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Las batallas contra los emblemáticos y los ñoquis

La recaudación record y el buen humor presidencial. Los límites de la ofensiva contra los emblemáticos. La guerra fría entre los jueces y la Oficina Anticorrupción. La guerra de los ñoquis.

Alderete fue procesado por Bagnasco, un éxito para el Gobierno. Pero no por asociación ilícita, una derrota para la OA.


opinion
Por Mario Wainfeld

t.gif (862 bytes) Las tapas de los diarios con noticias acerca de la macroeconomía o de casos judiciales sobre corrupción aligeran el ánimo del Gobierno. Las encuestas, el sentido común callejero y la sensación térmica del microclima político sugieren que ésas son las canchas en que el oficialismo juega de local. Cuando esos ítem predominan en la casquivana agenda pública, los aliancistas no se relajan (¡qué va!), pero algo gozan. La semana despuntó con los datos de una recaudación impositiva record, la perspectiva de sobrecumplir las metas fijadas con el Fondo Monetario Internacional, lo que derramó paz en despachos generalmente asediados por la angustia. El Presidente, hoy por hoy el máximo predicador del mito del círculo virtuoso de la economía neoliberal, salió presto a exigir a sus funcionarios y legisladores mejor humor, buena onda. Y predicó con el ejemplo asistiendo a una cena con diputados de su bloque en un restaurante menemista (por estética, costos y tradición). Ahí desparramó saludos, aceptó con una sonrisa que se lo recibiera con música de Shakira e insistió con sus pedidos de transmitir ondas positivas.
A muchos dirigentes aliancistas esa tarea se les hace cuesta arriba. En parte porque carecen (¡y cuánto!) de la mística oficialista que permitía a los menemistas endiosar lo impresentable y embellecer lo horrible. Y en parte porque, a siete meses de gestión, aceptan lo hecho como un sino inexorable, pero están seguros de que muchas cosas se han hecho mal y �lo que es más grave� hay muchas que no se hicieron y que ni traza tienen de emprenderse.
�De la Rúa quiso formar un gabinete de lujo, pero no le funciona. Nicolás Gallo propone un plan de infraestructura que, si se lo mira bien, es terminar las obras que el menemismo dejó inconclusas. Juan Llach se limitó al portal educativo. Esos no son ministros de lujo, podrían ser secretarios, como mucho... O gerentes�, se enfada y ningunea un integrante del Gobierno, delarruista por añadidura. Las críticas (no sólo las de este funcionario) también se derraman sobre el jefe de Gabinete, Rodolfo Terragno (�obsesionado en diferenciarse de cara a las elecciones del año que viene�), del Señor Cinco Fernando de Santibañes (�ni va a la SIDE, la deja en manos de su segundo, administra a distancia, viajó a Alemania y vio a más economistas que a agentes de inteligencia�). �Hay que cambiar�, musitan. Postulan relevos en el gabinete para que, transfundido con sangre fresca y bullente, genere iniciativas de gestión. Pero, sospechan, De la Rúa no parece dispuesto a producir relevos en su staff. Menos en días de distensión, con recaudación record y con María Julia Alsogaray, Gerardo Sofovich y Víctor Alderete en la tapa de los diarios. 

Emblemáticos, pero no mancos

Las visitas de los ex funcionarios menemistas a ese canto al estatismo del siglo XX que es el edificio de Comodoro Py embriaga de placer al Gobierno. Hasta lo induce a irse peligrosamente de boca, como le ocurrió al ministro del Interior, Federico Storani, quien se permitió augurar en público el futuro judicial de María Julia. Una gaffe grave que ésta replicó de volea con un hábeas corpus que no prosperó, pero que revela que los ex oficialistas caídos en desgracia no son pasivos ni mancos.
En la Rosada y en las bancas oficialistas del Congreso se sigue considerando un golazo la ofensiva sobre los �emblemáticos del menemismo�, individuos de pésima imagen, malqueridos por los propios peronistas por su condición de parvenus. 
Una mirada más fina sugeriría que, a futuro, no todas son rosas para el Gobierno. Está claro que los tres ex funcionarios están sindicados como culpables por buena parte de la opinión pública. Pero, a esta altura, no lo está que vayan a terminar presos (no meramente condenados sino efectivamente presos), que es lo que sin duda esperan quienes ya los han condenado. Quienes se defraudarán si así no ocurre. Bien puede que no ocurra. Los delitos que han llevado a Tribunales en estos días a María Julia y a Sofovich son excarcelables, y también lo es aquel por el que Adolfo Bagnasco decidió procesar al ex presidente del PAMI. Bagnasco decretó la falta de mérito para la imputación de asociación ilícita, decisión que debe ser leída en función de la interna de los jueces federales con la Oficina Anticorrupción (OA). Bagnasco �cuyo olfato mediático es digno de un sabueso� mantuvo preso a Alderete por motivos que él mismo eligió poniendo en offside, al menos por ahora, a la OA... Y dejándolo preso, pero más cerquita de volver a la vía pública. Su meditada (no exclusivamente en términos jurídicos) sentencia es la primera escaramuza de una guerra fría que recién empieza.
La guerra de los ñoquis
Cualquier cosa menos fría fue la módica guerra emprendida por el vicepresidente Carlos Alvarez, antes que contra los ñoquis, contra la masa de senadores peronistas y de su propia bancada. Chacho tensó la cuerda al máximo, soportó momentos de intensa soledad política, cuyo clímax fue la sesión sin precedentes en la que peronistas y radicales se turnaron para atacarlo haciendo la apología de la Cámara alta. Ese mismo día, De la Rúa había recibido a los paladines del ala dura pejotista (Jorge Yoma y Augusto Alasino), prodigándoles sonrisas y buenas ondas. Al día siguiente, el Presidente rompió una lanza por Chacho, elogiándolo en público, y los peronistas dieron su brazo a torcer acordando hacer un recorte en la paquidérmica estructura de la Cámara. Como cuadra en cualquier pacto político con prestaciones futuras �sobre todo si se pacta con el peronismo�, ése no es el Game Over que pone fin al del juego sino apenas un cambio de pantalla que lo reanuda con otras exigencias y otra puntuación.
Los grandes perdedores de la contienda fueron los radicales que quedaron pegados a los peronistas en su afán de defender un nicho de privilegio. Un oasis de pluriempleo y altos salarios sin obligaciones firmes en medio de un país donde hay 15 por ciento de desocupación y retribuciones miserables.
Los peronistas quedaron también mascullando bronca, pero menos heridos que sus colegas de la UCR. Asumen que Chacho los forzó a pactar, pero computan como logro propio, que relativiza la derrota, haber logrado interlocución directa con el Presidente.
Odiado por senadores aliados y extraños, Alvarez contrajo, como contrapartida de su victoria táctica, una hipoteca de impreciso costo futuro. En tiendas del vice creen que el saldo es igualmente positivo. Que Alvarez recuperó el protagonismo, mostró garra para combatir la corrupción y hasta condición de administrador, esto es, la asignatura que algunos le reprochan que tiene pendiente.
El vicepresidente se colocó en el centro de la arena mediática, cancha en la que suele jugar de local. Y también en un lugar que antaño le dio pingües beneficios: el del crítico de la política tradicional, de sus transas, sus códigos, su relación con el dinero. Un lugar fructífero cuando el Frepaso confrontaba con el bipartidismo, que parece difícil de sostener cuando integra la Alianza con la UCR. Alvarez lo sostuvo �por unos días, pisando una cuerda floja�, granjeándose la bronca hasta de varios radicales que lo quieren bien, como Raúl Alfonsín. Parece difícil que pueda sostenerlo en un plazo más largo sin poner en crisis a la coalición gobernante.
Amén de ese límite, otro dato ponía tope al entusiasmo en el entorno del vicepresidente: una encuesta que circuló en los despachos del Senado demostraba que más del 70 por ciento de los entrevistados en la Capital ignoró la existencia del episodio. Desconocimiento que llegó al 80 por ciento en el conurbano bonaerense. De los que conocían las denuncias, másde la mitad pensaba que se hicieron �para negociar� antes que por convicción propia. Algunas batallas del subsistema político, comidilla para iniciados, constelan muy lejos de la gente del común. Esa que �a diferencia de los mercados� vota apenas cada dos años. Y que �a diferencia de los mercados� no se arroba con la macroeconomía.

La suerte y el 2001

�En dos semanas salieron campeones Boca y River. El 80 por ciento de la gente está contenta. Mire que tiene suerte De la Rúa�, dice el funcionario delarruista, quien no usa exactamente la palabra �suerte� sino una metáfora anatómica habitual en la jerga coloquial de los argentinos. Pero el funcionario no cree en la eternidad de la buena estrella. Ni en la gloria de los titulares de los diarios. �La victoria en Capital nos dio un verano de cuatro días. El viaje a Estados Unidos, diez.. El record de la AFIP podrá durar dos semanas. Pero eso no nos alcanza para las elecciones del 2001 ni para las del 2003�. En el 2001, sin ir más lejos, el Senado se renovará en su totalidad, y una abrumadora mayoría de los legisladores que hoy incordian a Alvarez (radicales y peronistas) se irán para no volver. Ese recambio será un bálsamo para el vice, pero él y la Alianza necesitan, además, cambiar la relación numérica adversa. Cometido nada menor si se tiene en cuenta que el peronismo gobierna más provincias que el oficialismo. Y que, en alguna de ellas, tratará de alzarse con las dos bancas de mayoría y la de minoría, armando un partido provincial que salga segundo. Jorge Yoma maquina hacerlo en La Rioja (en parte para ganar una banca para el peronismo, en parte para encontrar una salida a su interna local con Eduardo Menem), y muchos piensan que algo parecido puede ocurrir en San Luis y en alguna provincia norteña donde la Alianza es endémicamente débil.
Amén de esas astucias, lo que temen los políticos aliancistas es que ni el equilibrio fiscal ni alguna condena (excarcelable o no) a ex funcionarios menemistas ni ciertas batallas que sólo interesan a iniciados muevan el amperímetro del voto popular. Que renovar el contrato que desalojó al peronismo requiera algo más que prolijidad en las cuentas y los modales públicos. �Tenemos que cambiar�, augura el interlocutor de Página/12, que no cree que ese cambio esté hoy y aquí en la mente y en la libido del Gobierno, y le pide al futuro una ayuda: �Para cambiar, nos hace falta un susto, un buen susto. Algo que pueden darnos las encuestas de elección de voto�.

 

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