Por Diego Fischerman
El 28 de julio se cumplirán 250 años de su muerte. Conciertos, grabaciones y estampillas conmemoran lo que el mercado denominó, con bastante previsibilidad, como �Año Bach�. Por un lado, los hornos no parecen estar para demasiados bollos en ningún lado. El sello Archiv, la división especializada en interpretaciones historicistas de la Deutsche Grammophon, había planeado, por ejemplo, una edición completa de las cantatas de Johann Sebastian Bach (algo más de 200) a cargo de su máxima estrella en el rubro, John Eliot Gardiner. El proyecto involucraba el registro en vivo de cada una de las obras, a lo largo del 2000, en iglesias del norte de Europa. Y todo quedó en la publicación de unos pocos CDs, varios de ellos reediciones con nuevo formato de discos ya publicados.
El argumento del sello que hace poco compró Universal/Seagram y que acaba de ser vendido nuevamente a un consorcio francés fue que si Gardiner mismo no se conseguía patrocinadores, la edición era económicamente inviable. No obstante, tres sellos discográficos siguen adelante. Hanssler fue más lejos e, igual que Teldec, encaró la edición de la obra completa de Bach. La compañía sueca Bis tiene una integral de las cantatas en proceso, dirigida por Suzuki (un discípulo de Ton Koopman) y el propio Koopman, al frente de los Amsterdam Baroque Solists, ya va por el nueve volúmenes (que incluyen 37 CDs) de la suya, para la casa Erato. Lo interesante, más allá de los afanes coleccionistas que este tipo de publicaciones puedan estimular, es la comprobación de cómo, con un formato más o menos convencional (las variantes posibles entre una y otra cantata no son tantas), Bach se las arreglaba para sorprender.
Una de las razones era el uso consciente de leyes aprendidas de la retórica (una de las materias que los músicos estudiaban en esa época). Cuestiones como las alternancias de velocidades, el registro al que se destinaba cada aria o recitativo, los cambios de tonalidad, estaban lejos de ser azarosos. De la misma manera que la tímbrica, para Bach, distaba radicalmente de la concepción de mero ropaje exterior de una composición. Las distintas combinaciones instrumentales, muchas de ellas absolutamente experimentales para la época, junto a francas transgresiones a las funcionalidades habituales (instrumentos de acompañamiento, como el órgano, el cello o la viola da gamba, jugando un papel solista e instrumentos solistas, como la flauta travesera o dúos de flautas dulces, haciendo acompañamientos), hacen del conjunto de las cantatas de Bach uno de los cuerpos más interesantes de la historia de la música.
Una de las cantatas más originales es, en ese sentido, el Actus Tragicus catalogado como BWV 106 y podrá, además de oírse, ser visto en el primero de los programas que Canal (á) emitirá a partir del próximo miércoles a las 18.30. Las versiones son las de Ton Koopman y fueron registradas en conciertos en distintas iglesias protestantes de Holanda. Koopman, además, presenta cada una de las cantatas y hace referencia a sus implicancias simbólicas, a la instrumentación y al estilo. El ciclo continuará el miércoles 12 con la Cantata BWV 146, el 19 con la BWV 211 (�Cantata del café�, una de las que Bach compuso con texto profano) y finalizará el 26 con la BWV 56.
Para escuchar a De Larrocha
Alicia de Larrocha es una de las grandes pianistas del siglo. Heredera directa de Enrique Granados (se formó con Frank Marshall, uno de sus discípulos) sus versiones de la música para piano de compositores como Joaquín Turina, el propio Granados y Manuel de Falla son referencias inevitables. Empezó a actuar profesionalmente por consejo de Artur Rubinstein. Tocó en Argentina seis veces, la última de ellas hace diez años. Y el próximo miércoles a las 20.30, en el Teatro Colón y para el ciclo de Festivales Musicales, volverá a hacerlo tocando un programa sumamente interesante. En él incluirá las 3 Danzas Fantásticas Op. 22 de Turina, La maja y el ruiseñor y El fandango de candil de Granados, La vega y Navarra de Isaac Albéniz y cuatro composiciones de Frédéric Chopin: Nocturno en Si Mayor Op. 32 Nº 1, Barcarola en Fa Sostenido Mayor Op. 60, Berceuse en Re Bemol Mayor Op. 57 y Polonesa en La Bemol Mayor Op. 61. Desde sus inicios a los 12 años, cuando debutó con la Orquesta Sinfónica de Madrid dirigida por Arbós, hasta el estreno del concierto para dos pianos de Poulenc, con el autor como segundo solista, y sus colaboraciones con Gaspar Cassadó o con Victoria de los Angeles, su nombre permanece como uno de los más trascendentes de la escena musical. De Larrocha fue la ganadora de la primera edición del Premio Unesco de la Música, en 1995, y de varios Grammys a lo largo de su carrera,
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