Por Laura Vales
Dice la leyenda que en Santiago del Estero Nina es el verdadero poder detrás del poder. Que ha echado a ministros en un ataque de furia y ha encumbrado a otros después de recibir un ramo de rosas. Que convirtió en diputada a su empleada doméstica. Que nada, pero absolutamente nada, escapa a su control. Mercedes Marina Aragonés �o la señora Nina, como ella prefiere que la llamen� es la vicegobernadora de la provincia y lleva casi medio siglo de vida en común con el gobernador Carlos Juárez, el caudillo que transita por su quinto mandato al frente de la comarca. En Santiago del Estero a nadie le sorprende que el nombre de esta mujer se haya vinculado directamente a la censura contra la obra de teatro El Cartero. Para todos, es una actitud típica de la dama.
�Cómo va a sorprenderme si por órdenes suyas los varones del PJ no podemos ni juntarnos a tomar un café con la rama femenina �se lamenta, vía telefónica, un militante del peronismo local.
Y previene que �después de decirle esto, no sé si mañana sigo en mi trabajo�.
En la capital de la provincia hay una verdadera paranoia sobre Nina y los teléfonos pinchados. En rigor, el temor abarca la posibilidad de que cualquier comentario acerca Nina, telefónico o no, llegue a sus oídos y genere represalias. Por aquellas tierras abundan las anécdotas sobre la supuesta impiedad con que la señora maneja a los empleados públicos. �El problema es que casi todos somos empleados públicos o tenemos a alguno en la familia�, aclara, por si hace falta, el santiagueño desde el otro lado del teléfono.
Mercedes Marina Aragonés ya cruzó la línea de los setenta años, pero parece tener veinte menos que Carlos Juárez. En realidad, ambos sólo tienen nueve años de diferencia. Obsesiva por la limpieza y con poca simpatía por los primeros planos, Nina vive rodeada de una custodia impresionante, casi no visita los restaurantes y lugares públicos de Santiago y está acostumbrada a que la policía corte la calle cada mañana a las 8.30, cuando sale de su casa para viajar hasta la sede del gobierno provincial. Tal vez por un resabio arrastrado desde el �Santiagazo�, cuando su casa fue saqueada mientras frente a las cámaras de televisión grandes y chicos disfrutaron probándose sus tapados y exhibiendo sus ropas íntimas.
Dos años después de aquella rebelión popular, en 1995, Juárez asumió su cuarto mandato como gobernador y aprovechó la ocasión para dar toda una definición de su mujer: �Tiene un temple extraordinario, mejor dicho un temple de macho�, sostuvo desde el palco. Paradita junto a él, Nina sonrió y todos entendieron quién llevaría los pantalones en el nuevo gobierno.
Sin embargo, nadie imaginaba todavía que llegaría a festejar su propio triunfo, como segunda de la fórmula Juárez-Juárez en las elecciones del �99. Escoltada, por si fuera poco, por el entonces presidente Carlos Menem y el entonces candidato del PJ a la Rosada, Eduardo Duhalde.
Marina Aragonés había empezado a construir ese camino cincuenta años antes, cuando era una veinteañera de belleza célebre. La vicegobernadora todavía conserva algo de aquel porte que arrancaba suspiros cuando era una estudiante más del magisterio y atravesaba la plaza con su guardapolvo blanco. El gobernador se enamoró de ella de un solo vistazo y para siempre.
Juárez venía de un matrimonio anterior y tenía tres hijos. En el �52 se fueron a vivir juntos a Buenos Aires. Y a fines del segundo gobierno de Perón, con la sanción de la Ley de Divorcio, no lo dudó un instante:
�Encargate de todos los trámites �casi rogó a su amigo, el abogado Italo Luder.
Se casaron apenas todo estuvo terminado, pero los buenos tiempos duraron poco. Bastaron unos meses para que Nina viera cómo la Revolución Libertadora le quitaba a su marido para confinarlo en la vieja cárcel dela avenida Las Heras. La detención, bajo los cargos de traición a la patria, fue el primer capítulo de una larga historia con tintes de culebrón mexicano.
Su episodio más oscuro llegó con el golpe de 1976, cuando Juárez se subió a un avión rumbo a México mientras ella se quedaba sola, tras las rejas de la cárcel de mujeres de Santiago. Nina nunca le perdonó ese abandono. Atravesó el tiempo muerto de la prisión aferrándose a la lectura de novelas policiales que le acercó un amigo. Mientras Juárez se acomodaba en un exilio que lo llevó después a España, donde sólo mucho más tarde volvieron a encontrarse, cuando ella recuperó la libertad condicional y se subió a un avión rumbo a Europa.
Unos dicen que la cárcel la convirtió en otra. Otros que, en realidad, la transformación fue anterior. Lo cierto es que ya desde 1973, cuando las elecciones devolvieron al caudillo a su provincia con un segundo mandato como gobernador, Nina dejó en claro que no estaba dispuesta a preocuparse sólo en tender camas y preparar la comida. No pidió ningún cargo, pero se aseguró un buen despacho en la casa de gobierno y desde allí comenzó a organizar la famosa rama femenina. La misma que sigue presidiendo.
En Santiago, hoy las amas de casa cobran jubilación y las madres solteras un subsidio. Las militantes de la rama le responden sin fisuras y en los últimos años su organización creció con el reparto de puestos de trabajo y la beneficencia. Las afiliadas ganaron fama de chicas rápidas para lanzar paraguazos contra los compañeros �rebeldes� y siempre listas a la hora de desarmar cualquier conato de protesta en la administración pública. Entre sus últimas hazañas, estas mujeres, a quienes Aragonés llama �mis Quijotes con falda�, molieron a palos a un funcionario con el que no estaban de acuerdo.
En poco tiempo, dice Francisco López Bustos, un dirigente histórico del justicialismo santiagueño, �Aragonés amplió su influencia a punto tal que en estos días cualquier mujer que aspire a tener un cargo en la administración pública tiene que hablar antes con la señora para recibir su visto bueno. Todas las mujeres son designadas por ella. En los tribunales creó una área femenina, de alrededor de 70 contratadas. Como se podrá imaginar, controlan todo. Está además la policía femenina. Y, por supuesto, maneja la rama femenina del Partido Justicialista, esa fuerza de choque más poderosa que los sindicatos o que la Juventud�.
López Bustos sacará también el tema favorito de los santiagueños:
�En cuanto a lo que se dice sobre el asunto del espionaje �dirá sin que medie ninguna pregunta� yo no he sentido nunca la sensación de que me hayan pinchado el teléfono. En cambio es pública y notoria la chismografía y la alcahuetería que han impuesto en la rama femenina. Eso, le aseguro que sí existe.
En los tiempos en que la Constitución provincial no le permitía la reelección, Juárez se aseguraba de designar al sucesor. �De los 80 en adelante, sujetó todo al veto o a la aprobación de su señora�, aclara un dirigente que supo compartir las viejas épocas con el caudillo. El ex funcionario relata el caso de Carlos Iturre, que en 1987 estaba a un paso de obtener la bendición del caudillo para ser candidato a gobernador, cuando Juárez le advirtió que el problema era que había que convencer a su mujer. Nina estaba distanciada de Iturre y ni siquiera quería verle la cara. �Llevale un ramos de rosas a la señora�, le aconsejó el marido, viejo conocedor de sus debilidades. Iturre multiplicó los ramos y el esfuerzo y después de escuchar las recriminaciones de rigor y de algunas idas y venidas consiguió su objetivo: se convirtió en gobernador.
Un buen día Aragonés, como secretaria de Desarrollo Social, consideró que el edificio del ministerio no le gustaba e instaló su despacho en la sede de la gobernación. Desde el conmutador de su despacho solía llamar a Iturre para que bajara a verla cada vez que lo necesitaba. Hasta que el hombre se cansó. �Acá yo soy el gobernador. Si quiere, venga a verme usted�, le espetó un buen día. Fue el comienzo de una guerra que hizo que durante años el gobierno no pudiera estabilizarse y el gobernador no tuviera ni un día de tranquilidad.
A Juárez le gusta parangonar su historia con Nina con la de Perón y Evita. �Más en pequeño �explicó, salvando las distancias, en la última campaña electoral� es lo que estamos viviendo los santiagueños.� Sus subordinados ya tienen hace mucho incorporada a la rutina de los actos públicos la costumbre de agregar, ante cada mención al gobernador, la frase de rigor: �...y su señora esposa Mercedes Marina Aragonés de Juárez, autora de la primera ley de amas de casa que tuvo el país�. El otro título de rigor para nombrarla es �Protectora de los humildes�.
En privado, la explicación que tienen los íntimos y los que observan la situación hace años es simple: el gobernador no puede vivir sin ella, ni ella sin su ambición.
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