El nuevo racismo
Por Eugenio Raúl Zaffaroni *
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La globalización
no sólo polariza riqueza entre clases sociales, sino también
entre naciones y continentes. Las clases ricas se guetizan en countries;
las naciones ricas se amurallan. La fortaleza Europa y la
frontera sur de los Estados Unidos parecen olvidar que no hay muro que
dure cien años. Si cayó el muro entre oriente y occidente,
tampoco puede durar el que erigen entre el norte y el sur. El otro cayó
pese a ser de hierro; éste durará menos, porque es de plástico,
como corresponde a las realidades virtuales de la hora.
Cerrar las fronteras a la inmigración y cultivar la xenofobia,
no parece ser una fórmula eficaz. Las asumen los Haider que desplazan
a los políticos tradicionales, poniendo en peligro la estabilidad
política y resucitando fantasmas en camisas pardas y negras.
Para colmo, las naciones countries reducen su población;
los únicos que crecen son los inmigrantes.
Los racistas del siglo XIX sostenían que las razas mestizadas de
nuestros países se extinguirían por su hibridez. Gobineau
se equivocó feo al afirmar que la población de Brasil estaba
condenada: hoy se reducen las poblaciones europeas más desarrolladas.
Claro que no es cuestión de razas, sino de comodidad, competitividad
y consumismo. Los beneficios del gueto rico los condenan a disminuir.
En otros tiempos se pensó que, para compensar, era bueno esterilizar
a los inmigrantes problemáticos. Las leyes de esterilización
de delincuentes se sancionaron en la mayoría de los estados norteamericanos.
Cuarenta años después las copió Hitler. También
agredieron sus culturas prohibiendo los tóxicos aceptados por ellos.
Por eso se prohibió la marihuana de los mexicanos, mientras que
el opio seguía siendo de venta libre, y se reformó la Constitución
para prohibir el alcohol, cuando los inmigrantes católicos europeos
consumían vino y cerveza y retrocedía el whisky.
Con el cierre de fronteras el tráfico ilícito de personas
se convierte en un negocio más rentable que el de la cocaína.
Cuantos más campos de concentración de inmigrantes ilegales
se abran, más ganarán los que lucran con su introducción
ilícita. De vez en cuando se asfixiarán chinos en Gran Bretaña,
se ahogarán haitianos en el Caribe o marroquíes en el Mediterráneo,
o se deshidratarán mexicanos en el desierto, pero los traficantes
ganarán más dinero, que los bancos reciclarán para
evitar la recesión.
Cuanto más se cierren las fronteras, mayor será el racismo.
En el siglo XX el racismo nunca pudo desvincularse de las migraciones.
En los locos veinte, cuando los europeos huían de sus países
empobrecidos hacia los Estados Unidos, el inolvidable Franz Boas batía
en lo académico al racismo y fundaba la antropología que
daría al mundo las enseñanzas de Ruth Benedict y de Margaret
Mead. Pero al mismo tiempo, la autoridad migratoria norteamericana se
movía conforme a teorías racistas elogiadas por Hitler en
Meim Kampf. Exner, famoso criminólogo racista alemán, había
aprendido en los Estados Unidos que la civilización exigía
a los negros un esfuerzo superior a sus posibilidades biológicas.
Mientras las invasiones de los otros se quieren
contener con muros y cortinas en las fronteras, a los otros
que ya entraron se los controla encerrándolos en las cárceles.
No por azar las de los franceses están llenas de argelinos, las
de los ingleses de caribeños, las de los alemanes de turcos y las
de los norteamericanos de negros y latinos.
En tanto, los políticos del primer mundo quieren prevenirse contra
Haider robándole el discurso. Si Haider les quita votos por duro,
hay que ser más duro. El estilo heavy se
impone en las campañas. No se trata de pisar pollitos, sino de
darle una inyección de cianuro a un negro de 36 años, por
algo que dicen que hizo a los 17. Si no tuvo defensa, si sólo una
testigo dice que lo vio, si su recurso rebotó por un solo voto
enla corte, si pasaron veinte años, no importa, porque nadie puede
mostrarse blando en una campaña: el pueblo quiere sangre,
y los Nerones de pacotilla del mundo virtual bajan su pulgar, para hacer
lo único que todavía les permiten los tecnócratas
del mercado.
No importa que la inyección de cianuro se aplique sólo a
los negros pobres: ya la Corte Suprema norteamericana dijo que eso no
es discriminación. Y el negro tuvo la desfachatez, en el instante
mismo de su muerte, de gritarles casi lo mismo que el juez Douglas había
dicho en la sentencia de 1972, cuando fundó el voto por el que
la Corte declaró la inconstitucionalidad de la pena de muerte:
a nadie se le aplica si tiene una renta anual superior a 50.000 dólares.
Claro que después cambió la Corte, hubo jueces nombrados
por Nixon. Ford le dio a Nixon el indulto, para que no le alcanzasen las
penas por corrupción. El mismo indulto que hoy Bush le negó
al negro. Y todos son del mismo Partido Republicano, al que también
pertenecen los senadores que, invariablemente, se niegan a ratificar los
tratados de derechos humanos, para quedar con las manos libres cuando
tienen que matar adolescentes negros y latinos.
¿Y los demócratas? No se animan a oponerse. Ya no son los
tiempos en que Roosevelt nombraba a Douglas juez de la Corte Suprema.
Hoy miran para otro lado, aunque en realidad miran las encuestas, y no
quieren perder la carrera en el apoderamiento del discurso de Haider.
Y nosotros no podemos quedarnos atrás, debemos imitar al primer
mundo. Cerremos 5000 kilómetros de frontera con papel de seda,
dejemos que un oportunista de mercado haga el discurso racista, gritemos
contra judíos y bolivianos en las canchas de fútbol, hagamos
discursos heavy en nuestras campañas. No importa que
el mismo discurso lo haya hecho la oligarquía contra los mestizos
gauchos primero y contra nuestros abuelos gringos después.
Total, de los hijos de los gringos luego lo hicieron contra
los cabecitas negras hijos de los gauchos. Ahora los nietos
de los gauchos y de los gringos lo podemos hacer contra los
bolivianos. Es una curiosa forma de afirmar nuestra identidad, olvidando
quiénes somos y de dónde venimos. Del nuevo rico, sólo
nos está quedando la memoria flaca.
* Titular del Instituto contra la Discriminación, la Xenofobia
y el Racismo (Inadi)
REP
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