Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

Los antiguos jefes de la dictadura lo echaron del Circulo Militar
Balza, expulsado de Jurassic Park

“No falte, que vamos a echar al traidor”, decía el pedido telefónico que recibieron muchos socios del Círculo Militar. Y ayer, una asamblea expulsó al jefe del Ejército que criticó la represión.

Por Eduardo Tagliaferro

“Mañana, los diarios van a decir que se reunieron los represores”, dijo el ex ministro del Interior Albano Harguindeguy a la salida. Acababa de cerrar un día de gloria. Poco antes, un aplauso había cerrado la votación que convalidó la expulsión del teniente general Martín Balza del Círculo Militar. Los argumentos fueron formales, pero el día anterior directivos del organismo llamaron a los socios y dejaron este mensaje: “No falte, que vamos a echar al traidor Balza”.
Quinientos noventa y dos socios se reunieron en los paquetes salones del palacio de la familia Paz, donde funciona la sede del Círculo Militar, para votar a mano alzada la expulsión del ex jefe del Ejército que, en 1995, se autocriticó por el genocidio que lideró su fuerza.
Había signos de que no era una reunión más.
Algunas mujeres, unos pocos socios sin capacidad de voto y militares que vinieron especialmente desde Córdoba, Santa Fe y Mendoza colmaron los tres salones del primer piso del palacio.
Al mediodía había llegado Harguindeguy. Fue directo al salón comedor, donde antiguos compañeros de tareas lo esperaban sentados a la mesa.
A las 15 arribó el general Luciano Benjamín Menéndez, ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, que tuvo bajo su órbita dos de los campos de concentración más terroríficos de la dictadura: La Perla y La Ribera.
La asamblea estaba convocada para las 16 y no comenzó sino una hora después, solo después de que el presidente del Círculo Militar, Ramón Genaro Díaz Bessone, terminase su encuentro con el general Eduardo Alfonso, delegado del actual jefe del Ejército, general Ricardo Brinzoni. Alfonso llevaba un mensaje de concordia, pero después de media hora fue invitado a retirarse (ver aparte). Díaz Bessone impidió que Alfonso pudiera leer el texto, y tampoco lo leyó él mismo durante la asamblea.
Si bien el orden del día tenía seis puntos, uno de ellos era el que convocaba la atención de todos los miembros: el número cinco. La explicación formal convocaba a discutir la situación de los “socios comprendidos en el art. 31 del Estatuto Social”. La frase escondía el motivo central de la Asamblea: la expulsión de Balza del listado de asociados del club social y deportivo que reúne a los militares y a muchos de sus familiares.
Los miembros de la Comisión Directiva ocuparon la mesa que presidía la asamblea. A un costado, los delegados de la Inspección de Justicia y del Instituto Nacional de Acción Cooperativa y Mutual aportaban la legalidad del encuentro.
La primera fila de asientos la ocuparon los ex tenientes generales, entre ellos el ex presidente de facto Roberto Marcelo Levingston, el ex jefe del Ejército con Juan Perón, Leandro Anaya, y el ex jefe del Estado Mayor Conjunto Mario Cándido Díaz, que dejó el cargo durante el gobierno de Carlos Menem luego de un discurso incendiario de reivindicación de los años de plomo que recibió las felicitaciones, justamente, de Menéndez y Díaz Bessone.
Aunque habitualmente las filas siguientes las ocupan los generales, en esta ocasión se sentaron por orden de llegada, porque el salón principal del Círculo no daba abasto. Muchos, incluso, siguieron la sesión desde el balcón del entrepiso y otros ocuparon los dos salones contiguos.
Pantallas trasmisoras y equipos de sonido fueron el soporte que permitió a los que quedaron fuera del Salón Ricchieri seguir la reunión, que de asamblea tuvo poco y de debate menos aún. Díaz Bessone se encargó de resaltar que no se iba a permitir tratar ningún otro tema que se apartara del orden del día. Por eso la reunión duro lo que el vicepresidente de la institución, el general retirado Roberto Domínguez, tardó en leer los antecedentes del caso y las conclusiones oficiales.
Según las autoridades del Círculo Militar, el motivo por el que se decidió la “exclusión definitiva” de Balza fue porque siendo asociado delCírculo era presidente honorario de una fundación creada por el mismo Círculo en 1973 y con la que la entidad mantiene un pleito judicial.
En realidad, el camino que llevó a Balza a su expulsión del Círculo comenzó cuando dejo la jefatura de la fuerza y Díaz Bessone convocó una comisión ad hoc para analizar su situación.
El vocero de la comisión directiva del Círculo Militar, general Jorge Eduardo Gorleri, resaltó ayer frente a Página/12 que todos sus integrantes eran ex jefes de “gobiernos constitucionales”, según dijo: Leandro Anaya, José Dante Caridi, Mario Cándido Díaz, Francisco Gassino y Julio Fernández Torres. Olvidó mencionar al propio presidente, Díaz Bessone.
Las conclusiones de la comisión ad hoc recomendaban la expulsión de Balza. Finalizada la lectura del informe, las autoridades del Círculo preguntaron quién estaba en contra de la “exclusión definitiva” y la única respuesta fue el silencio. “¿Quiénes están de acuerdo con la exclusión del teniente general Martín Balza?”, preguntó entonces por la afirmativa la conducción de la Asamblea. Todos las manos en alto y el estruendoso aplauso fueron la contundente respuesta de quienes en verdad no perdonan una crítica al terrorismo de Estado que, según los casos, apoyaron o lideraron.
La frase de Harguindeguy terminó sonando como una confesión.

 

El comunicado prohibido

El general Eduardo Alfonso, antiguo ayudante de Martín Balza durante su paso por la jefatura del Ejército y actual secretario general del arma, llegó al Círculo Militar poco antes del horario previsto para el comienzo de la Asamblea. Llevaba con él una comunicación del propio jefe del Ejército, el general Ricardo Brinzoni, para ser leída frente a la convención de retirados que atiborraba el salón principal del edificio. Tras media hora de tironeos con el presidente del Círculo, el antiguo ministro de la dictadura Genaro Díaz Bessone, se retiró sin cumplir su objetivo. El texto que los presentes no llegaron a conocer –“para evitar que influya en la decisión”, argumentó Díaz Bessone– es el siguiente:
“No es intención del Ejército interferir en las decisiones de la asamblea soberana. Sí de manifestar su preocupación por un hecho que puede obrar negativamente en la unidad de sus integrantes y generar interpretaciones erróneas en la opinión pública, en relación con la posición institucional sobre hechos del pasado.
“El tradicional espíritu de cuerpo y cohesión del personal necesarios en toda fuerza armada constituyen objetivos prioritarios. Siempre ha sido así, y es por ello que el Ejército siente la obligación de expresar su desacuerdo con toda posición que aliente o promueva desencuentros.
“Crear nuevos focos de desencuentros y posibilitar la discusión pública de temas internos atenta contra la marcha de una institución que ha dado sobradas muestras de su vocación por la unión de todos sus miembros, única manera de lograr objetivos superiores”.

BALZA LE QUITA IMPORTANCIA A SU EXPULSION
“Aún soy socio de River y Gimnasia”

Por M.G.
–¿Un torturador debería ser expulsado del Círculo Militar? –le preguntó Página/12 al general Martín Balza.
–Creo que no debería ser socio. Si alguien es realmente un torturador, no reúne las condiciones éticas y morales para estar en una institución.
–¿Ramón Genaro Díaz Bessone debería ser expulsado del Círculo?
–Eso lo deciden los socios.
–¿Usted lo votaría como presidente?
–¿Como presidente? No. De nada. Pero respeto la decisión de quienes lo han votado aunque él no reúna las condiciones para estar en una institución. Alguien que ha sido beneficiado con una gracia y con un perdón por causas tan agraviantes, alguien indultado como Díaz Bessone, tendría que estar inhibido.
–¿Está contento por la expulsión, o se siente agraviado?
–Dadas las características y la forma como han procedido y de los hechos que han falseado, en absoluto me siento agraviado.
–¿Cuál es, según usted, la causa real de la expulsión?
–Es pública mi disidencia con el presidente del Círculo sobre el autollamado proceso de reorganización nacional, que vulneró los elementales derechos de la dignidad de las personas.
–¿El Ejército lo ampara?
–En todo momento me he sentido respaldado institucionalmente, y no sólo mientras estuve en actividad y tuve la responsabilidad del mando del Ejército. También ahora, como oficial retirado, siento que el jefe del Estado Mayor del Ejército me respalda.
–Pero el Círculo lo expulsa.
–Mire, el Círculo no tiene ninguna representatividad institucional ni vinculación con el Ejército. Es una asociación civil con personería jurídica donde además hay socios adherentes, civiles, que no representan en absoluto el sentir de la fuerza. Una asociación como cualquier otra. Y yo pertenezco a tres.
–¿A cuáles?
–La Asociación Cristiana de Jóvenes, con representación en 170 países; Gimnasia y Esgrima, un club al que representé de joven en natación; y River Plate que, sin ofender a nadie, es el campeón del siglo.

 

OPINION

Por Martín Granovsky

No injerencia

La decisión de expulsar a Martín Balza del Círculo Militar contó con la participación decisiva de tres criminales: un burócrata, un legionario y uno de los mayores símbolos institucionales de la
dictadura.
Ramón Genaro Díaz Bessone preside el Círculo. Fue ministro de Planeamiento de Jorge Videla y jefe del Segundo Cuerpo de Ejército, o sea de los delitos cometidos en el litoral. Lo desprocesó la Ley de Punto Final.
Luciano Benjamín Menéndez reinó sobre la vida y la muerte en Córdoba. Lo benefició el Punto Final.
Albano Harguindeguy fue el jefe del Ministerio del Interior, un área clave de la masacre porque recibía el parte diario de los operativos, y representó el papel de gran puente entre el Ejército y el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz.
Es absurdo sorprenderse porque los tres hayan sido el motor de la expulsión de Balza. Jamás le perdonaron que un jefe del Ejército hubiera podido ensayar una autocrítica institucional que condenó el papel de la fuerza en la tortura y el robo de chicos.
La sorpresa, en el caso de los tres, es que todavía estén libres.
Y hay otra sorpresa más: que el jefe del Estado Mayor del Ejército haya intentado ayer mismo tender una línea de negociación con ellos para evitar la asamblea que, estaba seguro, expulsaría a Balza.
Ricardo Brinzoni, que según altos oficiales del Ejército lucía anoche muy irritado por la asamblea del Círculo, quiso evitar un conflicto pidiendo moderación a través del secretario general del Ejército, Eduardo Alfonso, el mismo general de brigada a quien ordenó viajar hasta Córdoba para ver qué necesitaban dos oficiales detenidos por la Justicia civil. Balza puede entender que Brinzoni quiso respaldarlo, e incluso Brinzoni puede honestamente sentir que fue leal a su ex jefe. ¿Acaso el comunicado que Díaz Bessone prohibió leer en la asamblea no habla de “política institucional”, un eufemismo utilizado habitualmente para mencionar la autocrítica del ‘95?
Sin embargo, el fondo del texto del Ejército apunta a otro objetivo. Señala que la asamblea del Círculo –500 personas, es decir el 1 por ciento de los oficiales en actividad– podría romper la unidad del arma y cometer el pecado de que se discutan en público temas internos.
¿La base de la unidad militar es la cohesión con Menéndez? ¿El secreto vuelve a ser un valor en democracia? Sería bueno que lo averiguase el ministro de Defensa, siempre que la curiosidad no viole su principio de no injerencia en los asuntos internos de las Fuerzas Armadas.

 

PRINCIPAL