Por Eduardo Videla
Para esquivar la tormenta de nieve, el piloto subió hasta los 7600 metros de altura. Navegó allí unos 20 minutos, lo suficiente como para suponer que ya estaba próximo al destino, el aeropuerto de Santiago de Chile. Entonces, el comandante, un veterano de la Segunda Guerra �pese a sus 29 años� comenzó el descenso y se estrelló contra la mole de piedra del cerro Tupungato. Junto a otros cinco tripulantes y cinco pasajeros que murieron a bordo del Lancastrian inglés, el 2 de agosto de 1947, el piloto fue víctima de un fenómeno meteorológico por entonces desconocido: el jet stream (o corriente de chorro), una ráfaga de más de 180 kilómetros por hora que sopló en contra, desvió el avión de su itinerario y le hizo creer que ya había dejado atrás las altas cumbres. Esa es la conclusión a la que arribó, después de cinco meses de trabajo, la Junta de Investigaciones de Accidentes Aéreos de las Fuerza Aérea Argentina.
Se trata del avión cuyos restos fueron encontrados en enero de este año en un glaciar del Tupungato por una expedición cívico-militar. Las pericias, a cargo del mayor Luis Estrella, determinaron que la nave no alcanzó a incendiarse: se hizo añicos y los cuerpos de las once personas que viajaban a bordo quedaron mutilados.
Estrella llegó al lugar del accidente a bordo de un helicóptero, el 20 de febrero, un día antes que la expedición del Ejército, que arribó por tierra. El jefe de los investigadores exhibió ayer algunas de las piezas que pudo recoger en el lugar: un trozo de la estructura del ala, de aluminio; un tubo de goma para el suministro de oxígeno; restos de tela gruesa de lo que fue un cinturón de seguridad; un pedazo de ventanilla de material plástico, y un fragmento de madera proveniente de alguno de los equipajes. �Nada de lingotes de oro ni documentación�, desalentó Estrella, para despejar mitos y otras expectativas creadas con la búsqueda: en el vuelo viajaba un correo diplomático de la corona británica.
El avión había pertenecido a la Royal Air Force, pero al finalizar la guerra pasó de bombardear objetivos alemanes a transportar pasajeros hacia Sudamérica. El vuelo de la tragedia provenía de Londres, con escalas en Isla Ascensión, Montevideo, Buenos Aires y destino final en Santiago de Chile. Partió de Morón y tuvo que aterrizar en Mendoza por las malas condiciones del clima. Al mando de la nave estaba Reginald James Cook, ex piloto de la RFA, que ya había cruzado ocho veces la cordillera de los Andes pero que lo hacía por primera vez como comandante.
�A las 14, el avión estaba a 6000 metros de altura, con un viento de 80 kilómetros por hora, según el parte que recibió en tierra. El comandante ascendió hasta los 7600 metros para sortear las nubes. Allí se encontró con el jet stream, un verdadero río de viento que por ese entonces era desconocido por los meteorólogos. El piloto nunca lo pudo advertir�, relató Estrella.
Los investigadores reconstruyeron el accidente sobre la base de los partes meteorológicos de la época, las comunicaciones por telégrafo desde el avión a la base, y el aporte de dos viejos pilotos, aún vivos, que manejaron el Lancastrian y recordaron características de su sistema de aeronavegación.
Así, se determinó que a las 14.24 el piloto inició el descenso. �Las nubes no le permitieron ver que estaba todavía sobre la cordillera y no cerca del aeropuerto Los Cerrillos, como suponía�, dijo Estrella. A las 14.41 se produjo la última comunicación con el aeropuerto chileno. Un minuto después �estiman los investigadores� se produjo el impacto.
Estrella concluyó que el avión se encontraba a 64 kilómetros del lugar donde el comandante suponía estar. El viento no sólo lo había frenado sino que lo desplazó nueve kilómetros al sur, respecto de la ruta prevista. Los restos cayeron en medio de un glaciar y se desplazaron con el hielo unos dos kilómetros. Algunos aparecieron, junto a los restos de tres cadáveres,gracias al descongelamiento, mientras que el resto continúa sepultado en la montaña.
El jet stream no es una rareza climática sino un fenómeno habitual, ya incorporado por los pilotos de líneas aéreas. Tan es así que hoy permite que los vuelos desde Santiago a Buenos Aires duren 30 minutos menos que el itinerario inverso, cuando la corriente sopla en contra.
PEDIDO DE LA LEGISLATURA PARA PRORROGAR LAS MULTAS
Las actas fotográficas en la picota
La Legislatura porteña giró al Ejecutivo un pedido de prórroga del pago voluntario de multas de tránsito realizadas por el Control Inteligente de Infracciones. Además, modificó el pago administrativo de 15 pesos que debía realizarse antes de reclamar ante la justicia de faltas. Ahora, esa suma deberá abonarse sólo si el juez encuentra culpable al infractor. Prórroga y modificación surgieron a la luz de infinidad de quejas y denuncias de los vecinos por actas mal confeccionadas, fotos repetidas, sanciones por mal estacionamiento en lugares donde no había señalización o donde durante años no se levantaron multas, y demoras en el envío de las actas, lo que provocaba la repetición de la infracción.
El decreto de necesidad y urgencia 1780/97 habilitaba al pago voluntario apenas llegaba el acta de comprobación. Ese pago correspondía al 60 por ciento del valor de la sanción menor (o sea, la primera, sin tener en cuenta los valores de reincidencia). En caso de rechazar el pago, el presunto infractor debía reclamar ante la Justicia, previo pago de 15 pesos, fuera o no culpable. La diputada Adriana Zaccardi (Alianza) propuso la suspensión del canon y la ombudsman porteña, Alicia Oliveira, en un extenso dictamen, recomendó la derogación del decreto.
Finalmente, la presidenta de la Comisión de Tránsito, Juliana Marino (PJ), consensuó una posición aprobada como ley 430, que habilita al reclamo ante la Justicia sin efectuar pago alguno. Los 15 pesos serán abonados junto con la multa, si el juez considera probada la infracción. Por otro lado, la Legislatura pidió al Ejecutivo la prórroga del pago voluntario de multas realizadas entre el 1º de diciembre del �99 y el día de ayer. La fecha se extenderá hasta el 21 de setiembre, si el Ejecutivo responde afirmativamente. De las 115 mil infracciones labradas con fotos, 5200 eran fotos repetidas, no se correspondían con las calles donde supuestamente se realizó la infracción, o tenían imprecisiones. Y en 16 mil casos, los vecinos sostuvieron que estacionaron en un determinado lugar durante años y que siguieron haciéndolo porque nadie los sancionaba.
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