Un clásico
Por Juan Forn |
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Cuando Simeone y Ortega declararon, en los días previos: �Es un partido más. Clásico escontra Brasil� (léase: �¡Qué va ser un clásico éste...!�, como creo que fue la frase textual del Cholo) y los periodistas interpretaban que era una manera de bajarle temperatura al partido, me sorprendió que no les parecieraobvio que lo que estaban haciendo los jugadores argentinos eraprecisamente lo contrario: les estaban mojando la oreja a los colombianos. Es que está fuera de toda discusión: después de aquel cinco a cero, todo partido entre Colombia y Argentina es, para unos, la revancha que vuelve a poner las cosas en su lugar, y para otros la confirmación de que es un hecho el cambio de roles en la paternidad futbolística entre los dos.
De manera que la idea del clásico (así, en bastardillas, para reforzar el eco épico, esdrújulo, de la confrontación) era más que pertinente. O por lo menos de lo más provocativa. No sé si hay mucha gente siguiendo la Eurocopa, pero para aquellos que la están viendo, díganme que no contagiaiaeuforia mundialera. El clima perfecto para ver un clásico así (y, perdonen el paréntesis, pero ¿no hay una diferencia estética evidente entre la transmisión de fútbol sudamericano, europeo y TyC? Alguien debería hablar de eso alguna vez, si nadie lo hizo todavía). Bueno, volvamos al clásico. Había clima; si nose lo tenía presente en las horas previas, bastó que empezara el partido para que se redefiniera la situación: por la actitud con que entró Argentina y porque Colombia pareció ser más que pelota bajo la suela de Rincón y mucho toque lateral. Entonces vinoel primer gol de Bati (gran jugada de Ortega, gran pase del Piojo y gran definición del Bati) y pareció que se venía una exhibición. Y casi enseguida la otra cara de ese equipo poderoso: el bochorno defensivo en un tiro libre centreado por Rincón (aunque ya se notaba el tembladeral, en cada corner) y pum, empate y otro partido. El segundo de Bati, en los 45 clavados, fue doblemente doloroso para los colombianos: porque nada duele más que creer que uno se va al vestuario con un resultado y terminar yéndose con otro, y también porque fue un error grueso de Bermúdez (es decir, la defensa colombiana demostraba ser, por abajo, más endeble que la argentina por arriba).
Lo bueno de verlo como un clásico (así en bastardillas) es que cada mínima jugada se amplifica. Incluso la concentración de los jugadores se amplifica. Resultado: uno ya no se preocupa si el partido es bueno o no; todo es elocuente, hasta los errores. O alguien pensó que no era un error, cuando Bielsa encontró la excusa perfecta para poder ver a Crespo. Pero el pibito no nos dio tiempo a terminar de comentarla cara de Bati al ver que lo sacaban. Ese gol amenazó mandar al partido de vuelta al clima del primer tiempo. No alcanzó. Qué importa. Estuvo bueno, igual. Y seguimos invictos. ¿Terminará Bielsa demostrándonos a todos que no es esa mezcla de profesor loco y celador de colegio?
REP
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