Por Pablo Rodríguez
Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y en su destino.
Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición
pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano
que tarde de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase
el hombre libre para construir una sociedad mejor. Arrodillado,
con casco de soldado y fusil en mano, mientras bombardeaban su propio
despacho en el palacio presidencial La Moneda, pronunció estas
palabras a todo Chile segundos antes de suicidarse. Ayer, cuando hubiera
cumplido 92 años, Salvador Allende Gossens volvió a La Moneda
en forma de estatua. Al pie de ella, las mismas palabras: Se abrirán
las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una
sociedad mejor. Fue un homenaje sentido pero lleno de paradojas:
el presidente Ricardo Lagos fue calificado de traidor y a
las mismas viuda e hija de Allende les tocó recibir huevazos de
rebote. Unos 400 manifestantes comunistas y familiares de desaparecidos
protestaron contra la ley que permite a los militares refugiarse en el
anonimato a cambio de entregar información sobre el destino de
los desaparecidos.
Las paradojas continúan. El escultor que diseñó el
monumento, Arturo Hevia, votó en las elecciones pasadas a Joaquín
Lavín, el candidato derechista que supo pertenecer a la dictadura
de Pinochet, aquel traidor del que hablaba Allende, aquel
que ordenó bombardear el palacio La Moneda un mes después
de asumir la jefatura del ejército en manos del propio Allende.
La quise hacer por mi padre, un allendista que me enseñó
a ser tolerante, dice Hevia. La bandera flameante que está
detrás de la figura de Allende, explicó el escultor, es
una cita visual de otra escultura santiaguina, la del presidente José
Manuel Balmaceda, un progresista que al igual que Allende se suicidó,
en 1891, después de ser derrotado en una guerra civil. Allende
es el presidente mártir y yo quise que se traspasara esta idea,
aclara Hevia, pero señala que también sería capaz
de hacer una escultura de Pinochet. Curiosamente, la misma Isabel Allende,
hija de Salvador y actual diputada socialista, dijo algo parecido en declaraciones
recientes a una radio. Si algún día se aprueba por ley un
monumento en memoria de Augusto Pinochet, pues que se haga,
pero no debería estar en la Plaza de la Constitución, pues
hay que mostrar a los chilenos la diferencia entre democracia y dictadura.
Más paradojas: los repudios vinieron de los pinochetistas más
recalcitrantes y de la izquierda comunista. Alguien podría decir
banalmente son los extremos que se tocan, pero se trata de
distintas protestas. Los que ayer arrojaron huevos no están en
contra de la estatua sino que denuncian al gobierno que la descubrió
por abrir paso e instalar en el horizonte a una Ley de Punto Final a través
del acuerdo alcanzado en la Mesa de Diálogo entre militares y abogados
defensores de los derechos humanos. En cambio, el ultrapinochetista general
(R) Rafael Villarroel dijo que la estatua misma es una burla al
país ya que Allende es el causante de la peor crisis
que ha tenido Chile. Isabel respondió: No tengo ningún
problema en que Villarroel diga lo que piensa, pero no entiende nada de
la democracia. Ignora que la estatua es producto de una ley que contó
con los votos de senadores de la derecha, indicó. Efectivamente,
este es uno de los tres monumentos que en 1994 el Congreso chileno autorizó
erigir en homenaje a Allende. La Plaza de la Constitución, donde
se erigió este monumento, también está poblada por
las estatuas de los ex presidentes Jorge Alessandri (1958-1964, conservador)
y Eduardo Frei Montalva (1964-1970, democristiano).
El acto de descubrimiento de la estatua tuvo más de 3000 espectadores.
Pero 400 de ellos se dedicaron a actuar además de ver. Monedas,
huevos y piedras llovieron sobre los integrantes del gobierno y otros
dirigentespolíticos y alcanzaron a la viuda de Allende, Hortensia
Bussi, y a Isabel, cuando al finalizar el acto ingresaron en el palacio
presidencial. No es momento de discrepancias, sino de unidad en
torno de los valores fundamentales del Estado democrático y de
derecho, subrayó solemnemente el presidente Lagos. Claramente
no entienden la recuperación democrática, dijo en
forma más directa la propia Isabel Allende.
Los gritos de los manifestantes sólo cesaron cuando habló
José Bono, que presidió la delegación del Partido
Socialista Obrero Español (PSOE) y que es jefe de gobierno de la
provincia española Castilla-La Mancha, que aportó la mitad
de los fondos con los que se construyó la estatua. Quienes
militamos en la causa del progreso teníamos en Salvador Allende
un espejo limpio donde mirarnos, declaró Bono. El acto concluyó
con la interpretación espontánea del himno de la Unidad
Popular, la coalición de izquierda que mantuvo a Allende en el
poder. Pero a pesar de esta imagen heroica, evidentemente el espejo de
Chile todavía deforma.
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