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Las obras sociales están en peligro de extinción

Un decreto retiró a los docentes que tienen otros empleos del sistema de obras sociales universitarias. El sector perderá gran parte de sus recursos, sobre todo en las grandes universidades.


Por Cecilia Sosa

t.gif (862 bytes) Las obras sociales universitarias más grandes corren el riesgo de entrar en un proceso de extinción. Un decreto del Gobierno –que se inscribe en el proceso de desregulación del sector– establece que todos los docentes, empleados y autoridades de las universidades nacionales deben unificar sus aportes en una sola obra social. Es decir que, en los casos de pluriempleo –que abarcan a la mayoría de los docentes–, los aportes se agruparán en las entidades que reciban mayores fondos. Así, caerán vertiginosamente los recursos de las obras sociales dependientes de las grandes universidades, que cuentan con una media salarial muy baja y, por ende, con bajos aportes. Claro que los afiliados pueden optar por quedarse: pero sólo les quedan 20 días para realizar el trámite que permitiría su continuidad. “Las obras sociales universitarias han sido un ejemplo de funcionamiento en el sistema de salud. Con sus magros ingresos y sin un solo peso de subsidio, en 40 años de vida siempre cumplieron. De aplicarse el decreto, estamos en jaque”, se indignó el doctor Miguel Pujol, director de la obra social de la UBA (Dosuba), que perderá a 12 mil de sus 70 mil afiliados. “Quedaría completamente desmantelada”, aseguró.
Mañana, dirigentes de las obras sociales de las universidades de Buenos Aires, Rosario, Tucumán, Salta, Nordeste y la UTN –las más afectadas– exigirán ante el Ministerio de Salud que el decreto no se aplique.
En realidad, los efectos de la medida dividen en dos al sistema universitario. Por un lado, favorece a las obras sociales de las universidades más chicas, que tienen un alto porcentaje de docentes con dedicaciones exclusivas y, por eso, altos aportes. Y, por otro, destruye a las de las universidades más grandes, que tienen un promedio salarial muy bajo: la mayoría de sus docentes tienen otros trabajos y hacia ellos irán los aportes.
En el primer grupo se incluye el caso de la obra social de la Universidad de Córdoba. Allí, pese a los magros sueldos, tras la sanción del decreto más de 500 socios engrosaron sus filas. “Hicimos una campaña muy fuerte. Nuestra obra social está muy bien posicionada en el imaginario social y la desregulación nos permitirá captar nuevos beneficiarios”, aseguró Raúl Gómez, del gremio docente.
Para el otro conjunto, el centro del conflicto está el decreto 335/2000 que obliga a los afiliados de las obras sociales a optar por una sola entidad: en los casos de pluriempleo, el docente quedará comprendido en la obra social que recibe sus mayores aportes. Ocurre que, como pocos docentes pueden vivir de sus magros salarios, el pluriempleo está muy difundido en las grandes universidades. Por ejemplo, en la UBA, alrededor del 70 por ciento de los docentes tiene dedicaciones simples y gana entre 86 y 250 pesos al mes, y a esto se agrega la gran cantidad de docentes ad honorem (que hasta hoy puede, por una pequeña cuota, acceder a Dosuba).
Otro matiz es que, con la desregulación, entraron a terciar prestadoras privadas. Pero sólo los docentes con mayores ingresos podrán dirigir hacia ellas sus aportes.
“Los más perjudicados serán los docentes de rango intermedio, que no ganan mejores sueldos en otro lado, como los ayudantes. En cambio, los titulares de cátedra podrán optar por pasar sus aportes a una prepaga”, ilustró Luis Roa, secretario de Acción Social de Aduba. Y agregó: “De la noche a la mañana se van a quedar sin atención médica. Nos vamos a transformar en una obra social expulsiva”.
Los que quieran quedarse en las obras sociales universitarias sólo cuentan con 20 días para completar los trámites. “El decreto hace una elección a la inversa. Si no solicitás quedarte, te sacan. Es una prueba del diablo. Nos dieron sólo 60 días para distribuir la información a los docentes y que ellos manifiesten su voluntad de quedarse”, dijo Pujol. “Ese tiempo es absurdo para informar a todos los docentes. Sólo la UBA tiene 18 sedes con horarios distintos. Y los datos que exigen son muyengorrosos. Vamos a perder gente que está afiliada hace 40 años”, lamentó. “Además, la Dirección Obra Social de la UBA, al ser una dirección, depende de la universidad, no es una entidad aparte. No pueden instruirla como si fuera otra cosa. Están vulnerando la autonomía”, protestó Roa. Y Pujol concluyó: “Con estas medidas, nos quieren equiparar a regímenes muy diferentes, que reciben subsidios del Estado”.


BECAS GUGGENHEIM PARA ARGENTINOS
“Un gran envión”

Las prestigiosas y codiciadas becas Guggenheim premiaron este año, en el ámbito de las ciencias duras, a tres científicos argentinos. Dos de ellos investigadores de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y otro de la UBA. “Es un gran envión. Nos da muchas fuerzas para seguir trabajando”, dijo Julián Echave, profesor de la UNQ.
Para la convocatoria de este año dirigida a América Latina y el Caribe, la Fundación Guggenheim recibió más de 400 postulantes. Pero seleccionó y distinguió a 33 latinoamericanos dedicados a las ciencias y las artes: entre ellos, a Echave, Diego Golombek (de la UNQ) y Ernesto Calvo (de la UBA).
Los premiados recibirán 30 mil dólares para desarrollar los proyectos de investigación que presentaron ante la fundación. En el caso de Echave, doctor en Química e investigador del Conicet, se trata de un proyecto titulado “Restricciones estructurales en la evolución biológica de las proteínas”: “Uno de los objetivos es inferir las relaciones evolutivas entre organismos y especies distintas. Dentro de la infectología, sirve para rastrear la evolución de un virus y detectar posibles focos infecciosos. Dentro de la biotecnología, para diseñar proteínas que cumplan ciertas funciones”, contó.
El tiempo y los ritmos biológicos son los temas que investiga Golombek, doctorado en Ciencias Biológicas, investigador del Conicet y, también, profesor en la UNQ. “Estudiamos cómo se pone en hora el reloj biológico, ese fenómeno por el cual uno tiene sueño a la noche o hambre a determinadas horas –explicó–. La luz es la que pone en hora al grupo de neuronas que forman el reloj del cerebro.” Dentro del laboratorio que él dirige en la UNQ, una de las cuestiones que se está estudiando es cómo solucionar ciertos problemas laborales: “Los viajes, los horarios nocturnos y los turnos rotativos de trabajo desarreglan el reloj, lo vuelven loco. Y la gente se siente mal y baja su performance”, detalló Golombek.
En el caso de Ernesto Calvo, profesor de la UBA y secretario de Investigación de la Facultad de Ciencias Exactas, sus trabajos se centran en los biocensores, en esa área llamada nanotecnología.
Los científicos becados tienen ahora la posibilidad de tomarse un año sabático y abocarse de lleno a sus investigaciones.

OPINION

Por Enrique R. Chiantore*

Polémica en filo (IV)

Dudé acerca de la conveniencia de continuar la polémica con la consejera Hilda Sabato por temor a que tome un cariz personal y se aleje de la cuestión central: la renovación compulsiva de los institutos de Filosofía y Letras impulsada por el rector Oscar Shuberoff. Quienes conozcan la situación de la UBA saben que estos 16 largos años de gestión del rector no se han distinguido por la rotación en los cargos. Empezando por Shuberoff y siguiendo por sus conmilitones, hemos visto múltiples casos de funcionarios que, más que una relación simbiótica con sus funciones, padecen una extraña adherencia a sus sillones. Lamentablemente, el gobierno de la UBA se ha impregnado de métodos punteriles propios de las internas del comité. Así, con un rector dispuesto a hacerse re-rerecontrarreelegir hasta que no logre su tan ansiada senaduría o ministerio, una medida aislada dirigida a “renovar y evitar la simbiosis” sólo de algunos cargos de una facultad parece antojadiza, o peor: discriminatoria; y por cierto “éticamente fláccida”. Cualquier medida renovadora seria (no “desfachatada”) debe empezar por fijar un mandato razonable a los cargos políticos, empezando por la máxima autoridad, pues, como señalara Sabato, la permanencia en un cargo genera espacios de poder que pueden asegurar la eterna reelección. Por último, el voto de Sabato en la asamblea universitaria no es, ni remotamente, el centro de mi argumento contra la renovación compulsiva. Sobre esto no puedo menos que lamentar que, si se opuso a la re-re-reelección de Shuberoff, hoy se haya convertido en bastonera de una de sus medidas más polémicas. No obstante, como uno más de los muchos que aspiramos a una completa renovación de la UBA, no sólo no pretendo agraviarla sino llamarla a la reflexión.
* Consejero directivo de la Facultad de Derecho (UBA).