Por Silvina Friera
El relato pertenece a Franco Güili, dramaturgo y director de Amanecer bajo los puentes, y es la mejor introducción: �Paula Tejada me dio la biografía de su padre, convencida de que tenía material para hacer una obra de teatro. La empecé a leer y no podía parar de escribir. Como a veces extraño el río, en el regreso de una de mis habituales escapadas al Tigre, me paré al costado de la ruta para comer un choripán. Me atendió un pibito, �crecido de golpe�, como diría Armando Tejada Gómez. Me dijo que antes vendía estampitas en los trenes. Yo lo miraba y me acordaba del personaje de Toto, el hermano menor del poeta. Ahí fue cuando supe que tenía que hacer la obra, pero con actores y chicos de la calle. Realicé otras experiencias de teatro social en villas, pero nunca había incursionado con la integración. Este descubrimiento me llegó a los 42 años, pero todavía estoy a tiempo�, cuenta a Página/12. Amanecer bajo los puentes es una minuciosa descripción del drama que sufren los chicos que viven en los vagones, cuidan autos en las calles o duermen en alguna esquina envueltos en frazadas y cartón, que muchas veces roban para comer o piden limosna.
Los chicos del grupo Amanecer deseaban conocer la tierra de Tejada Gómez, que de analfabeto se convirtió en un escritor traducido a varios idiomas. Gracias al programa de televisión �Sorpresa y 1/2�, la semana pasada lo consiguieron: en Guaymallén (Mendoza) hicieron dos funciones de Amanecer..., en el cine teatro Recreo, y conocieron a familiares y amigos del poeta. �Más de 150 espectadores se quedaron afuera. Estamos viendo la posibilidad de volver en setiembre, porque hubo mucha repercusión. Encontramos un espacio para el diálogo con los pibes de la calle mendocinos, que se nos pegaron como estampilla, a tal punto que se querían venir con nosotros a Buenos Aires�, precisa Güili. El director es impulsor del primer proyecto teatral de integración entre menores carecientes y actores, organizado por el Programa de Atención Integral a Chicos de la Calle de la Secretaría de Promoción Social del Gobierno de la Ciudad. La obra se repuso el domingo pasado, en la sala Claustro de la Manzana de las Luces, donde sube a escena cada domingo a las 20.
�¿Cómo fue el trabajo con chicos alejados del lenguaje y la práctica teatral?
�Apelamos todo el tiempo a la lúdica, organizamos juegos de corte recreativo. Luego seguía una improvisación con consignas predeterminadas, vinculadas con alguna de las 19 escenas de la obra. Después de que habían hecho esa situación escénica, pero con sus propios textos, leían la escena real. A veces salían unas improvisaciones tan buenas que el texto original quedaba chico y por eso incorporé alguna de esas experiencias. Los chicos ya tienen rigor y empiezan a corregir cosas. Empezaron a manejar todos los códigos: las acciones físicas, el discurso teatral. Lo que les costaba era leer. Tenían una lectura muy primaria, debido a la falta de escolarización. Ahora están mejor porque les insistimos bastante con el tema de la lectura y la escritura. Algunos sueñan con ser actores, otros directores o escribir una obra. Una cosa muy cuidada del espectáculo es que el público siente que hay una paridad y homogeneidad total. No es una estudiantina desprolija. Hay rigor y exigencia. El arte es una disciplina que se puede tomar en juego en el proceso de creación pero después tiene que ser necesariamente serio.
�¿Cómo respondieron los chicos?
�No fallaron nunca. Algunos me decían que esto no se iba a poder concretar, porque los pibes son muy anárquicos y están en el pegamento, no podrían adaptarse. Y fue una falacia, un prejuicio. Llegaban accidentados por las peleas callejeras, enfermos, golpeados, pero no faltaban a ningún ensayo. A los compromisos de la vida no renunciás tan fácilmente.
�¿Siempre le interesó el teatro social?
�Sí, toda mi obra es de una perspectiva de denuncia, nada panfletaria porque odio el panfleto. Creo que el arte nos da otras posibilidades, nos conecta con las sutilezas, las alegorías y las metáforas. Tomé elementos del código de la sátira, de la poética dentro de la miseria, el baile, la alegría, y la felicidad, siempre dentro del drama. Es una especie de trabajo de neogrotesco.
�¿Piensa llevar �Amanecer...� a otras provincias?
�No lo tenía en mente. Pero a partir de esta experiencia me di cuenta de que es posible. Nos encantaría hacer una gira nacional, porque tenemos un proyecto muy concientizador y si pudimos contactarnos con los chicos de la calle de Guaymallén, ¿por qué no con los de otras partes? En la mayoría de las provincias hay bolsones de pobreza. Nos encantaría ir dejando una semilla en cada lugar, para que otros grupos artísticos empiecen a tomar este modelo de trabajo, que un grupo de danza integre a una chica de la calle, un coro haga lo mismo con un pibe, que los puedan entrenar, amparar y ayudar a crecer. El arte es un gran sanador, un recuperador, un lanzador de esa juventud que necesita espacio para ser tenida en cuenta y respetada en sus derechos.
�¿Qué significó para ustedes el Premio María Gerrero por �compromiso social�, que recibieron el 23 de mayo pasado?
�Una reparación histórica valiosa. El director del Cervantes, Raúl Brambilla, comentó la anécdota del grupo venezolano Nave (Niños Actores de Venezuela), que son chicos muy carenciados. Le preguntaron a uno de esos pibes por qué le gustaba hacer teatro, y el chico contestó: �Porque me olvido de la tristeza�.
�Nos piden autógrafos�
Los dos tienen 17 años y un pasado común bajo la ley de la calle. Dejaron atrás los baños públicos de la estación Once para convertirse en actores. Ismael Fernández (estuvo 6 años en la calle) y Esteban Acosta (con 10) están esperando con ansiedad el carnet de socios que les entregará la Asociación Argentina de Actores. �Los chicos amigos nos piden que les firmemos autógrafos, pero a mí no me copa mucho, porque sé que me falta para ser un gran actor�, reflexiona Ismael. Y ya le tomaron tanto el gustito a sus nuevas vidas que hasta filmaron juntos un cortometraje, Juguetes, dirigido por Esteban Puenzo, el hijo de Luis, director de La Historia Oficial. Dos chicos entran a robar a una juguetería y uno de ellos se tirotea con el dueño. �Yo era Lalo, el hermano mayor�, aclara Ismael con entusiasmo. Toto, el menor interpretado por Esteban, mata al dueño para vengar la muerte de su hermano.
�¿Les gustó esta experiencia?
Ismael: Sí, pero estuvimos cuatro días para filmar un corto de 15 minutos. Cuesta preparar las escenas, los efectos especiales. Salíamos a las 7 de la mañana de Del Viso (el hogar que Franco Güili le alquiló a un actor amigo para que los chicos no estuvieran más en la calle) y terminábamos como a las 12 de la noche. Pero fue una experiencia buena. |
Los próximos proyectos
Después de Amanecer bajo los puentes, que subió a escena por primera vez el 4 de octubre del año pasado en la sala Claustro de la Manzana de las Luces, el director Franco Güili está preparando otra pieza de su autoría: Carnaval y Cenizas, un drama social de Gualeguay, la ciudad natal del director. �Cuenta la vida de una familia de cartoneros de mi pueblo, que tenían 18 hijos, y la llamaban �la familia feliz�. Una parte de mi pueblo estaba en contra de mostrar la pobreza en los carnavales. En cambio a otros les parecía bárbaro que con sus carros de basura pudieran exhibir su creación. Esta división y antagonismo terminó devastando a esa familia. Fue como una especie de chivo expiatorio de la sociedad�, explica Güili. Otro proyecto del grupo Amanecer se llama Integración más prevención, que ganó un concurso internacional, organizado por el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), entre 117 propuestas de 26 países interamericanos. �Estrenaremos una obra, El pulpó, sobre el tema de las adicciones y en formato de radioteatro, con actores profesionales y chicos integrados al programa. Estamos buscando una radio que tenga alcance nacional�, apunta Güili. |
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