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Por Fernando DAddario En el folklore, la relación Buenos Aires-resto del país esquiva los parámetros que se imponen en otros ámbitos. El peso, la influencia artística y el certificado de autenticidad que otorga el hecho de hacer folklore desde el interior parecen diluirse, pasando la General Paz, en intrincadas trabas burocráticas, relacionadas con el negocio musical. Los principales proveedores de música nativa, entonces, chocan contra una realidad: las zambas, las chacareras, las cuecas, se hacen en las provincias, pero se legitimizan en la Capital Federal. El encuentro Música de Provincias, que se lleva a cabo desde ayer y seguirá hasta mañana en distintas peñas y centros culturales de Buenos Aires, con entrada gratuita, intenta romper la perversidad de esta lógica. Sus herramientas, sencillas y suficientes, son un puñado de buenos músicos con ganas de mostrar lo que hacen. Nada menos. Es probable que los nombres de Chochi Duré, Pica Juárez, Tilín Orozco, José Ceña, Claudio Sosa, Claudia Pirán y Fernando Barrientos, entre tantos otros, suenen extraños al oído porteño, aun al de un porteño sensible a la noción convencional de folklore. En este caso, lo que se está viendo en El Desalmadero, Eulogia Peña, C. C. San Martín y C. C. del Sur, es una proyección de lo que se palpa cotidianamente en distintos encuentros musicales de todo el país, algunos de ellos autogestionados, y otros, apoyados por algún ente cultural. El espejo unificador de este heterogéneo mapa musical es la trastienda del Festival de Cosquín, lo que sucede alrededor de la Plaza Próspero Molina, en las calles, en los balnearios y en las peñas. María de los Angeles Ledesma, ideóloga, junto con otros músicos, del proyecto que lleva a cabo el BAM (Buenos Aires Música) nació en Venado Tuerto, vive ahora en Buenos Aires, es vocalista de Cosecha de Agosto y acaba de sacar un más que recomendable CD debut. Y trajinó las madrugadas peñeras de Cosquín, fuera del circuito oficial. Para ella, este encuentro es la alternativa, que todas las semanas se puede ver en las peñas nuevas, como La Eulogia, en la que estamos nosotros, y en El Desalmadero. En los últimos años, la perspectiva del folklore en Buenos Aires se abrió bastante. Cuando llegué de Venado Tuerto estaban las peñas tradicionales, como Trocha Angosta. Ahora la gente tiene más posibilidades de elegir. El espíritu que animó la peña de los Coplanacu y, yendo un par de años más atrás, la de Ica Novo, se refleja en esta caravana de zapadas profesionales, en las que los músicos suben y bajan del escenario, se cruzan y entablan diálogos artísticos impregnados de una mística muy particular. Aquellos que se quedaban hasta las diez de la mañana en la peña del Colorado, en Cosquín, recordarán las guitarreadas en las que se destacaba Raúl el Mono Villafañe, tucumano de 47 años, y desde los 5, técnico electromecánico en Tafí Viejo. En mis pagos, hay una movida muy grande, no sólo de música, sino de teatro pintura, fotografía. En lo musical hay mucha efervescencia. Los tucumanos no tenemos una identidad folklórica propia a nivel compositivo, pero sí nos destacamos a través de la interpretación, desde la negra Sosa a Los Tucu Tucu. Nosotros estamos en el medio de esos nombres, y mi intención es muy humilde, la de ser un tipo que cuenta la historia del hombre tucumano en forma de zamba. Pica Juárez, compositor y autor riojano, considera que este encuentro no debe entenderse como una suma de ejemplos aislados de cada provincia, porque, musicalmente, más que de La Rioja, me siento representante de una región, el noroeste argentino. Con el Mono Villafañe, por ejemplo, tenemos una identidad similar. Me crié en San Blas de los Sauces, un pueblo de músicos, mi padre lo era, mi abuelo también, y crecí con gatos, escondidos, zambas y vidalas. Pero siempre me dicen que soy rockero. Y no lo soy, aunque me guste el rock, y rescate su actitud. Pese a que sus canciones obtuvieron varios premios en diversos festivales, cuenta que siempre que vine a Buenos Aires, nunca pude hacerlo bien, con una banda,por los costos. Por eso ésta es una gran oportunidad. Los que hacemos este tipo de folklore no estamos en contra de lo comercial, lo que queremos es que ese deseo comercial no esté reñido con el buen gusto. El eclecticismo de esta Música de provincias puede sintetizarse a través de las presencias de Fernando Barrientos (coautor, con Caín Caín de la banda de sonido de Tango feroz), Tilín Orozco y Sandra March (con la sangre mendocina involucrada con las tonadas y cierto espíritu spinetteano que se cuela sin pedir permiso), la sanjuanina Claudia Pirán (estamos en el medio de la Chaya y la Vendimia, pero en San Juan no hay quien te auspicie, dice, y José Ceña, representante de Buenos Aires, según la gacetilla oficial. Es porteño, sí, pero con un bagaje folklórico que le permite abordar con idoneidad el mundo de las provincias en el corazón de la Capital Federal. Es decir, lo que se está viendo en este encuentro.
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