Por Verónica Abdala
Cierta vez, cuando el reconocimiento y la fama aún quedaban demasiado lejos como para intuir el alcance que tendrían esas páginas que garabateaba, desvelado, por las noches, Franz Kafka escribió en la servilleta de papel de un hotel: �Quizás, algún día, la letra K me pertenezca�. Quien recuerda la anécdota es George Steiner, uno de los críticos más creativos de Europa. Y lo hace en una entrevista que se verá mañana a las 12 en Canal á, en el marco del documental Franz Kafka 1883-1924. �Kafka hizo realidad el sueño de convertir a la letra del alfabeto en su letra, y eso es asombroso�, subraya Steiner. �Para muchos de nosotros, K es sinónimo de Kafka. Ese es un privilegio que tienen muy pocos escritores y que es representativo de su absoluta universalidad. La prueba de ello es que nadie se atrevería a decir, más allá de que nadie discute su trascendencia, que S es sinónimo de Shakespeare.�
El ensayista, formado en las universidades más prestigiosas de Inglaterra y Estados Unidos, y autor entre otras obras de Lenguaje y silencio, Extraterritorial y Presencias reales, reflexiona largamente sobre las claves de la obra del autor de La metamorfosis y sobre los hechos centrales de su biografía. El documental explora, además, en el mundo ficcional de Kafka, básicamente a través de la dramatización de su novela El proceso y de sus famosos Diarios. El notable actor Tim Roth interpreta al escritor en los pasajes en que se citan fragmentos de sus diarios y al personaje de El proceso, Joseph K.
El golpe de la policía en la puerta de la casa de Joseph K, que opera como puntapié inicial de la narración literaria, le sirve a Steiner como disparador de una reflexión en torno de las características que definen los relatos del checo. �Ese es, en mi opinión, el momento más famoso de la literatura moderna�, dice. �Además de representar todo lo dramático que supone un arresto, la situación es representativa de otras emboscadas, a las que todos estamos sometidos en nuestra vida cotidiana: la espera en la guardia de un hospital, la cola para pagar los impuestos... Kafka adelanta las claves de la burocracia del siglo XX. En este sentido, la suya es una literatura tremendamente realista y anticipatoria, que transforma nuestra conciencia. Aunque a la vez inventa un mundo que por momentos se aleja del realismo para mostrar sus matices alucinatorios.� Kafka había escrito en sus diarios: �Hace unos años caí en la cuenta de que lo que más deseaba era tener un punto de vista sobre la vida y convencer a los demás de ello escribiendo�.
Como su personaje, Joseph K, que trabaja como empleado en un banco, Kafka también pasaba sus días obligado a cumplir su rutina como empleado de una aseguradora de accidentes de trabajo para obreros industriales. A esas obligaciones se refería como �las tareas externas�. La �tarea interna�, esa que verdaderamente lo apasionaba, era la escritura, a la que le dedicaba sus escasas horas libres por la noche. No quiso, empero, que su obra mayor se publicara: sólo se conoce por la traición de un amigo, que no obedeció a su pedido de que fuese a parar al fuego.
El tema central de sus escritos, incluso el que determina la dirección de su vida, en todos los sentidos �incluyendo la manera en que se relacionaba con las mujeres�, es la relación con ese padre �adulto, autoritario, montañoso, temible� que no ocultaba el desprecio que sentía por su hijo y que lo hacía sentir literalmente como una cucaracha. Sus ficciones y sus acciones recrean una y otra vez esa batalla primordial con el padre �inmejorablemente narrada en Carta al padre (1918)�, �pero es también la lucha con el Dios universo�, puntualiza Steiner. �Y ya se sabe que en ese tipo de disputas el hijo es siempre el que debe cargar con la derrota y con la culpa. Esa herencia típicamente judía, incrementada por la personalidad de su progenitor, lo acosaría hasta el último de sus días, hasta el momento de su muerte. No casualmente murió de tuberculosis, de a poco, como si un insecto monstruoso se lo hubiera comido pedazo a pedazo por dentro.�
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