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LA “TV REAL”, UN FENOMENO CRECIENTE QUE YA LLEGA A LA ARGENTINA
Las cámaras en el ojo de la cerradura

Hace tiempo que no aparecía una fórmula de éxito tan segura. �Real World�, �Gran Hermano�, y �Survivor� son el sueño de todo voyeur. �Expedición Robinson�, en tanto, ya tiene versión local.

Por Julián Gorodischer
t.gif (862 bytes)  Ya hay quienes reclaman en el primer mundo un nuevo formato para la tevé real: es hora de espiar a los feos, los ancianos, enfermos, marginados. Entonces, sí, el slogan “como la vida real” tomará sentido. No por ahora, cuando la democratización del género del siglo XXI es apenas un proyecto, y la TV voyeurista elige siempre los mismos cuerpos y rostros, fieles a un requisito: despertar en el público interés sexual. Hace tiempo que no aparecía una fórmula tan segura: el superéxito “Gran Hermano” (el seguimiento de un grupo de personas en una casa) desató una fiebre, y casi no queda país europeo sin su versión. Pero mayor es hoy el furor por “Expedición Robinson” y sus clones, que se convertirá cerca de fin de año en la primera experiencia argentina de televisión real.
“Expedición...” tiene sus ventajas: el escenario es más divertido que la casa hermética de “Gran Hermano”. Es una paradisíaca isla desierta (en la versión local quedará en el Caribe) en la que no faltan cocoteros, aguas claras y hasta fieras en los alrededores. Esa aventura que no tiene “Gran Hermano” y el mayor grado de exposición de los cuerpos supera ahora en niveles de audiencia a la casa a media luz. En “Expedición...” no hay cuartos donde infiltrarse. Y suele ser más discreta: sus versiones europeas pocas veces se animaron a meterse en la vida sexual de los participantes, como es moneda corriente en “Gran Hermano”.
En la Argentina –con producción de Promofilms, la misma empresa de “Sorpresa y media” y “Fort Boyard”, y conducción de Julián Weich–, el programa se verá en una emisión semanal por el 13. Dieciséis personas convivirán siete semanas en la isla, y en asamblea resolverán quién se aparta cada capítulo. El público no tendrá voto, y quien resista se llevará cien mil pesos. La propuesta incluye una paradoja: subsiste no sólo el más hábil para la pesca, la caza y la construcción sino también el más sociable y solidario. Pero el fin es claramente individualista: mantenerse a costa de las bajas de los otros.
–¿Por qué hay tanta insistencia en separar a “Expedición...” de “Gran Hermano”?– preguntó Página/12 a una productora del ciclo, que pidió no ser identificada.
–Es más que espiar a la gente en una casa. Es una aventura y se pone en juego la destreza. Van a competir en pruebas de pesca, construcción de balsas, carreras de obstáculos... Yo tengo un límite: ni escatología ni relaciones sexuales. Si hay un romance, se los podrá ver caminando de la mano, pero no más.
–El primer excluido en Suecia se suicidó, y en Estados Unidos, en “Survivor” comieron ratas. ¿No hay exceso de morbo?
–En Suecia se cometió un error: no se hizo el test psicofísico que realizamos ahora. Fuimos mucho más cuidadosos en la selección. Era un hombre con severos problemas mentales. Es como si lleváramos a un enfermo cardíaco a “Fort Boyard”. Y lo de las ratas... Jamás haríamos algo así.
Esa vocación “seria” es casi la contracara del show del estadounidense “Survivor”. La cámara paladea la formación de camarillas y la aparición del chivo expiatorio. Hace pocas semanas, una participante fue expulsada entre insultos. Las víctimas de “Survivor” comieron ratas cuando no encontraron otra cosa, y esa emisión desató una polémica enorme. También hubo ruido cuando la producción repartió preservativos y desencadenó intercambios de parejas. “Tenemos la obligación de garantizarles sexo seguro”, se exculpó el productor Mark Burnett, un desesperado por el rating que no dudó en entrometerse para obtener primeros planos del momento íntimo. Su objetivo está logrado: los miércoles a las 20, la audiencia se paraliza ante CBS para espiar al grupo. La necesidad de cambiar todo el tiempo es incuestionable. El “Gran Hermano” holandés llegó a un 54 por ciento de rating. Pero su secuela alemana comenzó en baja. Espiar trivialidades no fue suficiente, y el sexo fue la carta. Kerstin y Alex, dos participantes alemanes enamorados, fueron sorprendidos en el dormitorio de las mujeres practicando sexo oral. Y las cifras, claro, subieron.
Pero el grito del voyeur es más fuerte: “Quieren siempre más”, justificó el productor Paul Romer el “Gran Hermano” estadounidense que comienza mañana. La vigilancia será total: habrá 28 cámaras infrarrojas. No habrá privacidad ni en el baño ni en la despensa. Setenta micrófonos escucharán todo. Y con la tortura aumentará la recompensa: “El premio será de 500 mil dólares”, dijo Romer. Ante las primeras reacciones de la prensa, CBS tuvo que salir al cruce: “No mostraremos a nadie sin ropa”, dijo la vocera Diane Ekeblad. “Los americanos son pudorosos.”
En todos los formatos de la tevé real se goza, pero también se sufre. Ser estrella por cien días también tiene sus contras: convertirse en el “chivo” parece ser el peor castigo. En el “Gran Hermano” español, María José se convirtió en “la mala”. La acusaron de manipular a su hija discapacitada para quedarse con el dinero, y de usar su romance con Jorge para mantener en vilo al público. La echaron cuando el público dijo: “Fuera”. Ella otorgó la escena sexual que le pidieron, y debió soportar la expulsión de parte de los voyeurs. Primero hubo voracidad por ver, después se la castigó por exponerse demasiado. Por esas contradicciones nadie sabe cuánto puede durar el fenómeno, y se buscan variantes: el encierro en un micro, en un tren y hasta en una ciudad bajo el agua.
Lo de “Real World” (MTV, viernes a las 21) es otra cosa. Se le reconoce ser pionero en el género, pero el componente voyeurista está atenuado. Aquí, un grupo de jóvenes vive en San Francisco o Hawai y las cámaras los siguen. Pero el compilado está editado a la manera de MTV, con música de fondo y una clave dramática. Los chicos de “Real World” siempre se nuclean alrededor de un fuerte conflicto. Sus palabras suenan importantes, con alegatos en pro de la amistad, el amor, la tolerancia al diferente... No es una farsa, pero hay un grado de impostación que produce efectos más cercanos a la ficción, y queda la impresión de que quienes participan no se resisten a la tentación de ser actores por unos días. “Real World” se retacea donde sus sucesores lo muestran todo: sus chicos entran y salen libremente de la casa y preservan su intimidad. En tiempos en que es posible meterse en el baño y en la cama de tantos extraños, lo de MTV no elude un tufillo a pasado de moda. Oculta lo que otros ofrecen. Y los amantes de la TV real no parecen dispuestos a aceptar que los dejen con ganas de seguir mirando.

 

Dos películas con valor profético

La película Ed TV fue casi un anticipo perfecto del formato de la tevé real, cuando apenas el fenómeno empezaba a despuntarse. Matthew McConaughey es Ed, un participante seleccionado para un nuevo experimento televisivo: ser filmado las 24 horas. El film tematiza una de las imputaciones más severas que se hace a “Gran Hermano” o “Expedición Robinson”: la cuestión de los límites. En Ed TV, la cámara del programa es voraz: ningún resquicio puede mantenerse en secreto. Las cosas se complican para Ed (que en un principio acepta gustoso la idea) cuando ya no queda intimidad para mantener relaciones sexuales. El es un ídolo popular sólo por ser un personaje público: un mordaz retrato de lo que hoy ocurre con “Gran Hermano”, en el cual los concursantes ganadores se convierten en verdaderos héroes nacionales.
En The Truman Show –incluso anterior a Ed TV–, la crónica del programa que todo lo muestra toma una vuelta argumental menos realista, pero casi profética: el personaje fue nacido y criado en un megaestudio de tevé para ser registrado en cada uno de sus actos. Su mundo es una íntegra puesta en escena, con actores contratados para hacer de madre, padre, novia, amigos y vecinos. La hiperrealidad es, en esta sátira implacable, una construcción de ficción absoluta: la vida de este hombre ha sido completamente absorbida por el sistema televisivo, como una metáfora brutal (¿una anticipación?) de los efectos que producen los programas de la tevé real.

 
opinion
Por Laura A. Iribarren*

Paradojas de hiperrealidad

Observar bajo la lupa la vida de un grupo de personas en una isla desierta, que tiene como meta sobrevivir, ha provocado una revolución en los programas pertenecientes al género TV Reality. Este éxito mundial no obedece a recetas mágicas de marketing; desde esta perspectiva, el fenómeno se torna mudo. Nos encontramos, en cambio, frente a una extraña paradoja: los medios se esfuerzan por ofrecernos hechos reales, por mostrarse auténticos, cuando en definitiva ponen a funcionar enormes dispositivos televisivos. Cada vez se evidencia más la distancia existente entre los hechos reales y los hechos reales mediatizados. Y he aquí la paradoja: la hiperrealidad se torna cada vez más irreal.
En una primera etapa, los concursos, en los programas de entretenimientos, hacían participar al televidente como si fuera un participante más. La identificación se concretaba en la figura participante/espectador. Pero, poco a poco, el receptor dejó de ser un participante y se convirtió en un juez (como sucede en “Gran Hermano”), que tiene poder para decidir sobre la suerte de los participantes. La realidad depende de su elección del más apto.
A la tradicional relación exhibicionismo-voyeurismo –que es característica del espectador audiovisual– se suma un nuevo componente: el exhibicionista sabe que es mirado, pero el voyeurista –lejos de pensar que se trata de acciones que no son dirigidas a él– se revela en el momento de emitir su dictamen. El placer del espectador reside en ser el protagonista privilegiado de una historia que le es ajena, en un curioso juego más parecido al “Panóptico de Betham” que a “La Isla de la Fantasía”.

* Semióloga, especialista en Medios Masivos.

 

 

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