Por Verónica Abdala
La imagen de ese niño rubio de cabellos revueltos y mirada inocente, que vive en el pequeño asteroide llamado B 612 enamorado de una rosa, es mucho más famosa que el rostro, e inclusive el nombre, de su creador, el escritor y aviador francés Antoine de Saint Exupéry. Es que la simple historia de El principito (1943) ha recorrido el mundo por momentos independizada de su autor, sin conseguir, de cualquier modo, el milagro de pasar por anónima. Los datos indican que la gran obra del escritor nacido hará mañana un siglo se publicó en más de noventa idiomas y difícilmente falte en las librerías de buena parte del planeta. Aunque su importancia literaria fue muchas veces menospreciada en el ámbito académico, la obra, que nadie promociona, ha cautivado a millones de lectores de por lo menos tres generaciones. La historia de ese personaje que habita una piedra estelar habla a medio planeta del abismo que suele haber entre la concepción infantil del mundo y el discurso de los adultos. No mucha gente sabe que El principito fue inspirada por una principita, que el autor conoció en la Argentina.
Hoy, el libro del francés �autor, entre otras obras, de Vuelo nocturno, Piloto de guerra, Tierra de hombres y Carta a un rehén� convive con La Biblia y El capital, de Karl Marx en la lista de los cinco más vendidos de la historia, y tiene defensores y detractores en ámbitos incluso sorprendentes. El semiólogo italiano Umberto Eco, por ejemplo, es un fan de El Principito, que leyó de muy joven. �Para ser precisos �aclara� diría que soy un fascinado por la leyenda de Saint Exupéry, que incluye pero va más allá de su obra más conocida.� Para Eco, la del francés es una obra que �se descubre de joven pero se conquista y redescubre en la madurez, cuando puede evaluárselo desde el distanciamiento crítico. Ahora me doy cuenta hasta qué punto los confines entre el autor y su personaje, el principito, se confunden�.
En la Argentina las opiniones sobre el valor de El principito aparecen divididas. Están quienes piensan, como la escritora Alicia Steimberg, que es absolutamente menor, y aquellos que opinan, como la autora Graciela Montes (Nicoloso y Otroso, entre otros libros para chicos), que es un clásico camuflado, con una crítica implícita a los valores que exalta la modernidad, lo que explicaría las múltiples lecturas posibles, desde la literatura, la filosofía y la religión.
Hay varios puntos en el que los especialistas coinciden: en primer lugar, que es el libro prototípico entre los que abordan desde una perspectiva literaria el tema de la niñez. Saint Exupéry puso en boca de la criatura algunos pensamientos que expresan muchas de sus propias ideas sobre la vida, y, fundamentalmente, sobre esa etapa fundamental de la existencia de cualquier ser humano. En ese marco concibió las aventuras de su personaje: sus viajes y los encuentros con un rey, un hombre de negocios, un bebedor... La infancia del escritor era algo así como el paraíso perdido, el tiempo que nunca se resignó a perder. En una oportunidad le confesó a su madre: �No estoy seguro de haber vivido después de lo que fue mi niñez (...) A menudo pienso que haber crecido es un pecado imperdonable�.
Otra cuestión sobre la que los expertos acuerdan es en que el escritor se inspiró para crear a su personaje en una niña. �La conoció en la Argentina y se llamaba Edda Fuchs�, explica la secretaria de la Asociación Amigos de Saint Exupéry, Elsa Aparicio de Pico. Algunos familiares del escritor, entre ellos su sobrina nieta, Nathalie Valliers (que participó de la última Feria del Libro porteña) argumentan que el escritor podría haberse inspirado, incluso, �en la imagen idealizada del hijo que nunca tuvo�. Mientras que la modelo original para crear al personaje de la flor habría sido su mujer, Consuelo Suncin, una salvadoreña a la que también conoció en Argentina. Aparicio de Pico piensa que �está claro que el encuentro con Edda lo marcó� y relata que vio fotos en que la chica tiene la misma pose y la misma inocencia en el rostro que el personaje. �Incluso hay una en que su bufanda flamea en el viento, como la del principito�, dice.
El encuentro de Saint Exupéry con las hermanas Edda y Suzanne Fuchs, en un campo entrerriano, se produjo en 1929, cuando llegó como director de la empresa Aeropostal Argentina. Su misión era evaluar la posibilidad de crear nuevas líneas aéreas regulares (pocos meses después de su llegada inauguró los vuelos de la compañía a la Patagonia). Ese sería el episodio a partir del cual el piloto escritor, que volaba profesionalmente desde los 21 años y escribía narrativa desde temprano (ganó un concurso a los 14), imaginó los primeros capítulos del libro que escribió dos años antes de morir, donde narra el encuentro entre un piloto y el niño.
Su descenso, casi accidental, en el campo que los padres de las chicas �una pareja de aristócratas de nacionalidad francesa� poseían en la provincia argentina, lo cautivó desde el primer momento: años más tarde admitiría su fascinación por el desenfado con que esas dos chiquillas de 9 y 14 años se acercaron hasta el avión y comentaron, en su mismo idioma: �Qué imbécil, aterrizó sobre una cueva de vizcachas�. Las chicas, comprobaría poco después, domesticaban animales �sobre todo ovejas� y se divertían hablándoles y dándoles órdenes. Lo que producía una reacción entre divertida y azorada en aquel hombre de ojos saltones y casi dos metros de altura que, según admitió años más tarde, creía estar viviendo �un cuento de hadas�.
Su aterrizaje en Entre Ríos aparecería posteriormente en su libro, con algunas modificaciones. En el segundo capítulo de Le petit prince, el narrador relata así su encuentro con el niño: �Hace seis años tuve una avería en el desierto del Sahara. (...) Estaba más aislado que un náufrago en una balsa en el medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa cuando al amanecer me despertó una extraña vocecita que decía �por favor, dibújame un cordero�. Me puse de pie de un salto, como herido por un rayo. Me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un extraordinario muchachito que me miraba gravemente�. Pese a que la descripción difiere en varios puntos del suyo con las entrerrianas �básicamente con Edda, la menor� la sorpresa del hombre maduro que se topa con la inocencia de un niño que lo descoloca, y las características del paisaje se repiten de manera muy similar.
Entre 1929, año en que su criatura empezó a cobrar forma, y 1943, cuando se publicó el libro que lo consagraría como el escritor más leído del siglo XX, Saint Exupéry �que no llegaría a conocer la fama� se dedicó a las dos pasiones de su vida. Volar le producía más que nada placer, al punto de que llegó a pensar: �Sólo vivo verdaderamente cuando vuelo�. Experimentaba la escritura, en cambio, básicamente como una necesidad, y se reconocía como un �gran corrector�, en virtud de que podía corregir hasta cien veces una misma página. Su obra puede considerarse como el fruto de esa doble aventura: escribir en el aire y viajar en el papel.
La última aventura
La trágica muerte de Saint Exupéry alimentó la leyenda que había construido involuntariamente en vida, cuando recorría el mundo a bordo de su avión: simplemente se perdió en la nada. La historia dice que el 31 de julio de 1944 el autor de El principito partió en su Lockheed P38 Lightning dispuesto a cumplir con una misión para la aviación francesa antinazi y que jamás regresó. Los restos de su avión no pudieron hallarse durante los años siguientes, por lo que su final quedó indisolublemente ligado al misterio. Durante el siguiente medio siglo hubo varias hipótesis sobre lo que había ocurrido: se dijo que su avión había sido atacado por los alemanes y también que era probable que hubiera sufrido un desperfecto mecánico o una falla en la provisión de oxígeno. Finalmente, este año un buzo marsellés dio con los restos de un avión en el fondo del Mediterráneo, en la zona donde se presumía que podía haber caído el suyo. Los objetos encontrados en el interior de la nave hundida pertenecían al escritor. |
El Cristo bisexual
Una obra de teatro musical que presenta a Cristo como un bisexual levantó una previsible polémica en Italia, donde un parlamentario de la derechista Alianza Nacional (AN) solicitó que la Justicia prohíba el espectáculo. Corpus Christi es un musical presentado hace algunos años en Estados Unidos y que, antes de su estreno, ya motivó comentarios de todo tenor. El momento es, además, muy significativo, porque en la primera semana de julio se celebrará en Roma una concentración internacional de homosexuales que ya causó controversias con el Vaticano, hasta el punto de que el Ayuntamiento de la capital retiró su patrocinio para el desfile. La obra, escrita por Terrence McNally y dirigida en la versión italiana por Enrico La Manna, presenta a Cristo en el siglo XX, en los años cincuenta, que ama a hombres y mujeres, incluidos sus discípulos y que muere crucificado después de confesar ante Poncio Pilatos que es bisexual. Ante el estreno de hoy en Roma, el senador Michele Bonatesta pidió que un juez acuda para decidir �si existe un eventual delito en ese vilipendio a la religión católica�. El director La Manna declaró que no eligió el texto para crear polémica y que le parece �peligroso y perverso, pero también espiritual y religioso�. |
Dos opiniones encontradas |
GRACIELA MONTES.
De otro planeta
El principito, un libro sobre la infancia que habla sobre la difícil relación entre los grandes y los chicos, plantea una moral de otro planeta. Y lleva hasta las últimas consecuencias la concepción ideológica sobre lo que es un niño, entendido como receptáculo de la verdad, la pureza, la lealtad, la inocencia. Ese es un mito que nació en los siglos XVII y XVIII, aunque en ningún libro aparece tan claramente como en éste. El libro fortalece una imagen de niño que todavía tiene vigencia en nuestra cultura, la del príncipe, la de aquel en quien depositamos las mejores cosas. Por eso es un libro para adultos, antes que una obra infantil: porque cristaliza como ningún otro una concepción ideológica sobre la infancia característica de la madurez.
ALICIA STEIMBERG.
Un Paulo Coelho
El libro más conocido de Saint Exupéry está lejísimo de lo que son mis intereses literarios. Reconozco que la mía es la opinión de una persona en parte prejuiciosa, porque ni siquiera recuerdo haberla leído en el último tiempo. Me imagino que tuve un acercamiento en la niñez, pero evidentemente no me dejó ninguna huella. Veo al libro como un antecesor de los que hoy escribe el brasileño Paulo Coelho, o los autores de libros de autoayuda: puede que éstos tengan algún valor, pero no tiene, seguro, méritos literarios. Saint Exupéry, en El principito, predica la bondad, cosa que mucho no me atrae. Como no me atraen los lectores de sus libros, que más bien me alejan de ese material. Entre los best sellers históricos me quedo con La Biblia, que me parece bastante más interesante. |
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