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Por Verónica Abdala Será porque piensa que su trabajo consiste en escribir con la luz, que el fotógrafo Héctor Zampaglione (argentino, residente en España) no recuerda el momento preciso en que se le ocurrió integrar en un libro las imágenes que captaba con su cámara con fragmentos de la obra de los más grandes escritores. Es más, no está seguro de que ese momento haya existido: siempre sintió que esas palabras y esas imágenes podían ser, naturalmente, parte de una misma cosa, y supone, en consecuencia, que la idea de juntarlas lo acompaña desde que tiene recuerdo. Desde su punto de vista, la única diferencia entre uno y otro grupo es que las citas literarias pertenecen a otros, mientras que con la cámara, es él quien escribe sobre lo anterior. La primera experiencia concreta en este sentido se remonta a 1997, cuando publicó El París de Rayuela (editorial Lunwerg), un libro en el que inolvidables postales de la capital francesa se integran, sobre el papel, a algunos tramos fundamentales de la obra de Julio Cortázar. Después de la repercusión que obtuvo con El París..., que llegó a vender un total de ocho mil ejemplares, Zampaglione se decidió a comenzar con un nuevo libro. Este, que acaba de publicarse en el país, también por editorial Lunwerg, se llama Lisboa. Fotografiando palabras, y es también una prueba de cómo las imágenes de las calles, las ventanas, las vidrieras y los rostros de los habitantes de, en este caso, la ciudad portuguesa, pueden combinarse con las frases de Fernando Pessoa, José Saramago y Cardoso Pires, de manera tal que las unas parecen impensables sin las otras. El fotógrafo, de 58 años, planea un nuevo volumen que recopilará fotos de la India, en donde recaló el verano pasado, y otros cuyo leit motiv serán los grandes ríos del mundo: el Amazonas, el Misisipí, el Nilo, el Danubio y el Paraná, entre otros. ¿Cómo se le ocurrió combinar la literatura y la fotografía de manera creativa? Ese fue un interés personal, que surgió en el momento en que me propuse encarar una obra de autor, como artista independiente. Las ciudades están naturalmente asociadas a los escritores. A eso se suma el hecho, no menor, de que soy fotógrafo, y veo el mundo a través del lente de una cámara. ¿Son las ciudades o las obras de determinados escritores las que deben reunir ciertas características como para que usted pueda concretar un trabajo de este tipo? Es una combinación de ambas cosas. Yo elijo a Saramago, Pessoa y Cardoso Pires, autor de Lisboa, un diario de a bordo, porque para mí, sus libros son especialmente visuales. Del mismo modo, hay ciudades más fotogénicas que otras. A mí me fascinan las que cuidan y homenajean su pasado. ¿Con qué escritor no se imagina trabajando? Con García Márquez. Adoro sus libros, pero nunca podría salir a buscar imágenes con la cámara, porque considero que esos lugares que el narra sólo pueden existir en la imaginación. En su opinión, ¿qué escritor cuenta mejor Buenos Aires? Generalmente se cree que Jorge Luis Borges, y sin embargo, yo creo que ese Buenos Aires que él escribió, no existe. No sé, además, es un libro que no tengo planeado... Sus fotos parece una relectura de las frases que cita, antes que una ilustración. Yo no pretendo ilustrar nada, porque no hago guías turísticas, sino crear una pieza original, a partir de las imágenes que observo y de las palabras que me prestan otros, en este caso tres escritores portugueses. Diría que hago una síntesis fotográfica y básicamente creativa, de lo que escriben los escritores. ¿La unidad del libro está diseñada de antemano mediante algún criterio estético, o surge espontáneamente? Yo escribo un guión, a partir de la selección de citas, y posteriormente salgo a buscar las fotos. Las ideas escritas que elijo para representar a una determinada ciudad es lo que me da la pauta de lo que voy a fotografiar. Milagrosamente, las fotos parecen estar esperándome en la calle, cuando salgo a buscarlas repitiéndome una y otra vez tal o cual frase que leí en un libro.
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