Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

el Kiosco de Página/12

La raza de los intolerantes
Por Alicia Oliveira y María José Guembe *

En agosto la comunidad boliviana festeja el día de la virgen de Copacabana, de imagen colorida. En esa fecha los kollas residentes en Argentina celebran la liturgia de acuerdo a sus valores culturales: es un día de fiesta, baile y alegría que se manifiesta a través de música y danzas, elementos de una cultura que perduraron al despojo de los dominadores.
Definir qué es un boliviano es una tarea reduccionista propia de aquellos que a través de vulgares clasificaciones consideran a los hombres según criterios biológicos, culturales o socioeconómicos. De quienes son incapaces de ver en el otro a un semejante o se niegan a respetar las diferencias. Sin embargo, sin manías historicistas, a través del conocimiento y el reconocimiento de su historia se pretende establecer un perfil de esta �invasión� morena, callada y trabajadora que hace ya muchos años se instaló en la Argentina.
Si bien fue Francisco Pizarro, el colonizador español, quien intentó arrasar al pueblo y su cultural, si bien la cruz y la espada en su afán reduccionista hicieron del indio una cosa �no era humano� y lo convirtió en materia de explotación, también es cierto que esa etapa fue producto del oscurantismo. Pero no es menos cierto que el pensamiento iluminado y científico del siglo XIX siguió clasificando y desmembrando según el estilo darwinista. Por citar sólo algunos ejemplos de nuestra historia nacional podemos mencionar a Domingo F. Sarmiento cuando definía a los indios como �una raza prehistórica servil� o a José Ingenieros al decir que �el resultado inevitable de mezclar razas inferiores con otras superiores era una descendencia raquítica, simiesca, con todos los defectos de la raza noble acentuada por la raza villana�. Los resultados de ese mundo positivista se representan en la mayor explosión visualizada mundialmente que fue la de los nazis y su pretendida raza superior.
La pregunta que debemos hacernos para comprender que el problema con los bolivianos no está en ellos sino en nosotros, es qué olvidamos o desconocemos de Bolivia. Olvidamos, por ejemplo, que en la universidad de Chuquisaca estudiaron y se prepararon con sus ideas libertarias nuestros próceres, ideas que son mucho más que las imágenes pétreas y asexuadas con las que se pretendió enseñarnos la historia. Que Bolivia representa la lucha de los campesinos y mineros, y de las cholas que en la revolución de 1952 dan la batalla final �durmiendo� a los soldados que atacaban La Paz al llevarles �cafecitos� que tenía un yuyito soporífero. Que son los mismos que al triunfar en 1952 obligaron al ejército a marchar en la Plaza Mayor con su gorra al revés.
Esos bolivianos son los mismos que por mucho tiempo odiaron a los argentinos porque nos clasificaron e identificaron a todos como la patota de la Armada Argentina que durante la dictadura atacó al sindicato minero y asesinó a Marcelo Quiroga Santa Cruz. Y son los mismos que, hoy, obligaron al ex dictador y actual presidente Hugo Banzer a dejar sin efecto el estado de sitio, no con la pasividad sino la movilización y la lucha, y los que a través de su defensora del pueblo paceña consiguieron la libertad de los detenidos.
Hoy sabemos que más de setenta familias bolivianas han sido asaltadas, torturadas y robadas por grupos comando muy cerca de la Capital, en el lugar de recreo de los porteños. Esta información, sin embargo, no produce la misma reacción que aquélla que se desató cuando delincuentes comunes tomaron rehenes como vía de escape. ¿Por qué esta diferencia? ¿Tal vez porque los bolivianos no son humanos, como decían Pizarro y sus huestes, o porque son subhumanos, como declaraba el positivismo científico?
Las actitudes racistas se constituyen sobre procesos de formación en los que está inmersa toda la sociedad y en la que no son ajenos sino activos propulsores los funcionarios del Estado y sus políticas de gobierno. A casi dos décadas desde el retorno a la democracia, la policía migratoria argentina se rige aún por la llamada, ley Videla cuyos postulados permitenla deportación de los inmigrantes fronterizos sin procedimiento previo y obligan, de acuerdo a una lógica puramente militar, a los funcionarios de hospitales y dependencias públicas a denunciarlos a la Dirección de Migraciones cuando concurren ante alguna emergencia o necesidad. Si bien la Constitución de la ciudad y las leyes dictadas por la Legislatura porteña se basan en criterios de conductas discriminatorias y actúan las leyes con esos criterios. Desde allí se niega a los inmigrantes sus derechos a la educación, a la salud, al trabajo digno, a la vivienda. Actitudes como éstas han motivado diversas y extensas recomendaciones de la Defensoría del Pueblo en procura de garantizar todos los derechos humanos de los migrantes.
La clase política y nuestra sociedad hablan constantemente de políticas de Estado pero en ellas nunca se aborda el grave problema de los trabajadores migrantes y sus familias. De tanto clasificar a los �otros�, nos clasificamos a nosotros mismos como una sociedad que vive en la oscuridad y los prejuicios.

* Oliveira es defensora del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires. Guembe es investigadora del organismo.

REP

 

PRINCIPAL