Por Esteban Pintos
Ocurrió un día del verano de 1944, en Nueva York. Aquél fue el momento en que se conocieron Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs, la santísima trinidad del movimiento beatnik. Y después de ese encuentro nada fue igual para la cultura de EE.UU. de las siguientes décadas, hasta la actualidad. Centrado en esas figuras icónicas y su obra �inmensas ambas�, el documental The Source, realizado por Chuck Workman, visto en Buenos Aires durante el IIº Festival Internacional de Cine Independiente, luego emitido durante junio por la señal de televisión premium Cinemax y con un posible estreno en cine previsto para los próximos meses, explora en la razón de ser beat y el legado que la corriente dejó para los tiempos.
A través de un entretenido y bien documentado recorrido con imágenes de archivo, entrevistas, misceláneas de la época (publicidades, reportes de noticieros, dibujos animados e incluso la pregunta �¿quiénes fueron los beats?� en el popular programa de preguntas y respuestas �Jeopardy�) y las participaciones especiales de los actores Johnny Depp, Dennis Hopper y John Turturro recitando textos del trío, la realización de Workman permite saber y ver, aun para quienes poco conocen de su existencia, cómo es que tipos de la calle irrumpieron en el sacrosanto mundo de la literatura y desde ahí provocaron una agitación tal que modificó hábitos, costumbres, imagen y hasta el lenguaje de una época. Desde la literatura (con On the road, de Kerouac, como buque insignia), el movimiento representó ciertamente el primer instigador intelectual de los siguientes movimientos contraculturales que surgieron en Estados Unidos y se expandieron por el mundo en los sesenta, más claramente, con el pacifismo, los derechos civiles, el hippismo. Los beatniks tomaron el rol de verdaderos subversivos en un país que, envalentonado de patriotismo tras la victoria en la Segunda Guerra Mundial y con la famosa �caza de brujas� en todo su esplendor, no lograba comprender qué era eso. Patente es, en ese sentido, una entrevista televisiva en la que se puede ver a Kerouac �visiblemente borracho, por cierto� contando en cuánto tiempo escribió On the road, ante un atónito periodista que sólo atina a bromear sobre el �estado� etílico del escritor. �Siete días�, dice Jack antes de eructar en cámara. Y está todo dicho.
Tal vez el mayor atractivo del trabajo de Workman �quien es responsable habitual de los montajes que ilustran los homenajes a la historia del cine en cada ceremonia de entrega de los Oscar� resida en su habilidad para elaborar un collage sonoro-visual que respeta los tiempos y estilos de edición MTV. Un estilo apropiado para �iniciar� espectadores que no tengan mucha idea de quién fue el tal Ginsberg ni sus contemporáneos. Y no le queda mal ese golpe de timón estético, tratándose como se trata de �literatura�: ver y escuchar, por ejemplo, a Dennis Hopper recitando un fragmento de The naked lunch con la canción �Kool thing� de los hipervanguardistas Sonic Youth como banda de sonido, parece muy apropiado. Viajando hacia atrás en el tiempo, otra escena patentiza la relación: Ginsberg y Bob Dylan, parados frente a la tumba de Keroauc, pensando en nada. O en todo, tal vez. De hecho, buena parte de cierta revalorización beatnik que ocurrió en los noventa tuvo que ver con el rock. Por ejemplo, las últimas apariciones de Ginsberg y Burroughs sucedieron en sendos videos de U2. Mr. Allen recitó la letra de la canción �Miami� acompañando un especial sobre la aparición del último disco de los irlandeses y el escritor junkie por naturaleza, emergiendo tras un haz de luz en el clip de �Last night on earth�. De todo eso se nutre el elemento paratextual presente en cada una de las referencias literarias presentes, una sensación de aquí y ahora que tienen esos libros escritos hace ya medio siglo.
Empezaban los cincuenta y la revista Life, una institución americana como la Coca-Cola, los jeans y la televisión, inició una investigación sobre el naciente movimiento literario que golpeaba la conciencia más limpia del american way of life. Y fue a por la opinión de Allen Ginsberg. El hombre que semejaba un hippie antes de que los hippies existieran en sí mismos contestó: �Yo pensé �Jesús, si ellos piensan que tenemos algo para decir, tal vez hayan percutido el gatillo de una pistola��.
�La expansión de la conciencia�
Las siguientes opiniones fueron publicadas por la revista estadounidense Rolling Stone después de la muerte de Allen Ginsberg, en 1997.
William Burroughs: �La gente del movimiento beat �yo, Gregory Corso, Allen Ginsberg, Jack Kerouac� éramos artísticamente distintos. Pero estábamos juntos en el simple concepto de la apertura y la expansión de la conciencia�.
Gregory Corso: �Pienso en Allen (Ginsberg) como en el capitán de un barco que trajo una gran carga y la depositó aquí. El era la Generación Beat. Fue un santo y el único poeta políticamente efectivo de mi vida. Creo que no me enseñó demasiado bien cómo vivir. Pero sí me enseñó cómo morir�.
Lou Reed: �Las letras del rock moderno serían inconcebibles sin la obra de Ginsberg. Las sacó de una cosa realmente mediocre y las convirtió en algo más interesante y relevante�.
Jim Jarmusch: �Cuando leí Ginsberg por primera vez, de adolescente, recuerdo haber sentido que las cosas se abrían, y que la vida era algo más que crecer para ser un reparador de heladeras en Akron, Ohio. Ser un chico de Akron tiene esas cosas mágicas: leés a Burroughs, a Ginsberg, y escuchás a Ornette Coleman. Venís a Nueva York y terminás conociéndolos. Para mí fue asombroso�.
Bono: �Allen era extraordinario. Ahora hay mucho más de estilo minimalista, la literatura del tipo post Carver. Pero ese lenguaje borracho todavía sobrevive. Si pensás en aquello, la impetuosidad de los �60 y la confusión de todo eso, creo que la postura de Allen permanece segura�. |
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