OPINION
Se
cayó el sistema
Por Claudio Uriarte
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Elecciones
mexicanas limpias es una expresión que parece asimilarse a
un oxímoron, pero puede que las de hoy se aproximen bastante
al ideal, el proceso que llevó a ellas ya contuvo elementos
positivos, y tampoco conviene olvidar que más allá de
la tradición fraudulenta y clientelista del Partido Revolucionario
Institucional (PRI, en el poder desde 1929) también siempre
existió una corteza de representatividad (aunque expresada
de modo distorsionado), por la simple razón de que ninguna
formación (ni siquiera dictadura) se mantiene siete décadas
en el gobierno mediante la simple y pura represión, sin un
toma y daca con la sociedad.
Estas, es cierto, son las primeras elecciones que el PRI podría
perder, a manos del desafiante de derecha Vicente Fox, que está
recibiendo creciente apoyo de sectores de la centroizquierda a la
vista del hecho de que su propio candidato, Cuauhtémoc Cárdenas,
del Partido de la Revolución Democrática, no logra remontar
un techo del 20 por ciento de las intenciones de voto, frente a un
Fox y a un Francisco Labastida (del PRI) técnicamente empatados
en torno a un 40 por ciento. Pero la principal novedad ya se produjo,
y fue el hecho de que el año pasado el candidato del PRI fue
elegido por primera vez en elecciones internas limpias competidas
con otros dos candidatos, sin dedazo (o designación
de facto) por el presidente saliente, Ernesto Zedillo.
Ahora, frente a un sistema de poder que se descompuso aceleradamente
en los últimos años (con causas tan diversas como el
tequilazo, las estafas del ex presidente Carlos Salinas de Gortari
y su círculo y los asesinatos del ex candidato Luis Donaldo
Colosio y el ex procurador José Francisco Ruiz Massieu, aparentemente
por obra de los dinosaurios de la vieja guardia mafiosa
del PRI), México se encuentra ante un cruce de caminos: uno
lleva a la reforma, el otro a la revolución. El camino de la
reforma es el sugerido por la elección interna de Labastida
y su posible elección externa; el de la revolución paradójicamente
está representado por el conservador Fox, por más que
el ex gerente de la Coca-Cola nunca haya dejado de hablar en el lenguaje
de la transición, ofreciendo amplios pactos de gobernabilidad
que dejarían en sus puestos a los funcionarios públicos
priístas no
corruptos y abrirían el
gabinete a figuras del centroizquierda.
Esto es así porque México afronta la formidable y delicada
tarea de separar el partido del Estado, que puede derivar fácilmente
en derramamientos de sangre. Y porque el viejo sistema ha caído
para siempre, gane quien gane estas elecciones históricas.
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