Por Hilda Cabrera
Pocos se atreverían a entramar los textos de Jorge Luis Borges con el arte flamenco, tal como lo intenta el director e investigador teatral Jorge Eines, residente desde hace 24 años en Madrid, donde fundó la salaescuela de teatro alternativo Ensayo 100. Su última puesta, Borges, los paraísos perdidos, estrenada en el Festival de Otoño 1999 de la capital española �y que se podrá ver en la Sala Orestes Caviglia del Cervantes, a partir de hoy y hasta el 30 de julio�, reúne textos de Borges con bandoneón y música y baile flamenco. En diálogo con Página/12, Eines �quien inició su carrera con el director argentino Raúl Serrano, profundizó en las técnicas de Lee Strasberg, las enseñanzas del brasileño Augusto Boal y se especializó en la docencia con la profesora María Martín� dice tener experiencia en trabajos sobre Borges. Realizó un espectáculo con el actor español Juan Echanove, una �yuxtaposición� de textos y poemas que le dejó cosas que no quiso perder: la integración con lo español. La incorporación del flamenco concreta en Borges Los paraísos... ese deseo.
�¿Cómo es esa presencia del flamenco?
�No está presente desde el comienzo, aparece como una de las sorpresas del espectáculo. Mi intención era elaborar una trama donde los muy amantes de Borges pudieran seguir recibiendo sus palabras a través de los cuentos, como �El Sur� y �Emma Zunz�, que vamos enlazando de forma contrapuntística.
�¿Cuál es el hilo conductor?
�La muerte, que está en �Emma Zunz� y en ese final de �El Sur�: �Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura�. Ese es el primer tejido, pero armamos otros. Cuando utilizo el poema �El Golem�, el bandoneón se convierte en lugar de llegada y partida de la palabra. El propósito es reinventar al Golem imaginado por Borges, acercarnos a esa invención cabalística de utilizar la palabra para dar vida. A partir de eso enhebramos distintos elementos, incluidas las convicciones de los intérpretes que, durante el desarrollo, encuentran espacios de pertenencia. A éstas sumamos el bandoneón y el flamenco, integrando artista y público. Tenía muchas dudas sobre cómo trasladar los textos de Borges al teatro, porque él amaba a Shakespeare, pero no al teatro en sí, a esta �realidad� de lo teatral vinculada al actor.
�Quizá la traslación es posible porque sus palabras poseen gran riqueza visual...
�Concuerdo. Mi relación con la obra de Borges es cada vez más pasional, y que determinados aspectos de su obra sólo aparecen en la medida en que uno es capaz de convocarse a sí mismo. Su obra no se nos revela fácilmente: oculta muchísimo detrás de cada imagen o de cada rima, por momentos muy alambicada. Una impresión que produce, creo, por su habilidad para generar laberintos. Debajo de esto percibo una inmensa melancolía: pánico a la muerte. Lo extraño es que, ante la confesión de que no ha sido feliz, pienso que es todo lo contrario, que en lugar de dolor y pérdida hay felicidad, sólo que no entendida como �castañuelas en la cara�, sino por la satisfacción de ser lo que uno tiene que ser y hacer en la vida y sentir el reconocimiento de aquellos que nos rodean.
�¿Trabaja en algún proyecto?
�Sí, con Juan Echanove, Imanol Arias, Ana Belén y Víctor Manuel creamos un portal de Internet sobre todo lo que tenga relación con el espectáculo. Nuestro interés es que haya una mayor vinculación con Latinoamérica.
�¿Por qué se fue de Argentina?
�Por intimidación. En 1976 monté un espectáculo que tuvo trascendencia, no por su popularidad, porque nunca fui popular, pero sí por la importancia que le dieron mis compañeros y los críticos, especialmente Ernesto Schóó. El se ocupó de comentar la puesta que hice entonces del Woyzeck, de Büchner, en el Teatro Discépolo. También tuve el reconocimiento de Julio Ardiles Gray, quien trabajaba en La Opinión y me dedicó una página. Deduzco que esto puso sobre mí la atención de quienes estaban a la pesca de cualquiera que dijera cuatro palabras con un sentido progresista o demostrara alguna inclinación a la gauche. Se habrán puesto a investigar. No lo sé. En 1972 había estrenado en la Sala Planeta una obra para niños con contenido ideológico que tuvo mucho público, Chapatutti en Sandilandia. Posiblemente era un antecedente.
�¿Por qué eligió España?
�En principio me fui a Uruguay, ayudado por un amigo escritor. Envié cartas, y salió la oportunidad de irme a España. Después me escribió un amigo que vive en México. Si hubiera recibido esa carta antes, me iba para allá. Pero son esas casualidades que van formando la historia de cada ser humano, que es, al mismo tiempo, causa y efecto de otras cosas, que no es meta sino puente, como decía Nietzsche.
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