Por Luciano Monteagudo
Allá por 1985, el argentino Héctor Faver fundó en Barcelona el Centro de Estudios Cinematográficos de Cataluña. Hoy, quince años después, la escuela no sólo está considerada una de las principales de España sino también �a través de la productora Grupo Cinema Art, otra creación de Faver� en un importante polo de producción, con once largometrajes y más de cien cortos en su catálogo. �Somos una escuela totalmente independiente y ese es el cine que producimos y estimulamos�, se enorgullece Faver, que llegó a Buenos Aires para presentar �desde ayer, en el cine Cosmos� una muestra de los films más representativos de la productora. Y a estrenar, la semana próxima, su tercer largometraje como director, Invocación, que cuenta con la participación de Cristina Banegas y Patricio Contreras.
�Invocación es una ficción rota, un film que tuve la necesidad de abrir, para dejar paso al documental�, señala Faver, que durante el comienzo del rodaje en Buenos Aires, en julio de 1994, fue conmovido por el atentado a la AMIA, en el que murieron dos amigos suyos de infancia con quienes se había iniciado en el camino del cine. A partir de ese momento, cuenta Faver, el film comenzó a tomar otro rumbo, al punto que decidió incorporar a Invocación a dos cineastas amigos de la Escuela, el documentalista chileno Patricio Guzmán y el realizador alemán Fred Kelemen. El realizador de La batalla de Chile y Chile, la memoria obstinada filmó en Buenos Aires con la Madres de Plaza de Mayo y Kelemen �considerado, a partir de Fate (1994) y Frost (1998), la nueva revelación alemana, celebrada por intelectuales de la talla de Susan Sontag� hizo su aporte desde Europa. �Filmaron secuencias que me regalaron para que yo las incluyera en mi película�, explica Faver de este procedimiento tan atípico.
De los films de la muestra, Faver cuenta con entusiasmo que el largo Noche de fiesta (se exhibe mañana y el miércoles 12) fue realizado íntegramente, en los rubros técnicos y artísticos, por alumnos de la escuela, �con un promedio de edad que no supera los 24 años�. Un proceso similar tuvo Torturado por las rosas (hoy y el martes 11), que nació de un taller de actuación dirigido por Eugenia Kléber, cofundadora de la escuela junto con Faver. Pero si hay un film del ciclo que no conviene dejar pasar, ése es Tren de sombras, producido por Faver y dirigido por José Luis Guerin, uno de los secretos mejor guardados del cine español.
Estrenado en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes de 1997, Tren de sombras (se exhibe el lunes) es una película de una rara, extraña belleza y de una originalidad inapelable. Si en Innisfree (1990), su largometraje inmediatamente anterior, Guerin le había rendido un singular homenaje a John Ford, con una evocación de los paisajes irlandeses de El hombre tranquilo, aquí en Tren de sombras el homenaje es al cine mismo, a su poder de conjurar fantasmas y recuerdos. El film �que toma su título de un artículo que Máximo Gorki escribió en los albores del cine, en el que afirmaba que el cine no era la vida sino su sombra� comienza con unas supuestas películas caseras, rodadas hacia 1928 por el ingeniero Gerard Fleury en el jardín del castillo de Le Thuit, en Normandía. Estas imágenes idílicas, aparentemente inocentes, que en su evocación de un verano en familia parecen remitir al Renoir de Une partie de campagne, esconden sin embargo un secreto �un poco a la manera de Blow Up� que el film irá revelando de manera magistral. Lo notable de Tren de sombras no es sólo la manera en que el film convierte unas home movies en toda una novela familiar europea, sino también la forma en que Guerin, con un rigor inusual, recupera para el cine su inherente capacidad de invocar espectros, como ya se asombraba Gorki un siglo atrás.
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