Por Leonardo Moledo
Por enésima vez se anuncia la decodificación del genoma
humano, esta vez a cargo de los dos rivales científicos: el Proyecto
Genoma Humano (PGH), una iniciativa internacional encabezada por Estados
Unidos, y Craig Venter, el controvertido director de la empresa privada
estadounidense Celera. Ayer anunciaron haber logrado un mapa
del 97 por ciento del genoma humano. No es que uno dude, pero hace un par
de meses, en un confuso episodio, que mezclaba hechos científicos
y bursátiles, Craig Venter había proclamado la decodificación
del 99 por ciento. La autoinsistencia es comprensible si se toma en cuenta
la magnitud del proyecto: descifrar los 3000 millones de letras
del ADN humano es sin duda alguna uno de los mayores logros científicos
de la humanidad. Algunas precisiones.
El genoma es el conjunto de los
genes que, herencia mediante, determinan las características de una
especie. En este caso (genoma humano) de la nuestra.
El GH está compuesto de
unos cien mil genes.
Un gen es un trozo de ADN (ácido
desoxirribonucleico), compuesto, a su vez, por una secuencia de bases químicas
(nucleótidos). Estas bases químicas son cuatro (adenina, timina,
citosina y guanina). La secuencia específica de estas bases en un
gen determina la función y lo que ese gen hace, del mismo modo que
la secuencia de puntos y rayas en un mensaje en morse determina de qué
palabra se trata.
Así como el orden de puntos
y rayas en morse determina de qué palabra se trata, el orden de las
bases determina qué proteína se fabricará a partir
de ese gen.
Los cien mil genes comprenden,
en total, unos tres mil millones de bases.
La falla de un gen (una composición
defectuosa) determina que la proteína codificada por él no
se fabrique, o se fabrique mal, y produzca cualquier tipo de deficiencia.
Hay enfermedades, como el síndrome de Hutchinton que se deben al
mal funcionamiento de un gen específico.
Algunos genes tienen funciones
más generales, como controlar el correcto funcionamiento de otros
genes; prenderlos o apagarlos para que entren en
acción o dejen de actuar.
Saber el código genético
(y la función que cumple cada gen) permitirá, en muchos casos,
elucidar si tal o cual enfermedad se debe o no a la falla de un determinado
gen, y eventualmente, corregirlo.
Es decir, abrirá las puertas
para las terapias génicas: ante una falla genética, se podrá
diagnosticar, y, quizás, activar o desactivar, y en una de ésas
reparar a los genes que están molestando. Si por ejemplo
falla el gen que comanda la producción de insulina, se podría
introducir en el genoma un gen correcto, o si un gen produce
alguna proteína peligrosa, se lo podría bloquear
para que ésta desaparezca.
Es probable que una vasta gama
de enfermedades, incluyendo diversas formas de cáncer, enfermedades
cardiovasculares y males hasta ahora incurables, trastornos del sistema
inmunológico y las degeneraciones nerviosas y cerebrales como el
mal de Parkinson o de Alzheimer tengan origen genético. Saber cuáles
son los genes involucrados permitiría diseñar terapias más
avanzadas, siempre y cuando las enfermedades en cuestión se deban
a una disfunción genética.
Lo cual, dicho sea de paso, explica
el interés de las compañías farmacéuticas por
un negocio multimillonario, y la controversia sobre las patentes.
Es muy auspicioso que los científicos
del proyecto y Venter acordaran solucionar sus diferencias y reivindicar
conjuntamente esta hazaña científica.
A pesar de lo cual, sigue siendo
dudoso que se preserve el reclamo de los científicos del Proyecto
Genoma Humano, que sostienen que elconocimiento del genoma debe ser patrimonio
de la Humanidad en su conjunto y no debe estar sujeto a apropiación
privada.
La magnitud del logro científico, sin embargo, no debe dejar paso
a la fantasía y la ciencia ficción: no estamos a las puertas
de la fabricación de seres humanos a medida (signifique esto lo que
signifique), no hay ninguna evidencia de que rasgos básicamente culturales,
como la inteligencia, la belleza (en el improbable supuesto de que sepamos
qué significan inteligencia o belleza), o
determinadas aptitudes (musicales, físicas, creativas) estén
relacionadas con la genética. Tampoco hay que esperar que las terapias
génicas sean la panacea y la solución de todas las enfermedades.
La apocalíptica utópica, benéfica o maligna, es muy
común ante cada adelanto científico-técnico de importancia
(pasó con la electricidad, con la radiactividad, con la microbiología,
con la carrera espacial, con la informática, con la energía
nuclear, está pasando con Internet en este mismo momento). Es verdad
que, seguramente, la biotecnología planteará problemas éticos
y morales nuevos (y tal vez peligrosos) que requerirán soluciones
nuevas, pero también es verdad que el reduccionismo genético
(la creencia de que todas las aptitudes del ser humano están codificadas
en los genes, hecho del cual no hay hasta ahora ninguna evidencia) puede
ser mucho más peligroso todavía.
El
anuncio analizado por dos científicos argentinos
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Lucio Castilla*
Se abre un debate ético
El
anuncio común es el resultado de negociaciones que fueron
incentivadas desde la Casa Blanca para que el grupo público
y el privado no compitan en esta etapa. Muchos científicos
en EE.UU. estaban pidiendo que minimicen esta competencia, que
no hacía otra cosa que menospreciar o subestimar la importancia
de esta investigación.
Además, se anuncia que todo el público va a tener
acceso a esta información. En los últimos meses,
Craig Ventor se mostró mucho menos interesado en patentar
genes que hace un año. Lo que él quiere patentar
son usos específicos para el desarrollo de drogas, y eso
sí es aceptado por la comunidad científica: las
compañías farmacéuticas o biotecnológicas
que quieren invertir dinero para desarrollar fármacos para
curar una enfermedad ocasionada por un gen, pueden hacerlo. Patentar
los genes significa prohibir o impedir que otros laboratorios
hagan la misma investigación. Había un rechazo muy
grande y creo que se dieron cuenta. La secuencia, ahora, está
en Internet, a disposición de todos.
Se abren muchas posibilidades. Por un lado, el diagnóstico
de enfermedades. Al conocer toda la secuencia de ADN de un gen,
pueden desarrollarse métodos diagnósticos muy eficientes.
Por otro lado, al conocer todos los genes que hay en las células
se puede saber qué gen está relacionado con una
enfermedad. A partir de eso se pueden desarrollar compuestos químicos
específicos. La terapia génica va a ser una de las
más grandes beneficiadas.
Pero también se abre un debate ético y moral muy
importante. El paciente tiene que tener el derecho de no hacer
el diagnóstico si se lo exige el empleador o su cobertura
de salud, porque puede ser una fuente de discriminación.
Hoy no existe ninguna legislación, ni siquiera en los Estados
Unidos, que proteja al paciente de eso.
*
Investigador argentino. Trabaja en el Instituto Nacional de Investigaciones
en el Genoma Humano, en Washington DC.
Mariano Levin*.
Invertir en
investigación
La
integración de los proyectos público y privado corresponde
a una etapa precompetitiva. La competencia empieza ahora, porque
esta información es patrimonio de la humanidad. La participación
privada aceleró el proyecto oficial: estaba anunciado para
el 2005 y logró concluirse en el 2000. La información
disponible permitirá mejorar el diagnóstico de enfermedades
complejas con raíz genética, como la diabetes, el
Mal de Alzheimer, el Parkinson o determinados tipos de cáncer.
Pueden elaborarse terapias de dos tipos: el reemplazo de genes
que funcionan mal y el desarrollo de nuevas drogas adaptadas al
perfil genético de cada paciente. Pero para nosotros esta
información no significa mucho porque no estamos en condiciones
utilizarla.
El problema para nosotros es que no estamos equipados. El trabajo
científico a este nivel requiere de equipamiento pesado:
secuenciadores automáticos de última generación,
aparatos de espectroscopia y robots para automatizar una serie
de reacciones. Y también se necesitan recursos humanos
mejor pagos.
Nosotros estamos trabajando en el secuenciamiento del genoma del
Tripanosoma Cruzi, el parásito causante del Mal de Chagas.
Una investigación que no vamos a poder completar porque
se ha conformado un consorcio entre Estados Unidos y Suecia para
trabajar en ese proyecto con muchos más recursos. Esa investigación
no ha sido importante para el gobierno argentino y sí para
los Estados Unidos.
Este año tenía que haberse lanzado el programa de
equipamiento de material pesado para este proyecto, pero no se
hizo. No se ha tomado conciencia de la necesidad de invertir en
investigación científica para el desarrollo estratégico
de la Argentina.
*
Investigador del Instituto de Ingeniería Genética
y Biología Molecular, dependiente del CONICET y la UBA.
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