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“MATCH, IMPROVISACIONES CON ESTILO”
Teatro, pero sin red

En un ejercicio de actuación que suele rozar el delirio, Mosquito Sancineto es el árbitro de una competencia en la que los actores trabajan sobre los pedidos del público, que decide el resultado.

Por Cecilia Hopkins
t.gif (862 bytes)  “No al sexo explícito, por favor, y escriban con buena letra”. La recomendación llega desde la cabina de sonido al público asistente al espectáculo Match, improvisaciones con estilo, que rebalsa el Auditorio Bauen (Callao 360). En ese momento, todos escriben en unos papelitos que les han dado al entrar los títulos que inspirarán a los actores que compiten en grupo. Más tarde, apenas se acalle la música tecno que aporta a la sala un fragor típico de boliche, las sugerencias habrán ido a parar a una urna, a la espera del árbitro del encuentro. Enfundado en un mameluco plateado, hace su aparición el inefable Fabio Mosquito Sancineto, animador de innumerables veladas del under local.
La recomendación hecha unos momentos antes no tiene nada que ver con algún dejo de mojigatería (sin ir más lejos, él mismo se presenta a la concurrencia como un ser “ambiguo, andrógino, un bisexual a domicilio”) sino que, según aclara, intenta de ese modo que los asistentes –el promedio general ronda los 25 años– echen a volar su imaginación para inspirar mejor el trabajo de los actores-improvisadores (ocho en total, a razón de cuatro por equipo). Todos visten uniformes de nylon brillante y mientras algunos se presentan moviéndose como gimnastas de circo, otros lo hacen como divos de bailanta, haciendo guiños a la platea y posando para fotos imaginarias. Cuando Sancineto pide a los gritos “clima de cancha teatral”, todos contestan con aplausos y silbidos. Ya en su rol de árbitro y luego de sus recomendaciones (“eviten el show personal, respeten las reglas”) una vez sorteado el título de la improvisación, recién entonces suena la campana de largada.
Los matches de improvisación son, al decir de Sancineto, “una disciplina o género teatral” en el cual se lleva al extremo esa condición de irrepetibilidad del hecho escénico. Casi no hay tiempo para que los actores se pongan de acuerdo, luego de conocer el tema que se elige al azar entre las decenas de formularios que especifican el tema de la improvisación, número de actores y género. Los temas suelen rozar el delirio: Me duele la sobaquera (según las reglas del cine policial), El submarino de Noé (en clave de comedia musical a lo Cibrián Campoy) o La trompada (versión telenovela mexicana) son sólo algunos ejemplos.
Pero es la modalidad de interpretación la verdadera clave del éxito humorístico de cada título. Se puede elegir entre unas cincuenta variantes de estilo, entre las que el cine ocupa un lugar preferencial. Las improvisaciones pueden concretarse imitando las características del cine argentino de las décadas del 40 a la actualidad, del cine catástrofe o bizarro, a la manera de Isabel Sarli y Armando Bo, Enrique Carreras o Almodóvar. Otras modalidades apuntan directamente a que los actores extremen todos sus recursos. Así, dejan traslucir sus dotes para el mimo cuando les toca improvisar sin palabras o en un idioma inventado o exponen la agilidad de sus movimientos cuando salen elegidos los estilos “dibujo animado”, “cámara lenta” o “en constante movimiento”. En cambio, la desfachatez puede resultar efectiva para suplir cualquier bache coreográfico cuando la elección recae sobre la comedia musical. Naturalmente, el teatro inspira otros estilos, como el sainete, el grotesco, “Shakespeare, en inglés” o “Chejov, en ruso”.
Los Matches de Improvisación se originaron en Canadá hacia fines de los 70 y extrañamente, Argentina es el único país de Latinoamérica que practica esta modalidad de “teatro con reglas deportivas”. Desde que en 1988 Sancineto y Ricky Behrens iniciaron su práctica (en la desaparecida Palladium y luego en el Rojas, durante años) fue instituida la LIRA (Liga de Improvisación de la República Argentina) que promueve seminarios y presentaciones en diferentes puntos del país. Su carácter participativo no está limitado al hecho de alentar al público a elegir títulos y temas.Porque, si bien el árbitro es el único que penaliza las faltas (“juego demorado”, “fanfarronada”, “rudeza” son algunas de las sanciones), el mismo público es quien establece la victoria de un equipo sobre otro. Para eso, el kit que recibe a la entrada incluye, junto al formulario y una birome, dos tarjetas, cada una del color de los equipos participantes. De este modo, ni bien termina cada improvisación, los asistentes deben levantar la que lleva el color del equipo que considera vencedor, a la espera del rápido escrutinio que se hace desde el escenario. Si hay gritos y silbidos de desaprobación, esto no es más que una parte del juego que se renueva todos los viernes y sábados a las 23.30 y los domingos a las 21.30.

 

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