Por Julián Gorodischer
Ally no es la estrella de ninguna fiesta. No se la ve interesada en el baile, el alcohol y la euforia. Siempre está fuera de sitio, un poco extraviada. Queda la certeza de que si no logró salir a la pista a divertirse en el capítulo cierre de temporada de �Ally Mc Beal� (lunes a las 21, por la señal Fox), no lo hará nunca. Allí, todos la pasaron a lo grande menos ella, que nunca puede dejar de sentirse un poco incómoda. Se le aparecen recuerdos de infancia torturada cuando de fondo suena música disco. La invade el fantasma de sus padres cuando un romance comienza. No la deja en paz el peso de ser una abogada exitosa. �Relájate�, le gritaron sus amigos en esa perla que fue el último capítulo, una pequeña comedia musical con factura cinematográfica. Pero ella no logró perder ese andar contracturado, su marca de fábrica.
Ally tiene un don: corporiza sus fantasías y hace, en esta serie, que el relato se vuelva fantástico. Cuando ella imagina, la cámara nunca la muestra introspectiva: la sigue en sus pensamientos, que suelen responder a la fórmula �el mundo contra mí�. Pero no esta vez, en el final, cuando todos quisieron ayudarla, a tono con la blandura que antecede a las partidas. Hubo una cena familiar en un coqueto restaurant, y una presentación formal: Ally dio a conocer su novio a sus durísimos padres. Se trata del primer hombre del que se siente enamorada, y la tensión .-en el lugar� era evidente. Mamá y papá suelen juzgarla todo el tiempo, y ella empezó a babearse, a escupir comida lejos de toda compostura y a decir una tontería tras otra.
Hasta que comenzó la música: �Desacelera. Viejo camarada�, la aleccionaron meseros y comensales, hasta sus padres mismos en un coro al mejor estilo Broadway. Esta vez no importaron los tonos afinados o la fidelidad a las letras: casi como un juego, una imitación bien lograda del Todos dicen te quiero de Woody Allen, los personajes dieron rienda suelta a ese goce que produce cantar sin inhibiciones, entonar a los gritos una letra como si no existiese nadie en los alrededores.
Para �Ally Mc Beal� (que se repite el domingo a las 18) el mundo es la casa grande de una serie de opresores (el jefe, el padre, el novio) y ésta fue una buena oportunidad para rebelarse con canciones. Fue un permiso para soñar con otra cosa. Lejos del corset de formalidades del bufete de abogados, los muchachos hicieron a un lado los expedientes. Y se pusieron a cantar: �Hay fiesta en mi casa esta noche�, se entusiasmaron. La rutina de las horas siempre iguales y las entrevistas de trabajo quedaron para otro momento, y las señoritas más formales se convirtieron en bombas sexies. Invadieron el escenario de un concurrido pub para provocar: �Trátame como si fuera una chica mala�.
Eso sí, que nadie pida explicaciones sobre el revés de la trama, porque �Ally Mc Beal� no las dará. Ese es su mayor mérito: entregarse al sueño delirante sin justificarse. El realismo no es una cualidad para este programa, y esta vez lo fue aún menos. En una escena llegó al pub de los abogados una practicante que fue despedida. Era Nelle, una rubia que sólo quería recuperar su empleo. �Aceptame de nuevo�, cantó, histriónica. Y el clima de fiesta persuadió a los jefes, compasivos. Las antiguas rivales se transformaron en amigas. Poco importó, en un universo en el que los poderosos bailaron bajo la bola de espejos, si algo podría suceder por fuera del marco televisivo. Pero nunca hay fiesta que cautive a Ally. A los 30, no se decide a tener sexo por primera vez con su novio, y no logra convencer a su padre de que está lista para dejar de ser �su nena�. Su neurosis es casi una parodia: la duda es crónica, el gesto es siempre preocupado. Es la antítesis de la morena del pub, que provocó a la platea con su baile sensual. Ally �antihéroe por naturaleza� sólo se permite cuestionarse, mientras hay diversión en la otra esquina. En el departamento, junto con su padre y los problemas �serios�, ella se quebró. El factor emotivo no puede faltar tampoco en una serie cínica, y el abrazo fue duradero. Así como la canción que su padre tocó en el piano, y cantaron a dúo a tono con el cierre. �Es una niña realmente emotiva�, le susurró el hombre a su hija, a punto de que ésta incorporase a un nuevo hombre a su vida de adulta. Los ojos del duro se llenaron de lágrimas. La rigidez de la tensa se relajó en el abrazo. Y el final los sorprendió en la intimidad de esa pequeña casa a media luz.
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