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El veterano Walter Matthau, considerado durante varias décadas como el comediante más gruñón de Hollywood, falleció ayer los 79 años de un ataque al corazón. El actor formó una casi indestructible pareja de comediantes con Jack Lemmon, con el que popularizó en el cine una serie de rutinas cómicas que casi crearon un género: el de los divertimentos de jubilados estadounidenses que se niegan a pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Matthau tenía un humor poderoso y corrosivo, que a veces aplicaba sobre sí mismo, fiel a su tradición de judío. Por ejemplo, describía su rostro con como un �fenómeno fisonómico bastante ordinario�: una gran nariz, protuberancias que rodeaban los ojos, una boca que al reír siempre provocaba inicialmente un pequeño shock en el espectador. �En el gueto se desarrollan músculos de la cara para sobrevivir, y esto lo favorece a uno como actor�, opinaba. El cuerpo agonizante del comediante fue transportado durante la madrugada de ayer, en una ambulancia, al St. John�s Hospital de Santa Monica, pero ya nada pudo hacerse por él. Matthau, quien había nacido el 1º de octubre de 1920, era originario del Lower East Side en Nueva York, que entonces era un hervidero de inmigrantes. Hijo de inmigrantes rusos judíos, con el apellido Matushanskavasky, creció con �una sopa de papas y el teatro judío�, según recordaba. Se educó en las calles, en una época vendió limonadas y pudo llegar a los escenarios aficionados gracias a algunos pequeños papeles. Ejerció diversos oficios antes de combatir en las fuerzas armadas durante la Segunda Guerra Mundial y en la posguerra estudió arte dramático en Nueva York. Más tarde también representó algunos roles menores en Broadway, al igual que en Hollywood, donde por lo general se lo buscaba para encarnar malvados. Recién a los 45 años el destacado autor teatral Neil Simon le ofreció uno de los dos papeles principales de Extraña pareja, el del reportero deportivo bebedor de cerveza, jugador de póquer y mujeriego Oscar Madison. Junto a Jack Lemmon, Matthau realizó una exitosa película, a la que le siguieron muchas otras, inspiradas en aquélla. Su lánguido caminar, sus hombros colgantes, su sucia risa irónica y su modo de hablar poco cuidado le impidieron durante años convertirse en una verdadera estrella, pero luego se transformaron en sus marcas características. Se definía con ironía como el �Cary Grant de Ucrania�, pero disfrutaba visiblemente que de repente fuera codiciado por numerosas mujeres. Desde 1959 estuvo casado en segundas nupcias con Carol, quien venía de un matrimonio poco feliz con el escritor estadounidense William Saroyan. Su único Oscar, al mejor actor de reparto, lo ganó en 1965 gracias a su trabajo como actor cómico en el film En bandeja de plata, bajo la dirección de Billy Wilder y nuevamente con Lemmon. Wilder volvió a poner en pantalla al exitoso dúo en Aquí un amigo, entre otras películas. También otros directores filmaron numerosas películas con ellos, por ejemplo la comedia de los �90 Dos viejos gruñones. La última película de Matthau fue No nos dejen colgadas (Hang Up), bajo la dirección de Diane Keaton. Cuando está por morir su padre, tres hermanas exitosas en el aspecto profesional (Meg Ryan, Diane Keaton y Lisa Kudrow) vuelven a reunirse tras largo tiempo. Matthau �quien se jactaba de nunca haber olvidado su identidad judía� perdió en el juego gran parte de su fortuna y volvió a rodar siempre nuevas películas para compensar las pérdidas. Sin abandonar el teatro, dedicó al cine casi cuarenta años de su vida y acumuló unas sesenta películas en el curriculum. Desde hoy, todo en su derredor es recuerdo.
LOS FUNERALES DE VITTORIO GASSMAN El actor italiano Vittorio Gassman recibió ayer su último adiós en un emotivo funeral lleno de guiños teatrales que, con su esposa vestida de blanco, también fue simbólicamente una boda. El escenario de la despedida fue una recoleta iglesia que el propio Gassman frecuentaba en los últimos años, la de San Gregorio al Celio. Allí, a espaldas del Coliseo, frente al Palatino, políticos y actores, amigos y gente común completaron el reparto de una verdadera pieza dramática, con llantos y aplausos, con versos, palabras de duda y amor y emociones. En su ataúd, �Il Mattatore� vestía una traje oscuro con una corbata salpicada de ballenas, en homenaje a su último montaje de Moby Dick, y sostenía entre las manos un libro titulado �Rosario del Tercer Milenio�, con la fotografía de Juan Pablo II en la portada.
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