Los carcamanes
Por Luis Bruschtein
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Nadie dijo que el Círculo Militar se llamara ahora Círculo de Militares que Practican o Justifican la Tortura y el Secuestro. Sin embargo, la expulsión del teniente general Martín Balza da la impresión de que así fuera. De esa expulsión se deduce que agrupan a un tipo �especial� de militares y no a todos. O puede suceder que para el Círculo, ser militar sea sinónimo de criminal, apropiador de bebés o torturador, una verdadera lacra humana. Es decir, que un militar debe apoyar los crímenes cometidos durante la dictadura o de lo contrario no es militar. El que no está de acuerdo con que los militares secuestren niños, torturen, violen mujeres o asesinen a opositores no es militar. Es una idea de lo que debe ser un buen militar.
Y si piensan así es lógico que también crean que cualquier resguardo de los derechos humanos atenta contra toda la institución. La mayoría de los represores no puede salir a la calle con uniforme. Y los más conocidos no pueden hacerlo ni de civil sin afrontar insultos y desprecios de la gente. Los comprometidos directamente en los crímenes fueron patéticamente �perdonados� por leyes especiales o indultos y son reclamados por la Justicia en todo el mundo. Muchos de los de menor graduación están presos por delitos comunes o se incorporaron al hampa, organizaron bandas de secuestradores de empresarios, de piratas del asfalto o de asaltantes. Y otros de los de mayor graduación están detenidos, acusados de delitos que avergonzarían a sus madres.
Primero atribuyeron su situación al comunismo internacional. Pero las que ellos aceptan como las democracias más democráticas del mundo los consideran asesinos viles y se dan codazos para juzgarlos. No es la URSS, ni Cuba o China, sino Francia, Alemania, Italia, España, y hasta el gobierno de los Estados Unidos frunce la nariz por el mal olor cuando se los menciona. Los derechistas de todo el mundo que salieron en defensa de Pinochet, se horrorizaban con los crímenes de estos militares.
Para el Círculo, el militar argentino debe asumir el repudio de la gente en la calle, el desprecio de las democracias de todo el mundo y de los militares de esos países. Debe soportar el malestar y desagrado que produce su presencia en las reuniones sociales, en actos oficiales y en encuentros con militares de otros países. Es más, para ellos, eso debe ser el Ejército Argentino.
Desde las antípodas políticas mucha gente coincide con ellos y piensa también que �eso� es el militar argentino. La diferencia es que para el Círculo, la autocrítica de Balza atenta contra la institución, mientras que para sus antípodas fue una forma de blanquearla y preservarla. Entre esas dos alternativas, resulta más convincente la segunda. Alguien que respeta honradamente a una institución militar trataría de evitarle ese lugar tan degradante, tan vergonzoso en el país y en el mundo. Por el contrario: quien la condena a ese lugar, no lo hace en defensa de la institución, sino para que ésta lo cubra y se haga cómplice aunque tenga que hundirse con él.
Nadie sale indemne de los crímenes que cometió esta gente. En Estados Unidos hay estudios en ese sentido con veteranos de Vietnam. Eso lo saben los militares de todo el mundo. Porque para cometer esos crímenes de lesa humanidad tienen que romper resortes esenciales que hacen a su dignidad humana, lo cual es irreversible porque el criminal queda preso de sus actos. No se puede arrepentir ni reconocerlos como crímenes y en esa degradación moral intenta arrastrar a quienes lo rodean sin importar el vínculo que los une a ellos.
No se pueden arrepentir ni pueden reconocer como crímenes los actos aberrantes que ordenaron o cometieron, pero tampoco los pueden reivindicar. Ninguno de ellos se animó a defender el secuestro o la tortura en sus juicios. Estos generales que se ufanaban de ser los dueños de la vida y de la muerte, cuando les tocó a ellos estar en la picota,dijeron que no sabían lo que hacían sus subordinados. Y pretenden que los demás militares, la institución en bloque, reivindique lo que ellos ni siquiera se animan a asumir. Hasta usaron un eufemismo para expulsar a Balza. No dijeron que era por la autocrítica, lo dieron a entender. Estos viejos carcamanes son indefendibles, producen rechazo en la gente, pero son lo que son por cómo piensan. El problema para las Fuerzas Armadas es que pensar como ellos, aunque no se los defienda, termina siendo la misma cosa.
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