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El grado de inversión, ese objetivo tan deseado

Los financistas están obsesionados con la mejora de la nota de Argentina. Para ello insisten con más y más ajuste fiscal.

t.gif (862 bytes)  “Si las principales variables económicas de Argentina evolucionan como en los últimos siete años, el país tardará quince años en conseguir la categoría investment grade”, sostuvo ayer Francisco Luzón, economista del Banco Santander Central Hispano. La Asociación de Bancos de la Argentina organizó, en el marco de su reunión anual, un panel para discutir un tema que el sector financiero considera crucial: cómo alcanzar la máxima calificación que otorgan las agencias de evaluación de riesgo internacionales. Así como Luzón, los consultores Martín Redrado y Julio Piekarz se manifestaron abiertamente pesimistas sobre la capacidad de Argentina de mejorar su nota en el corto plazo.
El único camino para torcer esa perspectiva, de acuerdo a los analistas de la city, es profundizar la receta de la ortodoxia económica: eliminar el déficit fiscal, reorganizar el Estado, abrir la economía y apostar a una asociación comercial con Estados Unidos. El debate sobre cómo alcanzar la calificación investment grade (grado de inversión) obsesiona a los financistas. Es un tema recurrente entre los financistas. A pesar del clima recesivo que soporta la economía desde la última parte de 1998, los banqueros insisten con apretar al máximo el torniquete del ajuste fiscal, si se pretende obtener aquella nota. Otros sectores, como el Grupo Productivo y de manera creciente entre los legisladores de la Alianza, sostienen que esa fórmula lleva hacia una agudización de la recesión.
Curiosamente, el presidente del Banco Central, Pedro Pou, discrepó ayer con otros voceros de la ortodoxia. “El investment grade no es la meta más ambiciosa que podamos plantearnos, dados los recursos con que contamos”, dijo el funcionario. “Investment grade significa garantizar a nuestros acreedores nuestra voluntad y capacidad de repago. No necesariamente significa ser un país desarrollado, eficiente y competitivo o tener una distribución aceptable del ingreso”, enfatizó.
Por el contrario, Luzón, Piekarz –presidente de Investment Bankers– y Redrado –director de la Fundación Capital– subrayaron que la mejora en la calificación de Argentina es fundamental para el desarrollo económico. Con la nota investment grade caería el costo de financiamiento del Estado y del sector privado, y el país se mostraría más atractivo para los inversores extranjeros, señalaron. Actualmente, Argentina está a dos escalones de esa calificación para la agencia Standard & Poor’s, y a cuatro para su competidora Moody’s.
Los analistas se manifestaron preocupados por la demora que el país tendría en obtener la máxima calificación. “Nos preocupa que la recuperación económica esté siendo menos intensa y amplia de lo que todos habíamos previsto”, sostuvo Luzón. Sin embargo, elogió la actitud del Gobierno frente al problema de la recesión. “No se puede dejar de reconocer que las autoridades han enfrentado las dificultades con rigor, realismo y contundencia. Profundizando las reformas estructurales y manteniendo el rumbo de la ortodoxia”, puntualizó.
Una visión similar transmitieron Piekarz y Redrado. Pero remarcaron que deben darse más señales a los mercados para bajar el riesgo país. “Hace falta una eliminación inmediata del déficit fiscal, generar un horizonte superavitario, mantener la estabilidad monetaria, la apertura y acercarse a regiones del mundo en crecimiento”, sostuvo Piekarz. Redrado, por su parte, señaló que “se necesita sobreactuar la disciplina fiscal para ser creíbles”. Y pronosticó que “sin reformas estructurales inmediatas, es imposible llegar a investment grade antes de cinco años”.

 

MACHINEA ADMITE QUE LA DESOCUPACION AUMENTO
Preparándose para el mal trago

El ministro de Economía, José Luis Machinea, reconoció ayer que la tasa de desocupación de mayo último podría rondar entre 14,5 y 14,7 por ciento de la población económicamente activa. Si en ese rango estuviera la cifra de la desocupación, que dará a conocer oficialmente el Indec el 20 de julio, “a mí no me sorprendería”, aseguró Machinea, aunque negó contar por el momento con información precisa sobre el tema. En octubre último el registro fue del 13,8 por ciento, pero la comparación más justa –para evitar la estacionalidad– es con mayo del año pasado, cuando la tasa fue del 14,5 por ciento.
Como es sabido, en mayo suele aumentar el número de personas que sale a buscar trabajo, en relación con las mediciones de agosto y octubre, cuando –dada la altura del año– hay un mayor cantidad de gente que, desalentada ante la falta de oportunidades laborales, abandona la búsqueda. Este dato, sumado al hecho de que –según lo demuestran las encuestas del Ministerio de Trabajo– el empleo siguió cayendo en los primeros cinco meses del año, lleva a la conclusión de que la tasa de desocupación debería ubicarse en mayo en el mismo nivel que igual mes del año pasado o ser incluso superior. Esto es lo que estarían indicando los informes muy preliminares que manejan en el Ministerio de Economía.
“Yo dije en su momento que los síntomas de recuperación los íbamos a tener en el segundo semestre y no en el primero”, justificó el ministro. Y consultado sobre si el Gobierno estaba elaborando un plan especial para reducir la desocupación, agregó: “La idea es, si podemos, juntar varios de los fondos de los programas sociales que hay en los distintos ministerios y que son muchos, alrededor de 94, en no más de 10”, señaló.
Otro ministro que salió a abrir el paraguas sobre los índices de desempleo fue el de Trabajo, Alberto Flamarique. Dijo que “es muy probable” que la tasa se ubique levemente arriba del 14,5 por ciento.
“Estamos en un proceso de transición entre una nueva economía y la economía tradicional, hay una destrucción grande de puestos de trabajo, y además no ha habido crecimiento productivo”, fue el argumento elegido por Flamarique para explicar por qué la primera medición de la desocupación del gobierno de la Alianza seguirá siendo desalentadora. En esa misma línea, continuó: “Recién estamos saliendo de la recesión más larga de la historia argentina. Esta crisis de casi 26 meses sin crecer es similar a la del ‘29 en cuanto a duración y profundidad de recesión y depresión económica. Entonces, para que se creen puestos de trabajo tiene que haber crecimiento de la economía, sino no hay magia en esto”, afirmó.
A diferencia de Machinea, Flamarique arriesgó otro camino en la búsqueda desesperada de algunos sectores del oficialismo en dar respuesta a las crecientes demandas sociales. El ministro de Trabajo insistió con la necesidad de abrir un diálogo con la Iglesia, “que tiene un contacto social permanente a través de todas las parroquias, y otros sectores sociales porque “tenemos que buscar entre todos los argentinos soluciones para el problema del desempleo”.

 

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