigieron. A los gritos y a más:
�Me pegaron, me quemaron con la plancha. Me ahorcaban. Me colgaron de los testículos. 
Nada de lo dicho lo explica de un tirón. Fidencio, ahora en un cuarto de la guardia, está fatigado. Su respiración suena fuerte cuando habla. Pero, también, existe alivio: �Yo pensé: acá se termina todo�. 
Mientras los golpes ocurrían, el hombre oyó �boliviano de mierda, si no me entregás la plata te mato�. Pero sólo algunos estaban con él. El resto revolvía y daba vuelta la cocina. Destruía las alacenas. Rompía las bolsas donde la familia acumulaba las verduras. Alguno de los azotes consiguió que Fidencio entregara algo del dinero. Primero fueron 100 pesos, más tarde otros 200. Pero la entrega no bajó la furia. Ataron a los nenes y gritaban: �Los matamos si no cantás�. Y acercaron corriente eléctrica.
Fidencio habla de uno de ellos. �El encapuchado era el más malo.� Era el más grande de una banda que promediaba los veinte años. Era el patrón: �Quería la plata: decía que yo tenía más�. Pegaba. 
�Con una cosa que dolía tanto: parecía una cadena. Vi un palo con una cosa en la punta. 
No hubo mucho más tiempo de conciencia. �Me rompieron todo. Perdí la conciencia cuando me ahorcaron�. No hay más recuerdos. Sólo un cuchillo. Hasta que encontraron los 2000 dólares. La hija de Fidencio, ya atada, habló de ese dinero. No estuvieron mucho más en la casa. Sólo el tiempo para romper muebles y reventar las gomas de la camioneta. Antes de irse, la patota se llevó las mejores ropas de la casa. Esas con marcas reconocidas estampadas sobre alguna etiqueta. Ahora Fidencio quiere dejar el lugar:
�Voy a seguir unos meses más �cuenta� y después me voy a ir.� 

 

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