The Guardian de Gran Bretaña
Por Julian Borger
Desde La Habana
Elián González estuvo en peores lugares. Su empobrecido hogar cerca del mar en la ciudad de Cárdenas, por ejemplo, o el atestado departamento de sus parientes en la Pequeña Habana, Miami. Sin embargo, últimamente se ha acostumbrado a lugares mucho más grandiosos, una casa de campo en Maryland y una mansión en Washington DC. Estuvo en tecnologizados parques temáticos y viajó en caravanas de autos y en un jet ejecutivo. Por eso es difícil adivinar lo que piensa sobre su último hogar temporario, un centro juvenil comunista en el suburbio marítimo habanero de Miramar.
A diferencia de muchas de las reliquias derrumbadas que lo rodean, el centro cuenta con una pileta de natación y un patio, y fue pintado y renovado. Al otro lado de las paredes yace el azul profundo del Caribe. El centro debe ser también un paraíso de silencio extraordinario, ya que la policía de La Habana cortó el tráfico para que no entre en un radio de seis manzanas alrededor de la casa. Ayer, los residentes locales sólo podían pasar a pie a través de las barreras de control y después de un exhaustivo examen de sus documentos. En las horas finales del exilio de Elián, Fidel Castro pareció vacilar sobre qué hacer con el niño pródigo de la nación. En un principio, a los periodistas se les aseguró que el plan de albergarlo en Miramar había sido descartado y que toda la familia González, ahora tan familiar para el mundo como los personajes de cualquier telenovela, regresarían a Cárdenas. Se informó que ése era el pedido del padre de Elián, Juan Miguel González, porque extrañaba su hogar.
Pero luego, con el jet Lear de Elián ya en el aire y acercándose a Cuba, se anunció que Miramar sería el destino inmediato de la familia. Quizá se consideró que era un hogar apropiado, a medio camino entre la elite de Washington y la dura realidad de Cárdenas. Según la prensa oficial cubana, Elián comenzará ahora su readaptación. Encerrado con un puñado de sus compañeros de clase de Cárdenas, sus maestros fueron desafiados a �emprender la magistral tarea de convertirlo en un niño modelo�. Resulta difícil saber qué quiere decir eso, aunque seguramente sea un intento por combatir la propaganda de sus siete meses de estadía en Estados Unidos, durante los cuales los familiares de Miami de Elián retrataron a Fidel Castro como un demonio que se comía a los niños y robaba la leche de las escuelas.
La prensa cubana presentó al líder de 73 años como el abuelo favorito de todos, tan preocupado por el bienestar de Elián que se mantuvo apartado de su regreso a la isla �su momento de triunfo sobre Estados Unidos�, como para no eclipsar la reunión de la familia González en el aeropuerto. Mientras las abuelas y los amigos se abrazaban, observó el diario oficial Granma, �podíamos ver la presencia de Fidel, genio creador de este primer capítulo en nuestra gran lucha, que liberó al pueblo, en particular a la juventud e infancia�. La presencia de Fidel también era tangible en la cuidadosa puesta en escena del regreso. Fue anunciada como una reunión familiar privada, pero los abrazos y los besos tuvieron lugar frente a las cámaras, mientras unos 800 niños en uniforme de Jóvenes Pioneros cantaban el himno nacional acompañados por una banda militar. El aeropuerto había sido cerrado un mes antes para poder ensayar bien el evento. Por momentos, la grandiosidad de la ocasión amenazaba con volverse en contra, y Elián, mientras sonreía y saludaba con la mano, parecía totalmente abrumado.
Traducción: Celita Doyhanbèhere
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