Por Darío Pignotti
Desde México D.F.
México pudo hacerlo. Pocos minutos después de las 20
horas del domingo, cuando las boca de urna le daban un triunfo seguro,
el presidente electo Vicente Fox fue recibido con dos palabras rotundas:
se pudo. Los cientos que coreaban la consigna a las puertas
del Partido Acción Nacional (PAN) en Ciudad de México eran
expresivos del humor de millones. Por la vía electoral, los mexicanos
acabaron con un régimen que muchos ya creían eterno. Hubo
quienes no terminaban de creerlo como Socorro Cruz Ruiz, en Xochimilco,
quien después de ver los resultados le decía al cronista
ya verá como al final el PRI siempre se sale con la suya.
Así como le sucedió a doña Socorro, así les
ocurrió a los periodistas. La sorpresa: había perdido el
PRI. Y cómo: Fox sacó el 42,71 por ciento de los votos frente
al 35,78 por ciento de Labastida. Fue una diferencia de siete puntos:
casi dos millones y medio de votos. Tercero, con un 16,52 por ciento,
quedó Cuauhtémoc Cárdenas, del Partido de la Revolución
Democrática (PRD), en su tercera derrota consecutiva en presidenciales.
Este triunfo de Vicente Fox ya está en la historia contemporánea
mexicana, sin dudas. Su nombre es un parteaguas entre el antes y después
del antiguo régimen. Pero Fox sería un ranchero conservador
más de no ser por el aluvión ciudadano que conquistó
la alternancia partidaria en el poder y la democracia electoral. Los millones
de electores de Fox, que no foxistas, terminaron con el mito del fraude
de nunca acabar que pendía desde que Carlos Salinas de Gortari
llego a Los Pinos en 1988, robando cinco millones de votos, millones más,
millones menos.
También es mítico cargarle al PRI todos los males de la
patria. Ese partido (con otro nombre) institucionalizó la Revolución
Mexicana cuando ésta, después de un millón de muertos
y de sancionar la Constitución más moderna de Occidente
en su hora, se dio a la tarea de construir un Estado nacional unificado
y laico. Durante los años 30 ese partido nacionalizó el
petróleo y llevó a 1,8 millones de niños a la escuela
como manera de terminar con el oscurantismo eclesial con el que se libró
una guerra de 1926 a 1929. El presidente de la transición, Vicente
Fox, se declaró cristero en homenaje a los combatientes
contrarrevolucionarios. La decadencia del régimen llegó
con su fosilización y autoritarismo. La matanza de estudiantes
en Tlatelolco en 1968 podría haber sido perpetrada por Pinochet
o Videla y las parodias electorales que le daban el 93,6 por ciento de
los votos en 1976, por ejemplo, hablan por sí solas.
El domingo, México avanzó. Queda un interrogante: ¿hacia
dónde? La democracia electoral, el pluripartidismo y el ascenso
ciudadano activo no bastan para proclamar que México es un
país indiscutiblemente democrático, como hizo el presidente
Ernesto Zedillo. Si en las elecciones del domingo triunfó quien
recogió más votos fue a pesar del PRI. La orden emanada
desde el partido fue alcanzar la victoria al precio que fuere y para ello
se convocaron a los mejores hombres, como Manuel Bartlett,
el mismo que desenchufó el sistema para que ganara Salinas en el
88. Quién sabe qué pueda suceder con ese aparato en
retirada y controlando 21 provincias, algunas en connivencia con el narcotráfico.
Tres imágenes retratan a los ganadores de la justa
electoral del 2 de julio: Vicente Fox Quesada, Ernesto Zedillo Ponce de
León y José Woldenberg. El futuro presidente, empinando
una botella de champaña (mejor sería tequila)
y declarando que estaba a toda madre para entrarle a su trabajo,
que comenzó el mismo lunes, con un encuentro altamente simbólico
con el actual mandatario. Está allí el estilo Fox,arrollador
y práctico. Le gusta comparar su transición con la chilena,
la argentina o la indonesia.
La segunda imagen mostró al actual mandatario en cadena nacional
reconociendo la victoria opositora junto al retrato del prócer
Benito Juárez. Zedillo también quiere un lugar en los manuales
de historia y lo tendrá. No a la altura de Juárez, seguro,
pero sí en reconocimiento a ser el primer priísta que le
calza la banda a un sucesor de otro partido.
Sereno, el consejero presidente del Instituto Federal Electoral (IFE),
José Woldenberg, encendió un puro a las 11 de la noche del
domingo. El hombre cumplió su tarea de saneamiento democrático
con una labor que todos aplauden por transparente y ecuánime. Pero
además, la tarea del IFE (y su presupuesto de más de 1000
millones de dólares) también fue impulsar la partidización
ciudadana, algo necesario en una cultura de partido único.
La cuarta imagen triunfal es ciega. Fue la foto que nadie tomó
y todos esperaron de Carlos Salinas de Gortari emitiendo su voto (¿por
Fox?). Los enemigos de Salinas dentro del PRI fueron las principales víctimas
de Fox. No vino a votar, pero hasta último momento corrió
el rumor de un viaje relámpago, de esos que realiza con frecuencia
a México y Cuba, donde suele descansar en un hotel que sería
de su propiedad. La victoria de Vicente Fox es la de alguien que tiene
más de una deuda con el ex presidente, un hombre que sabe cómo
cobrarle a sus acreedores.
Entre los derrotados debe anotarse a Cuauhtémoc Cárdenas,
luego de tres intentos fallidos por llegar a la residencia presidencial
de Los Pinos. En su haber queda la altura moral y un liderazgo que, como
ya anunció, tendrá un perfil social y soberanista. Como
atenuante, nada menor, queda la victoria de su partido, el PRD, en el
gobierno de la Ciudad de México.
Pero toda la derrota fue para Francisco Labastida y para el PRI, que parece
llevar rumbo de colisión.
Los dinosaurios no daban más, escribió el diario
Reforma acertadamente. ¿Será que los foxiles
lo harán mejor?
La alegría
de De la Rúa
El presidente argentino, Fernando de la Rúa, felicitó
ayer, una vez conocido oficialmente su triunfo, al nuevo presidente
de México Vicente Fox por su victoria en las elecciones del
domingo, y calificó ese triunfo como un día de
alegría para la democracia. De la Rúa, que prometió
estar presente el día de la asunción, elogió
además al presidente saliente Ernesto Zedillo por el papel
que cumplió para que los mexicanos pudieran tener elecciones
libres: Ha realizado una gran obra para su país y para
la democracia. Según el mandatario argentino, el resultado
de las elecciones es de gran importancia para América
latina porque ayuda a consolidar y mejorar las democracias en
la región. Según fuentes oficiales, De la Rúa
también conversó con quienes fueron candidatos presidenciales,
el oficialista Fernando Labastida y el opositor Cuauhtémoc
Cárdenas. |
Claves
En un hecho histórico,
el Partido Revolucionario Institucional perdió por primera
vez las elecciones presidenciales mexicanas, luego de 71 años
ininterrumpidos en el poder con ese nombre.
El autor de semejante hecho
es Vicente Fox, ex empresario de Coca Cola y ex gobernador del estado
de Guanajuato.
Detrás de la victoria
de Fox está la reestructuración en el ejercicio del
poder que el PRI comenzó con el actual gobierno. El presidente
Ernesto Zedillo se saltó el dedazo (la elección
interna del candidato vía el dedo del presidente) para que
el PRI tuviera elecciones internas.
El punto final de esa reestructuración
fue la decisión del actual gobierno de garantizar elecciones
limpias en un país donde el fraude era ley.
De aquí hasta diciembre
se abre el camino de la transición. Fox ya se reunió
con Zedillo para comenzar a tratar el tema. La principal incógnita
es cuál será el futuro de un partido que nunca fue oposición
y que siempre fue igual a Estado. |
opinion
Por
Luis Bruschtein
Un
golpe por derecha
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Lo más fácil sería decir que el PRI era una
porquería y que por fin se terminó su unicato de más
de 70 años. Pero las cosas son más complejas. Lo cierto
es que no cayó frente a una propuesta popular o de izquierda
que lo superara, sino frente a la derecha conservadora, clerical
y neoliberal del PAN. Tampoco se puede decir que la derecha le ganó
a una fuerza popular, como si no hubieran pasado tantos años
y cosas desde la Revolución Mexicana, en cuyo seno se gestó
el PRI.
El PRI es muy parecido al peronismo. Una parte grande de la izquierda
y del Frepaso, surgió aquí del peronismo. Luchadores
sindicales y políticos populares salieron de sus filas. En
México sucedió algo parecido con el viejo PRI. Incluso
Cuauhtémoc Cárdenas, el principal dirigente del izquierdista
PRD, es hijo del ex presidente Lázaro Cárdenas, uno
de los fundadores del PRI.
Como el peronismo, el PRI dio toda la vuelta: se originó
en una revolución popular que hizo una reforma agraria, nacionalizó
la banca, el petróleo, el comercio exterior, el transporte
y las telecomunicaciones, con una política exterior independiente
e impecable y después empezó a desandar ese camino.
Fue un trayecto signado también por rasgos autoritarios y
corrupción que se profundizaron cuando empezó a viajar
en sentido contrario al inicial.
Para muchos mexicanos progresistas y de izquierda era necesario
que el PRI saliera del poder para comenzar un proceso de democratización
real del país. Y muchos se alegraron de que sucediera finalmente,
aunque fuera por obra de la derecha. Es probable que la alegría
no les dure mucho tiempo. Porque en los países latinoamericanos
no hay derechas civilizadas al estilo europeo, sino que expresan
de manera brutal los impulsos de los mercados y las ambiciones desaforadas
de grupos empresarios cada vez más concentrados. No han demostrado
tampoco ser menos corruptos y menos autoritarios.
Es cierto que el régimen del PRI es obsoleto para la globalidad
y que su gobierno fue reduciendo al máximo su función
redistributiva. Pero la mayoría de los mexicanos sobrevive
en una economía informal gracias a que los transportes y
los elementos de primera necesidad todavía están subsidiados.
México es demasiado complejo para una derecha cruda. La situación
insurreccional en Chiapas y otros estados es muy delicada como para
pretender resolverla con la represión. Los mexicanos están
acostumbrados a un manejo florentino, resbaloso y maquiavélico
del poder y es posible que supongan que es la única manera
de ejercerlo. Pero no es la única.
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UN PERFIL
DE VICENTE FOX QUESADA
Vaquero valiente
Por Juan Jesús Aznarez
Desde México D.F.
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El ya virtual presidente,
Vicente Fox, es un hombre farruco y políticamente incorrecto,
un vaquero valiente y deslenguado que se ganó la vida vendiendo
forraje y calzado charro y entró en política, según
propia confesión, porque la acumulación de compatriotas
jodidos clamaba al cielo. Nunca el gobernante Partido Revolucionario
Institucional (PRI) había tenido enfrente un contrincante
con la labia y el mortífero carisma demostrados por el abanderado
del derechista Partido de Acción Nacional (PAN). ¿Se
considera demagogo? Absolutamente, no. ¿Populista?
Yo no engaño a nadie, ni soborno, y mi compromiso está
con los pobres, con los indígenas, y a eso hay quien le llama
populismo.
Vicente Fox, de 58 años, casado y separado, con cuatro hijos
adoptivos, ha escuchado de todo y ha dicho de todo: resolverá
en 15 minutos el problema de Chiapas si el subcomandante Marcos
se aviene al calendario, creará un millón y medio
de puestos de trabajo, logrará un crecimiento del PBI del
orden de siete puntos y los corruptos recibirán castigos
ejemplares y serán exhibidos con grillos.
¿Nos llevará Fox al socialismo dictatorial?,
alertaron 10 días atrás los patriotas de México
Nuevo. El político que otros mencionan como vendido a Estados
Unidos y al capital extranjero sumirá al México lindo
en la dictadura del proletariado. Véanlo ahí en la
foto hablando con el tirano de las Antillas, en febrero
de 1999, en dolosa complicidad. Los grupos que se le han unido
son de rigurosa línea bolchevique, afirmaron en un
anuncio de prensa con una fotografía en la que aparecen Fox
y sus hijos con Fidel Castro.
Vicente Fox Quesada, hijo de española de San Sebastián
y de mexicano descendiente de irlandeses, no es apátrida,
ni fascista en ciernes, menos aún comunista, ni presenta
las características locoides atribuidas al ex presidente
ecuatoriano Abdalá Bucaram, destituido por el Congreso de
su país. El candidato emergente, el Marlboro man mexicano,
es un azote antipriísta de bigote fino y discurso grueso
que enamora sin quererlo, y se confiesa pecador pero monógamo
por la gracia de Dios. Subió en las encuestas fustigando
en cristiano contra las marranerías del PRI, contra el político
ladrón y el gobernante fracasado.
Inevitablemente, el Fox auténtico, el ex gerente de Coca-Cola
México, fue demagogo en campaña, codo a codo con sus
rivales, porque no dispone de la maquinaria priísta para
acarrear votos, y debió prometer casi todo a casi todos.
Quienes dicen conocerle bien lo pronostican cuerdo a más
no poder, sin barbaridades en su eventual presidencia ni zarpazos
susceptibles de romper el complejo tejido social mexicano. Fox compitió
rodeado de asesores que le soplan al oído contra los escotes,
el vicio homosexual y a favor del agua bendita, o de otros que le
piden centrarse, situarse en la tercera vía y aceptar a los
librepensadores.
Se dice un poco de izquierdas, rara avis en un partido
con sus flancos más reaccionarios cubiertos de telarañas.
No modificará sustancialmente la apertura económica
en curso, ni las relaciones con Estados Unidos, y menos podrá
eliminar en muchos años el paternalismo de Estado que tanto
critica al PRI. Sus adversarios anticipan que privatizará
todo lo que pueda. Es de todo menos pusilánime, y en 1991,
declarándose víctima de un fraude electoral en Guanajuato,
se echó a la calle contra el sistema. Prometió hacerlo
de nuevo si ahora le birlan la victoria.
Soy una persona estable, de resultados probados en Guanajuato;
eso da credibilidad y eso termina el mito de que sólo ellos
saben gobernar.Católico, apostólico y mexicano,
es extremadamente vulnerable al tinto con queso y al jamón
ibérico, se le cae la baba pensando en un besugo de Guetaria.
Hay que distribuir, hay que asegurar que todo el mundo tome
su rebanada de pastel. Lo esperan millones con la boca abierta.
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opinion
Por Sergio Sarmiento *
¿Qué será del PRI?
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Cuál será
el papel del PRI en el futuro? Este es un partido organizado no
en torno a una ideología sino a la capacidad de mantenerse
en el poder. Es verdad que el PRI no detenta ya el gobierno de 11
entidades federativas, pero el poder de la Presidencia de la República
ha sido el cemento que ha mantenido unido al partido, incluso en
esos estados en que el PRI ya no gobernaba.
¿Qué ocurrirá ahora? El PRI ciertamente mantendrá
suficiente influencia como para no desaparecer. Aun con la derrota
en Morelos, todavía conservará el gobierno de 19 de
las 32 entidades de la Federación. En el Congreso de la Unión
bien puede seguir siendo el partido con mayor número total
de representantes. Más aún, las estructuras del gobierno
federal están llenas de funcionarios y burócratas
que son o simpatizantes del PRI o miembros activos de este partido.
Fox ha prometido no hacer una limpieza de toda la estructura gubernamental
sino sólo de los mandos superiores. Incluso ha apuntado que
mantendría a algunos funcionarios de alto nivel, por ejemplo
en el área financiera, a fin de reducir las posibilidades
de un desajuste económico con motivo del cambio de gobierno
como el que ocurrió en 1994.
Es muy probable, sin embargo, que el PRI pierda la coherencia que
hasta ahora ha tenido a nivel nacional. Hasta ahora, el presidente
de la República siempre ha tenido que darle unidad a un partido
que incluye a grupos de muy diversas tendencias políticas.
Es muy probable que pronto empecemos a ver corrientes locales, encabezadas
por gobernadores, que se mostrarán rebeldes ante los dirigentes
federales del partido.
El largo período entre la fecha de la elección y la
toma de posesión se vuelve hoy enormemente importante. Cinco
meses es demasiado tiempo cuando se plantea no sólo un cambio
de cabezas sino de partido en el poder. El presidente Ernesto Zedillo
tendrá que tomar medidas extraordinarias para evitar que
este largo lapso de transición se convierta en una fuente
adicional de incertidumbre.
A fin de cuentas, Zedillo puede reclamar para sí buena parte
del crédito en el cambio que está ocurriendo. El impulsó
la reforma electoral de 1996. El subrayó que no bastaba con
tener elecciones limpias sino que había que hacerlas más
justas, dándole a los principales partidos políticos
un acceso a los medios electrónicos de comunicación
y una cantidad de dinero similar.
Hoy, el cambio se está dando. Estamos viviendo tiempos históricos.
Y es importante que al final no haya errores que puedan empañar
todo el proceso.
* Publicado en el diario Reforma de México.
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