Por Martín Granovsky
�Los hermanos sean unidos�, recitó al final del discurso. Y cerró así: �Gracias, hermanos�. Era difícil identificar en el argentino perfecto pronunciado por el nuevo embajador de los Estados Unidos, James Walsh, un atisbo de acento extranjero. Pero no fue la única muestra de sintonía con la Argentina. Dando una señal de que entablará relaciones bipartidarias, Walsh agradeció genéricamente su presencia a todos pero solo nombró �al vicepresidente Carlos Alvarez y al gobernador de Buenos Aires, mi querido amigo Carlos Ruckauf�.
Walsh presentó cartas credenciales el lunes, y ayer, el Día de la Independencia de los Estados Unidos, estrenó el cargo recibiendo a unos 400 invitados. Fueron menos de los dos mil habituales porque había dado orden de una recepción más chica para reinaugurar el Palacio Bosch, la residencia de Libertador y Kennedy, después de grandes trabajos de mantenimiento. No solo cambió el número: tampoco hubo puestos de hamburguesas, gaseosas y cerveza con sponsors y promotoras, un paisaje que había convertido a la embajada en una copia de Florida y Corrientes. O Walsh quiso marcar un cambio de estilo, con saladitos y una buena mesa de quesos, o el Departamento de Estado no titubeó en mostrar lo que es una economía en increíble crecimiento y desocupación menos que cero.
También hubo sandwiches de carne, pero paradójicamente pocos menemistas puros. Apenas los ex ministros Raúl Granillo Ocampo y Jorge Domínguez y el ex secretario de Seguridad Miguel Angel Toma.
En cambio, medio gabinete actual subió las escaleras para saludar a Walsh, 53, casado, una hija de 20, que daba la mano o abrazaba a cada uno según la intensidad del trato anterior. Conocía a unos: Adalberto Rodríguez Giavarini, Ricardo Gil Lavedra. Desconocía a otros: Graciela Fernández Meijide, Alberto Flamarique, el propio Alvarez. El Frepaso, justamente, será la gran novedad de su agenda, construida en su tronco original durante cuatro años, entre 1989 y 1993, cuando los interlocutores eran sobre todo menemistas y cavallistas y la embajada trataba de persuadir a los radicales de llegar a un acuerdo con el oficialismo para evitar una hecatombe económica.
Carlos Ruckauf, lejos de su vice Felipe Solá, deambuló raudo por los salones, impresionado todavía por el impacto que todavía tiene el reportaje concedido a Página/12 hace diez días en el que pidió un acuerdo con la Alianza para cambiar la política monetaria y remover a Pedro Pou.
Ricardo Brinzoni, el jefe del Ejército, acompañado por el secretario general Eduardo Alfonso, pudo escuchar la irritación del ex embajador en la OEA Hernán Patiño Mayer contra Ramón Genaro Díaz Bessone y los dinosaurios del Círculo Militar: �No suspendieron a Martín Balza por la causa de las armas, lo echaron porque le facturan no solo la autocrítica del �95 sino Malvinas, donde él combatió y los que dirigen el Círculo tuvieron un comportamiento vergonzoso�.
El mosaico era completo. Martín Abregú, del Cels, y Rubén Santos, jefe de la Policía Federal. El ex fiscal Luis Moreno Ocampo, interesado en que el gobierno tome distancia de los manejos de la Justicia de la Administración Menem, y el juez de la causa AMIA Juan José Galeano. Leandro Despouy, responsable de derechos humanos de la Cancillería, y Martín Cortés Funes, director de América del Norte, uno de los dos diplomáticos, junto a Adolfo Saracho, que en 1976 se negó a integrar un grupo especial de política exterior de la dictadura. Jorge Vázquez, ex embajador en la ONU. El ex vicecanciller Andrés Cisneros. Richard Handley, del Citi, un optimista Carlos Conrado Helbling y Enrique Crotto, de la Sociedad Rural. Y radicales conocidos por Walsh como Enrique Nosiglia, Marcelo Stubrin y Jesús Rodríguez.
Ante todos, y antes de citar el Martín Fierro, el nuevo embajador dijo que la Argentina �no es un destino cualquiera sino algo que yo estaba esperando para esta etapa de mi vida, desde el punto de vista personal y profesional, porque salvo mi patria, no hay otro país que quiera más quela Argentina�. También prometió �hacer todo lo posible para que las buenas relaciones que tienen ambos países sean aún mejores�.
En realidad, desde el punto de vista de la Casa Blanca los temas son transparentes.
En cuestiones estratégicas, Walsh solo tiene que hacer el service del aparato que ya funciona: la Argentina no cuenta con el Cóndor II y participa con Washington de las misiones de paz.
En economía no hay diferencias. El gobierno quiere la misma economía de mercado que Bill Clinton o cualquiera de sus sucesores, George Bush Jr o Al Gore.
El diferendo de las patentes está en la Organización Mundial de Comercio.
La desregulación aérea para favorecer a American y United será objeto de una presión permanente.
Y en lo que previsiblemente será el centro del trabajo de Walsh, los Estados Unidos ejercerán un papel clave en el apoyo a las empresas norteamericanas de telefonía en su lucha contra las europeas.
JAMES WALSH
Por qué él, por qué aquí
Por M.G.
James Walsh ya tenía su futuro definido: a los 53 años, se jubilaría como funcionario del Departamento de Estado y cumpliría su sueño de montar un pequeño diario en alguna ciudad chica de Estados Unidos. Pero un llamado cambió su decisión.
�Tengo una propuesta que hacerle �le dijo el jefe de personal del Departamento de Estado.
�Imposible, ya tengo la fecha para la jubilación �respondió Walsh.
�Sin embargo, ésta no la podrá rechazar: embajador en la Argentina.
�Ah... �sólo atinó a comentar el diplomático.
Fue como si hubiera dicho �touché�. Para Walsh, volver a la Argentina era regresar a la década del 60, cuando una beca del Rotary lo llevó a Córdoba a cursar Ciencia Política en la Universidad Católica. Salvo los de Córdoba capital, los estudiantes de afuera o del interior de la provincia vivían en pensiones. Uno de ellos era Guillermo González, el actual embajador en Washington. Otro, Jorge Vázquez, que pocos años después, tras pasar por la Universidad de Georgetown e ingresar en el servicio exterior, se convirtió en vicecanciller de Héctor Cámpora. Vázquez es el mismo que Carlos Menem relevó como embajador en Naciones Unidas porque le dijo �gordo caramelero� a Domingo Cavallo por su relación con Arcor, y sigue siendo uno de los mejores amigos argentinos de Walsh.
Para el nuevo embajador, además, regresar a Buenos Aires equivale a retomar la relación con un país que dejó en 1993, como número dos de negocios de Terence Todman. Antes había sido consejero político de la embajada.
Su designación en la Argentina, sin duda la elección de un diplomático con cintura política para un país con el que Washington no tiene conflictos, dejó fuera de carrera a John Maisto, otro miembro del Departamento de Estado que se inició en Córdoba, aunque en su caso con la cobertura institucional de Icana.
Los políticos que frecuentaron a Walsh a comienzos del gobierno de Menem recuerdan a Jim, como ayer seguían llamándolo, como un tipo cálido y de trato directo, capaz de ponerse duro si las instrucciones del Departamento de Estado se lo indican.
�A mí me paga el sueldo el pueblo de Estados Unidos �es una frase que solían escucharle en medio de un reclamo diplomático.
Por características personales y por el momento que vive el país es probable que el nuevo embajador conserve el poder real y mítico que significa representar a los Estados Unidos en la Argentina, pero sin duda no será parte de la farándula. Walsh no es histriónico, ni gran jugador de tenis, ni funge de argentino loco por el fútbol como James Cheek. Tampoco llega a la Argentina en un momento de grandes cambios, como cuando Todman encontró en 1989 a un Carlos Menem preocupado por vencer la hiperinflación y cabalgar sobre el nuevo capitalismo y vivió esta escena, que contaría en 1993: �Un día de junio presenté cartas credenciales como embajador ante Raúl Alfonsín. Lo vi por la mañana, y a la tarde prendí el televisor y ahí estaba de nuevo, anunciando la entrega anticipada del cargo. Yo no lo podía creer. ¿Mi español era tan insuficiente que no había entendido bien? Pregunté a mi consejero político, sin decirle nada, si había visto algo raro por televisión. Me contó que Alfonsín había renunciado. Entonces me di cuenta de que había entendido bien el español. Lo que no había entendido bien era la Argentina�.
Walsh pasará aquí tres o cuatro años y después sí, como no tiene fortuna personal, podrá pensar en montar su proyecto de diario.
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