Por Luis Bruschtein
El primero de julio es el aniversario de la muerte del general Juan Perón y el dos de julio festejan sus cumpleaños Carlos Menem y la Unión Cívica Radical. De las tres fechas, la más recordada y festejada en estos últimos años ha sido el natalicio del caudillo riojano, con toneladas de vaquillonas al asador en su pueblo natal de Anillaco, que por esos días solía duplicar su población habitual de mil personas. En los cumpleaños, Menem ha cantado tangos, María Julia Alsogaray la marcha peronista, Eduardo Duhalde usó su cabeza para bailar con una damajuana sobre ella y se han tomado decisiones fundamentales para el destino de la Nación.
Por ejemplo, en el �94, cuando cumplía 64 años, el entonces presidente esperaba una llamada de Maradona para que intercediera ante Joao Havelange por su suspensión en el Mundial de Estados Unidos. �Hablé con Havelange por Navarro Montoya, bien podría hacerlo por Maradona�, explicó. Había comenzado los festejos de ese cumpleaños en Buenos Aires junto con su ministro de Economía, Domingo Cavallo, y con el presidente del Banco Nación, Aldo Dadone. La torta de Menem estaba adornada con una pelota de fútbol con los colores de River Plate; la de Cavallo con un dibujo de Calculín, porque era �el genio de la economía�, y la de Dadone con un barquito porque le gustaba navegar.
Dos años después, Domingo Cavallo renegó de los festejos compartidos y le amargó el cumpleaños 66 al afirmar, ya desde el llano, que la desocupación generada por el gobierno que acababa de dejar llegaba al 17,6%. Le habían hecho una torta que pesaba 250 kilos y que había insumido centenares de huevos. Nadie podrá negar que para que Menem festejara se rompieron muchísimos huevos. Un tiempo después, Dadone se iba a pique al ser procesado por el escándalo de las coimas de IBM.
Cuando Menem cumplió 62 años, María Julia Alsogaray debutó en Anillaco con la marcha peronista. Y cuando terminó, preguntó: �Muchachos ¿hasta cuándo van a seguir combatiendo al capital?�. Fue premonitorio, porque a partir de allí la marchita fue desapareciendo de las pompas menemistas. �¡Hay un solo jefe!�, gritó la ex secretaria de Medio Ambiente llevada por el éxtasis de aquel festejo. �¿Qué tal, Mari Jul?�, la saludó el jefe, canchero.
Armando Gostanian, Víctor Alderete y Gerardo Sofovich se sentaron siempre en la mesa principal, muy disputada, de la Hostería Los Amigos, de Anillaco, donde se realizaban los cumpleaños presidenciales. El paisaje pedregoso con el fondo del cerro Velasco y un frío bajo cero era matizado por colosales fogones donde crujían tres vaquillonas (por las tres presidencias, una que hasta ahora no fue) más decenas de chivitos, lechones y 200 kilos de morcillas y chorizos.
Varios de los de la mesa principal están procesados o en vías de. No es para menos: se ganaban el odio de las otras mesas a quienes les servían vino Menem, mientras que ellos regaban sus carnes con champagne Veuve Cliquot Ponsardin Brut.
Por alguna razón, los asadores eran importados de la provincia de Buenos Aires o de Córdoba y funcionaban como hombres sándwich. En el cumpleaños número 64 llevaban todos una campera que decía �Menem �95� en la espalda y cuando cumplió 66 tenían un logo que convertía ese número en un 99 porque aspiraba a otra reelección. Cuando empezó con los ajustes, había tenido disgustos en sus visitas a La Rioja por las protestas de los empleados públicos. En 1994 su cumpleaños coincidía con la Marcha Federal que organizaba la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Entre copa y copa le preguntaron por los organizadores de la protesta más fuerte que hubo durante su gobierno. �Son los violentos de siempre, los del PTO (¿?) y los del Movimiento Todos por la Patria�, respondió irritado y algo disperso.
Para evitar esa clase de disgustos dispuso una especie de rito que, consistía en que uno o dos días antes de cada festejo, una delegación de funcionarios nacionales concurría a la provincia para anunciar subvenciones, proyectos, entrega de tierras o construcción de viviendas oescuelas. Así, su cumpleaños se convertía en una especie de cumpleaños para La Rioja, que recibía regalos de la Nación.
Por ejemplo, cuando cumplió 67 años, participó en un acto donde se entregó maquinaria vial para los 18 municipios riojanos. Y en el cumpleaños 66, asistió por la mañana al teatro Víctor Cáceres, donde en una hora y media presidió cuatro actos en que el secretario Julio Aráoz ofreció 30 mil dólares por un programa contra la droga; el secretario Alberto Mazza anunció la llegada de 150 mil dólares por el Promin, y el secretario Mario O�Donnell destacó los casi dos millones de subsidios para cuatro pueblos del interior. El cumpleaños del presidente era el cumpleaños de su feudo, La Rioja, y así, el gobernador Bernabé Arnaudo, orador en el cumpleaños 63, lo reivindicó como �el mejor estadista de todo el mundo�. Cerca de dos mil personas se habían concentrado en el aeropuerto para esperarlo y más de 500 participaron en los festejos.
Pero así como daba, recibía. Los amigos más cercanos aseguraban que al ex presidente no le interesaban los bienes materiales y decían que ellos le regalaban un beso o un abrazo. Pero, evidentemente, sus gustos no estaban tan difundidos, porque en cada cumpleaños recibía millones de pesos en regalos. Cuando los cumpleaños se festejaron en Anillaco, ese día era feriado en el pueblo. Nadie trabajaba, excepto los mozos, los asadores y los trabajadores de la pista internacional de aterrizaje que se autorregaló. Para completar la pista, su encargado de prensa, Adalberto Díaz García, le regaló una manga de avión con los colores de River Plate. En otro de sus cumpleaños, el secretario de Turismo, Francisco �Paco� Mayorga, le regaló una impresionante motocicleta Hoffman que había sido de Perón. Así le obsequiaron facones y mates de plata, carritos y palos de golf, bicicletas de fibra de vidrio, bandejas grabadas, toda clase de prendas y pocos libros, pero nada superó a la moto de Perón.
Con sus tortas de 250 kilos enviadas desde Buenos Aires por avión, toneladas de carne al fuego regadas por vino Menem y champagne francés, la actuación del Soldado Chamamé y los bombos del Tula, los cumpleaños de Menem en Anillaco, a los que incluso asistieron funcionarios diplomáticos y el mismísimo embajador de Israel Itzhak Avirán, pasarán a la historia de este país como verdaderas fiestas del primer mundo. Porque siempre fueron un espejo de lo que pasaba y pasaría en el país. Cuando cumplió 63 años, uno de los grandes asados con despliegue de vaquillonas enteras y chivitos en la cruz fue en un restaurante del sindicato del vidrio, en la capital riojana. Al retirarse el presidente y los invitados, irrumpieron los pobres del lugar para atacar los restos de la pantagruélica comilona. Y el encargado tuvo que llamar a la policía para evitar que se llevaran los platos y los cubiertos.
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