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HOMENAJE A VINICIUS de moraes, EL PROXIMO LUNES, A VEINTE AÑOS DE SU MUERTE
�Una nueva lengua en una música nueva�

De cónsul a señor de la noche. De poeta venerado a letrista de bossa-nova. El domingo harán 20 años de su muerte y el lunes lo recuerdan en Buenos Aires cuatro de sus socios.

Lyra, Georgiana, Miúcha y Tapajós recuerdan a Vinicius.


Por Diego Fischerman

t.gif (862 bytes) Hay un principio. Y hay varias explicaciones. Carlos Lyra, uno de los fundadores, habla, en primer lugar, de la expansión de la clase media en los años 50 y del gobierno de Joscelino Kubistchek: �A los de izquierda no nos gustaba pero fue sumamente importante para que se generara ese clima de libertad y explosión cultural�. Sebastião Tapajós recurre a una tradición que venía de Nazareth y Villa-Lobos y que pasaba por Garoto. Miúcha Buarque de Hollanda, recuerda, sobre todo, un disco simple, de esos que tenían sólo dos canciones. �De un lado estaba �Bim-Bom� y del otro �Chega da saudade� �cuenta�. Ya antes me habían hablado de João Gilberto. De que tenía una vocecita que era una cosita de nada, que parecía que desafinaba. Pero ese disco fue una revelación. Era el comienzo de un mundo nuevo.� 
Los padres de Miúcha habían sido amigos de Villa-Lobos, de muchos de los poetas modernistas, de Caymmi. Su hermano mayor, Francisco, se convertiría más tarde en Chico Buarque y ella, después de idolatrarlo en Brasil, perseguirlo por Italia y conocerlo en París, se casaría con João Gilberto en Nueva York. Pero esos, todavía, eran los tiempos en que la bossa-nova nacía. Los tiempos de la �fiesta constante�, según Georgiana, hija de un poeta y diplomático que en pocos meses perdería el trabajo �por bohemio y por loco�. Un poeta que revolucionó el concepto de las letras en la música popular brasileña, y llamado Vinicius de Moraes. Alguien que, según su hija, �inventó una nueva lengua para una música nueva�. El próximo domingo 9 se cumplirán veinte años de su muerte. Y Viviendo Vinicius será el espectáculo que, el lunes a las 21, en el Teatro Coliseo, presentarán Georgiana de Moraes, Miúcha Buarque, Sebastião Tapajós y Carlos Lyra.
En el relato de los cuatro, reunidos en una charla con Página/12, hay tres nombres que se cruzan una y otra vez. El de Vinicius, por supuesto. El de João Gilberto, como no podría ser de otra manera. Y, claro está, el de Tom Jobim. Carlos Lyra, aunque más joven que ellos, pertenece a su propia generación musical. Sabe que �la bossa-nova era una música de clase media y llegó mucho más fácilmente a las otras clases medias, a la de Estados Unidos inclusive, que a la clase trabajadora de Brasil�. A los 16 años ya había compuesto algunas de las canciones que João y Tom hacían y una de ellas era la clave, silbada desde abajo de un balcón, con la que Gilberto anunciaba su presencia cuando iba a visitarlo a su casa en Bahía. �Muchas veces yo llegaba y me lo encontraba con un pijama mío, charlando y tomando algo con mi mamá.� Su recuerdo no es sólo el de una nueva música inventándose cada noche sino, sobre todo, el de amistades eternas. �Con Tom componíamos juntos pero además hicimos cosas como raptar juntos a una de sus mujeres. Los padres de ella no querían saber nada y yo le di la idea: secuestrarla. Estábamos sentados en un café y al rato él se empezó a reír solo. �Raptarla, es una buena idea�, decía. Dejó las valijas en casa, a la noche fue a buscarla y yo manejaba su auto mientras ellos iban escondidos atrás. �Así vos vas a recibir los balazos que sean para mí�, me decía desde su escondite mientras se moría de risa.�

 


 

DE IDOLO PERSEGUIDO A MARIDO
Joao según Miúcha

�Me había pasado la vida detrás de él�, confiesa Miúcha Buarque. �Y lo conocí en París.� La historia de cómo conoció a João Gilberto es, según ella, �maravillosamente romántica�. Ella sólo quería conocerlo. Había llegado hasta Grecia con un amigo. Miúcha tocaba la guitarra y el amigo el banjo. Tocaban en las calles y vivían del dinero que les daban los transeúntes. Tocaban, por supuesto, bossa-nova. �Estábamos en Florencia �cuenta Miúcha�. João Gilberto tocaba en Via Regio y cuando llegábamos nos decían que se había ido a Roma, cuando arribábamos a Roma, él ya se había ido. Pensé que ya no lo vería nunca más.�
Esas habían sido las vacaciones de verano. Después llegó la época de estudiar. �Finalmente me quedé en París, donde hice un posgrado en historia del arte en la Sorbona. Tenía amigos argentinos, colombianos, uruguayos. La mayoría estudiaba arquitectura pero estábamos en el mismo edificio. Ellos me llevaron a un lugar donde se presentaba Violeta Parra, y me hice muy amiga de Angel. Y él le dijo una vez a João que quería que conociera a una chica que tocaba bossa-nova con su guitarra. Esa era yo y él bajó a donde yo estaba tocando, me espió por una rendija y me dijo que quería hablarme. Lo increíble fue que cuando él entró y se puso a charlar conmigo no me di cuenta de quién era. Tanto perseguirlo y cuando lo tenía ahí delante no me daba cuenta. Para mí fue una pasión instantánea. Después nos fuimos juntos en el coche de un amigo argentino. Eramos como siete u ocho. Atrás íbamos cinco, João en un extremo y yo en el otro. En un momento él se acercó a mí, por detrás de las otras personas, y me dijo: �En el primer semáforo que detenga el tránsito bajémonos�. Cuando el auto paró no sabía qué hacer. Pensaba que bajarme del auto era una locura pero lo hice. Y él hizo la misma locura que yo. Empezó un romance fantástico. Nos volvimos a encontrar seis meses después en Nueva York y nos casamos en el �65. Al año siguiente nació nuestra hija.�

 


 

Vinicius según Georgiana

No puede evitar una sonrisa. Georgiana de Moraes estudia psicoanálisis y sabe de qué está hablando. Primero cuenta lo previsible. �La casa era una fiesta constante. Estaban todos, por allí pasaban Neruda, Piazzolla, Ungaretti cuando estábamos en Italia, Sartre cuando estábamos en París. Era un hombre maravilloso. Aún hoy, cuando veo fotos en las que estamos juntos, me enternece. Era un seductor. El enamoraba siempre.� Después viene el rubor: �Yo lo quería sólo para mí y eso no era posible. A él había que compartirlo. Nunca fue un padre ausente pero tampoco fue un padre en el sentido estricto del término. Como padre era un buen amigo. A él había que seguirlo de casa en casa, de ciudad en ciudad y de mujer en mujer. No es que no fuera cariñoso. Todo lo contrario. Me subía sobre sus piernas, me cantaba al oído, me escribía poemitas en servilletas. ¿Cómo no amarlo?� Vinicius de Moraes, además, inició a su hija en el escenario. �Fue en un show muy importante, en el que estaban todos, en la Facultad de Arquitectura. Yo tenía unos cinco años, aparecía en el escenario arriba de un triciclo y le daba una flor a cada uno.�

 

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