Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

OPINION

Crecer a lo loco es malo

Por Julio Nudler

Cuando ya expira el segundo trimestre, el gobierno de la Alianza ha podido finalmente mostrar su primer gran éxito económico: el Producto Bruto quebró la mala racha y logró crecer casi un punto –es decir, 0,9 por ciento– en el primer trimestre. Es verdad que este ritmo es inferior al del crecimiento demográfico, y representa por tanto una nueva merma en el ingreso per cápita, pero este inconveniente podrá pronto solucionarse gracias al envión que recibirá la educación sexual. Lo válido es que la economía argentina es cada vez más grande. Nada importa que a un ritmo del 0,9 por ciento tardaría varios años en recuperarse de la caída de 3,1 por ciento que sufrió en 1999. Ahora se sabe que el retroceso iniciado a mediados de 1998 fue sólo un paso atrás para cobrar nuevo impulso. Sólo debería admitirse, quizá, que fue un paso demasiado generoso.
Es también motivo de satisfacción que esta promisoria expansión haya podido lograrse a pesar de un nuevo aumento en el desempleo, lo que demuestra matemáticamente una mejora en la productividad. La Argentina necesita dar trabajo a menos gente para generar un Producto igual o hasta mayor. Pocos países pueden darse este lujo, como lo demuestra la bajísima desocupación que hay en Estados Unidos o Japón, y el significativo descenso del desempleo en la Unión Europea. Por esta razón, el gobierno de Fernando de la Rúa, desentendiéndose de los ociosos, pasó a operar sobre las horas extra. Su objetivo es demostrar que el PBI puede crecer aún más sin necesidad de faenas suplementarias.
En un contexto mundial relativamente benigno, como fue el del primer trimestre, y con Brasil recobrando impulso, la Argentina consiguió una vez más diferenciarse, exhibiendo una economía apenas reptante, débil de consumo y escuálida de inversión, pero con una encomiable performance exportadora, aunque las exportaciones no cuenten mucho en el conjunto. Se trata, hay que advertirlo, del desdeñable costado de la demanda. Lo que importa es la oferta, y es allí donde los servicios muestran la nueva faceta posindustrial del país. En cualquier caso, lo que conviene es un crecimiento lento pero sólido, con buenos fundamentos, y no una expansión alocada que genere burbujas y recalentamientos. Los argentinos aprendimos esa lección, y preferimos mantener indicadores fríos.
Ahora quizá quieran los esquemáticos técnicos del Fondo Monetario poner en duda la meta anual de crecimiento, que fue fijada en 3,5 por ciento. Frente a cualquier cuestionamiento, el equipo económico deberá aclararles que esa estimación es un techo, y que cuanto más por debajo de él estemos, mejor será para la salud de la Convertibilidad, que es lo único que importa.

 

PRINCIPAL