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EL PRIMER SECUNDARIO CON GUARDERIA PARA LOS HIJOS DE LOS ALUMNOS
Birome, cuaderno y mamadera

La iniciativa surgió a partir de la cantidad de embarazos entre el alumnado: �Eran deserciones seguras�, dice el director de la Escuela Media Nº 6, en Retiro. Ahora la posibilidad de llevar a los chicos evita que abandonen. En el secundario hay 18 alumnas mamás y 3 papás, además de varios bebés en camino.

Luisa Savino, o �tía Pequi�, se encarga de cuidar a los chicos en la guardería.

A veces los chicos pasan un rato en el aula.�La hago dormir y después la llevo�, cuenta la mamá.


Por Mariana Carbajal

t.gif (862 bytes) En la ventana cuelga un calendario de vacunación infantil y un pequeño afiche destaca la importancia de la lactancia materna. Sobre un colchón apoyado en el piso duermen plácidamente dos bebas. Una chiquita de 4 años corretea, inquieta. Un varón de un año y medio juega con un globo violeta hasta que consigue reventarlo con un pie. Tres bebas descansan en sus cochecitos. Alguna lloriquea. Otra chupa la teta de su mamá. La escena no llamaría demasiado la atención si no fuera por el contexto: un aula de un secundario porteño, ubicado a pocas cuadras del Hotel Sheraton, en la ciudad de Buenos Aires. Se trata de la primera guardería que funciona dentro de un colegio. La sala maternal fue creada un mes atrás en la Escuela Media Nº 6 para que las alumnas madres (y también los padres) puedan dejar a sus hijos mientras van a clase. �Es una herramienta para evitar la deserción escolar�, cuenta el director, Oscar Cardosi. Actualmente, en el alumnado hay 18 mamás �las más jóvenes de 15 años�, 3 papás y varias panzas en crecimiento. La novedad sumó nuevas responsabilidades a docentes y preceptoras: ahora se ocupan también de controlar la vacunación de los bebés y de enseñarles a las chicas a criarlos.
Mónica Romero quedó embarazada a los 18, en marzo del 1999, y cursó cuarto año con la panza cada vez más grande. A punto de dar a luz, el 9 de diciembre, le calzaron la faja con los colores patrios entre sus pechos inflados y su vientre maduro y fue la abanderada en el acto de fin de año. Dos días después nació Anabela, que ahora juguetea en la colchoneta, con un sonajero casero, hecho con un pote vacío de queso Casancrem y algunas bolitas adentro, en la guardería de la escuela.
�Empecé las clases con la beba de 3 meses. La traía y la tenía al lado mío en el aula, en el cochecito. Cuando lloraba la enchufaba al pecho y seguía prestando atención, pero a veces se ponía muy hincha y molestaba a mis compañeros. Entonces, salía al patio. Llegó un momento en que no pude más, y empecé a pensar en dejar la escuela. Las preceptoras me alentaban para que siga, me decían que después me iba a costar retomar. Una semana estuve pensando qué hacer. Me sentía atrapada entre el colegio y mi nena. A la fuerza le empecé a dar la mamadera, para dejarla con mi mamá. Pero no me convencía la idea. Ahora, con la guardería es otra cosa. Tenerla acá es una gran ayuda�, dice Mónica, mientras Anabela revolea el sonajero. Son cerca de las 19 y es la tercera vez en la tarde que Mónica se acerca para amamantar a su hija, al aula convertida en guardería donde Luisa Savino, bautizada la �tía Pequi�, se encarga de cuidar a las criaturas. Si alguna llora y no puede calmarla, Pequi pide auxilio y las preceptoras ubican a la mamá demandada.

Historia conocida

Lorena está obnubilada con Aldana, su beba de 8 meses. Ella tiene 15 años, pero parece menor. Cada tanto vuelve a la guardería a ver cómo está su hija. La nena, enfundada en un enterito de corderoy marrón claro, duerme en un cochecito. Como los otros carritos, éste tiene sus ruedas embarradas, de tanto transitar calles de tierra. 
Afuera es noche. La EMEN Nº 6 es vespertina. Está ubicada detrás de los tribunales de Comodoro Py, en un edificio pintado de celeste y blanco, con techo de chapa y ventanas con placas de policarbonato en lugar de vidrios. Adentro, se cuela el viento. El colegio tiene unos 240 alumnos, la mayoría vive en la Villa 31, a pocas cuadras de allí, y provienen de provincias del noroeste y países limítrofes. �Si quitáramos el comedor, quedarían sólo cien�, destaca el director, Oscar Cardosi. Además de la cena, a la tarde los estudiantes reciben una merienda. 
Cardosi fue uno de los impulsores de la guardería. A poco de iniciado el ciclo lectivo, encaró un periplo por distintas oficinas públicas en busca de alguna solución. �No tenía demasiada esperanza�, reconoce. Finalmente, consiguió que la Dirección de la Mujer, del gobierno porteño, le enviara a Pequi para poder crear la sala maternal. La guardería comenzó a funcionar casi un mes atrás. Antes, hasta al mismo Cardosi le tocó cuidar algún bebé en la dirección de la escuela.
�Entre 1999 y lo que va del 2000 quedaron embarazadas unas veinte chicas, la mayoría de 1º a 3º año, un número más elevado del que solíamos tener últimamente�, cuenta Cardosi. En la escuela conocían el final de la historia. �Eran deserciones seguras. Un porcentaje alto abandona�, agrega el director. 
Gisela Quintana, de 15, dejó los estudios el año pasado cuando estaba a punto de tener a su hija. �Quería seguir, pero con ella no podía�, recuerda con su pequeña María de los Angeles, de diez meses, en los brazos. Gisela estuvo viviendo en Pergamino con su pareja, pero al año se separó y regresó a la Villa 31 con su madre. Y retomó la escuela. �Mi sueño es terminar quinto año y estudiar para ser policía�, dice. Al principio no llevaba a la beba a clase. �Pero cuando vi que las otras chicas la traían, me animé. La guardería es una gran solución�, opina. Y enseguida agrega: �Nunca pensé que me iban a ayudar así�. Son las 19.30. Gisela estaba en clase de computación. Salió un ratito para darle la mamadera a su hija. �Si llora, a veces Pequi me la alcanza al aula, la hago dormir ahí y ella después se la lleva�, cuenta. 

Vacunas atrasadas

Jordana Secondí es una de las preceptoras de la escuela. �Nosotras fuimos las que más reclamamos la creación de la salita maternal porque antes los chicos estaban con nosotras. La veníamos piloteando bien, pero cada vez eran más�, dice Jordana. En 1999, dos o tres bebés iban con sus mamás a clase. Este año suman una veintena. �Ahora tienen un espacio más apto para ellos. Antes tenían que estar entre bancos y sillas, y sin estufa, porque está rota. Además, las mamás se quedan más tranquilas porque tienen un lugar especial para dejarlos, bien calentito�, compara. No sólo las preceptoras se encargaban de los bebés. Era frecuente que algún profesor dictara clase con alguna criatura en brazos.
Con la apertura de la guardería, la escuela sumó una nueva responsabilidad: supervisar el crecimiento y la crianza de los pequeños huéspedes. �Controlamos que tengan el documento de identidad, que los lleven al médico, que los vacunen, que un nene no traiga la colita paspada durante una semana�, enumera. 
Sorprende: Jordana recuerda a la perfección qué vacunas le falta a cada chico. 
�José las tiene atrasadas. Todavía no le dieron la última dosis de la Sabín que corresponde a los 6 meses y tampoco tiene la triple viral �le comenta la preceptora, con tono de preocupación a Patricia Antúnez, la profesora de Tecnología que, con otro docente recién graduado de médico, coordina un taller de reflexión semanal para las alumnas-madres. 
�Hablamos cuándo es conveniente destetar a los chicos, sobre la higiene y los controles médicos, hasta de estimulación temprana de los bebés y cómo les está yendo a ellas en las materias�, comenta Antúnez. �Les hablamos también de la importancia de jugar con sus hijos, del disfrute de jugar con sus bebés. Algunas no saben que pueden hacerlo�, agregó Antúnez y destacó la importancia del taller de reflexión: �Salvo una, ninguna había hecho el curso preparto. El testimonio de ella sirvió para que otras vayan a los controles médicos previos�, señaló la docente. 

�No sabía cómo cuidarme�

José tiene un año y medio. Su mamá es Fabiana Ignacio, de 16. Quedó embarazada cuando apenas tenía 14 y estaba en 1º año del ENET Nº 6, de Retiro. �Dejé porque me daba vergüenza�, dice, con timidez. Recién había llegado a Buenos Aires, con su mamá y dos hermanitos, desde San Salvador de Jujuy, donde quedaron otros tres. Buscaban un futuro más prometedor que el que vislumbraban en el norte. �Yo era muy chica. Nadie me había contado nada... No sabía cómo cuidarme y quedé embarazada�, se acuerda. 
Antes de crearse la guardería, iba a clase con José. �A veces se dormía. Si quería jugar, le daba una pelota y él se iba al patio�, cuenta. De pronto, una mezcla de nostalgia y tristeza se le dibuja en los ojos oscuros. �Yo quería ser mamá a los 20 o 21, pero no tan chica. Extraño salir. Ya no salgo a ningún lado, y si no salís es difícil tener amigos. Voy de mi casa a la escuela y nada más. Me siento sola�, confiesa. También ella quiere ser policía. �Quería ser enfermera, pero la carrera es muy larga. Me dijeron que para policía puedo entrar con segundo año y después me quedarían otros cuatro y nada más. Para enfermera tengo que terminar quinto año�, evalúa. José camina de un lado a otro. Juega con un globo violeta. Lloriquea y tironea a su mamá del pantalón. Fabiana lo alza. Intenta darle la teta para calmarlo, pero José la rechaza, sacude la cabeza más enojado y sigue llorando.
�No me deja hacer nada �se lamenta Fabiana, frente a otras dos compañeras mamás.
�Un día le vas a tener que poner un límite �le dice una.
�Si quiere llorar, que llore �la aconseja la otra. Se escucha el timbre. Las chicas se despiden de sus bebés y vuelven a clase.


El embarazo adolescente

Más allá de interferir en sus posibilidades de estudio, el embarazo puede tener un impacto en la salud de las adolescentes y sus hijos. Las estadísticas indican que más del 10 por ciento del total de muertes maternas, es decir, aquellas derivadas de la gestación, el parto y el puerperio, corresponden a chicas de 10 a 19 años. Y la mortalidad infantil se duplica cuando la madre es menor de 15 años. 
En la Argentina, el 16 por ciento de las mujeres que son madres tienen menos de 20 años. Los mayores índices de adolescentes con hijos se ubican en Chaco y Santiago del Estero, donde un 23,5 y un 20 por ciento del total de nacimientos, respectivamente, corresponden a adolescentes. Las cifras más bajas aparecen en la ciudad de Buenos Aires.
La problemática viene creciendo, aunque en forma desigual en el país. Entre 1991 y 1997 �últimos datos disponibles� la cantidad de chicas madres creció un punto y medio en promedio a nivel nacional. El incremento no fue parejo en todo el país. Mientras en la Capital Federal fue de apenas algunas décimas (de 6,4 por ciento a 6,6), en la provincia de Buenos Aires representó poco más de un punto (de 13,6 por ciento a 14,8), en Tucumán 3 (de 13,4 a 16,8), en Chaco 3,5 (de 19,9 por ciento a 23,5) y en Santiago del Estero casi 5 (de 15,6 por ciento a 20).

Rodrigo, un papá separado

No sólo las chicas llevan a sus hijos a la guardería del EMEN Nº 6. También los varones. En las aulas hay tres estudiantes papás. Rodrigo Pereira, de 19, es uno de ellos. Está en 1º año y su hijo, Josué, tiene un año y 10 meses. �Me parece muy buena la idea de la guardería porque muchos no vienen al colegio porque no saben dónde dejarlo, se les complica y tienen que abandonar. Tenemos un gran privilegio. Y además, a los chicos les dan una merienda y de cenar�, dice. Rodrigo va a la escuela con su hijo los días que Josué se queda con él. �Estoy separado de la mamá del nene y cada tanto lo voy a buscar para traerlo conmigo, porque vive en Trasradio, partido de Lomas de Zamora. La última vez que vino fue el 1º de junio�, cuenta. Rodrigo vive en la Villa 31 con su mamá y el marido de ella. �Dejé de estudiar por vagancia. Pero me di cuenta de que estoy perdiendo muchos laburos. Te piden que tengas por lo menos segundo año�, reflexiona. Los otros dos papás están en 2º y 3º año, y en pareja con otras dos chicas de sus mismos cursos.

 

 

EL CASO DE MARIA FERNANDA ALLOI, EN FORMOSA
�Ningún profesor dijo nada�

Por M.C.

Mientras en la ciudad de Buenos Aires existe un programa específico para retener a las alumnas madres en las aulas, en otras jurisdicciones hay colegios que directamente les impiden estudiar. El caso más resonante de los últimos tiempos fue protagonizado por María Fernanda Alloi, de 17 años, a quien las monjas que regentean el Instituto Santa Isabel, de la ciudad de Formosa, quisieron echar este año al enterarse de que esperaba un hijo. Después de una ardua batalla legal, que llegó a la tapa de los diarios nacionales, el colegio católico fue obligado a reinscribir a la joven en quinto año. �María Fernanda está por entrar al séptimo mes de gestación. Sigue cursando, pero en un clima de total indiferencia sobre su situación de parte del cuerpo docente y las autoridades escolares�, contó a Página/12 su madre, Viviana Mastropaolo. El caso sigue abierto en la Justicia. En el polo opuesto, en quince escuelas de la Capital Federal, de los barrios más pobres, se desarrolla un plan de �formación de tutores� para que realicen un seguimiento y un acompañamiento especial sobre las chicas embarazadas (ver aparte).
María Fernanda Alloi no puede hacer declaraciones a la prensa, por disposición de un juez de menores. �Ella y su novio están muy bien y muy entusiasmados porque se acerca la fecha del parto. Ya saben que esperan una nena, pero todavía no eligieron el nombre�, dijo Mastropaolo.
�Cuando volvió a clase, ningún profesor le dijo nada ni se planteó el tema en ninguna clase. Nunca se habló nada de nada. Es terrible y agraviante para ella. Lo único que la sostiene en el colegio es su grupo de amigas�, destacó la madre de María Fernanda. La joven entró al colegio cuando tenía 5 años. �Sería distinto si públicamente las monjas le hubieran pedido disculpas. No digo perdón, porque perdón sólo se le pide a Dios�, consideró la mujer. 
En realidad, María Fernanda pudo seguir quinto año en el mismo colegio al que iba desde muy pequeña por intervención de la Justicia. Luego de que sus padres presentaran una demanda civil por discriminación, el Superior Tribunal de Justicia de Formosa, a través del recurso del per saltum, ordenó a mediados de abril que fuera admitida. Sin embargo, las monjas que dirigen el Instituto Santa Isabel se resistieron varios días a recibir a la chica en sus aulas, con el apoyo de decenas de padres de otras alumnas. La resistencia llegó a tal punto que durante cuatro días consecutivos las religiosas apelaron a distintas excusas (dos jornadas de reflexión, una de desinfección y otra de confesión) para mantener cerrada la institución e impedir así el retorno de la alumna embarazada, motivo por el cual fueron sumariadas por el Ministerio de Educación de Formosa. Finalmente, depusieron su actitud, después de que el obispo de la provincia, monseñor José Conejero, recomendó que dieran marcha atrás y le abrieran las puertas. 
El caso todavía no fue resuelto. Está en manos de la jueza civil Nº 2 de la ciudad de Formosa, Telma Bentacur. �La magistrada todavía no se expidió en la causa por discriminación. El 1º de junio hubo una audiencia conciliatoria entre las partes, pero fracasó porque las monjas querían que quedara claro que ellas se reservaban el derecho de admisión. Los Alloi buscan que éste no sea un caso excepcional, para que no le pase lo mismo a otra estudiante. Si la jueza falla en contra, María Fernanda tendría que volver a dejar el colegio�, explicó a Página/12 la abogada de la familia, Cristina Erico. 

 


Programa para las más pobres

La creciente tasa de embarazos en las aulas de las escuelas medias llevó al gobierno porteño a desarrollar un programa especial en los barrios más pobres para que las chicas no abandonaran sus estudios. El plan se puso en marcha en 1999 en cinco secundarias y este año se extendió a diez más, donde cursan más de un centenar de alumnas que esperan un hijo o ya han sido mamás. �El programa consiste en capacitar a docentes y preceptores para que sean tutores y trabajen en el seguimiento y acompañamiento de las alumnas-madres dentro del sistema educativo�, explicó a Página/12 Giselle Tenembaum, coordinadora de la iniciativa. 
�La idea es que sean referentes institucionales y que se ocupen de saber cuáles chicas están embarazadas, dónde se atienden y cuál es la fecha del parto, para saber cuándo tendrían que regresar a clase, entre otras tareas�, agregó Tenembaum. Las escuelas elegidas están en Villa Lugano, la Boca, Villa Soldati y Barracas. En cuatro de ellas, además, funcionan grupos de reflexión para las alumnas-mamás.

 

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