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FRACASO LA PRUEBA DEL SISTEMA ANTIMISILES DE EE.UU.
Crónica de la misión imposible


Por Gabriel Alejandro Uriarte

t.gif (862 bytes) La política se define a menudo como �el arte de lo posible�. Para el presidente norteamericano Bill Clinton esa definición es ahora exactamente inversa. Las prioridades y urgencias de la política lo están llevando a impulsar un proyecto que, según lo sucedido ayer, parece ser irrealizable: el Sistema Nacional de Defensa Antimisiles (NMD). La tercera y crucial prueba del misil interceptor (que vino después de un éxito accidental y un fracaso) quedó completamente arruinada ayer luego de que un desperfecto básico impidiera el funcionamiento de sus componentes más sofisticados. Como admitió el director del proyecto, Ronald Kadish, ese problema �ni siquiera figuraba en mi lista de posibilidades�. Es un resultado magro para los dos meses que Clinton dedicó a impulsar un proyecto duramente resistido por Rusia, China y sus aliados europeos. Pero, en realidad, lo único que realmente le importó a Clinton era la política interna. 
Utilizando su habilidad camaleónica para robar las causas de sus opositores republicanos, el presidente se aferró al NMD para probar que su gobierno no era �blando en temas de defensa�. Todo para ayudar a su vicepresidente Al Gore en las elecciones presidenciales de noviembre. Especialmente, en vista que se enfrentará a un George W. Bush dispuesto a revivir un plan mucho más ambicioso de defensa antimisiles, que incluye centenares de vehículos orbitales y rayos láser. 
En comparación con el maximalismo reaganiano de Bush, la propuesta de Clinton es más bien modesta. Se basa en una tecnología relativamente nueva de un �vehículo estratosférico de destrucción� (EMV, en inglés). Es muy chico, mide 1,4 metro y pesa 75 kilos. Se lo carga en un cohete propulsor que lo lleva a órbita. Una vez allí, se desprende y se dirige (a dos millas por segundo) contra el misil hostil, el cual destruiría por fuerza de impacto. El plan simple de Clinton prevé el despliegue de 20 interceptores para el 2005, número que ascendería hasta 250. También habría 15 radares, 29 satélites, tres centros de mando y cinco estaciones de comunicación. Todo costaría unos 60 mil millones de dólares. No es demasiado, argumentan sus promotores, para garantizar la seguridad de Estados Unidos contra países impredecibles como Corea del Norte o Irán.
A estas alturas, es muy conocida la oposición internacional al plan, el temor a una carrera armamentista y la eliminación del equilibrio nuclear. Pero hay menos percepción de los argumentos técnicos contra el NMD. Primero, la industria de armamentos norteamericana (el tenebroso �complejo militar-industrial�) simplemente no está equipada para la tarea luego de años de reestructuración y la pérdida de sus mejores científicos al sector civil. Segundo, gran parte de la tecnología para el NMD está todavía en etapa de desarrollo (y en manos de la alicaída industria militar). Tercero, el EMV apenas puede distinguir entre una ojiva nuclear y los señuelos que seguramente emitirá. Cuarto, el programa se lleva a cabo de manera demasiado apresurada; el fracaso de ayer se debió a que nadie tuvo tiempo de considerar la posibilidad de que el EMV no pudiera separarse del cohete propulsor (lo que efectivamente ocurrió). Y todo esto sin considerar los problemas, mucho mayores, de cómo el EMV interceptará misiles a más de 20 mil kilómetros por hora. 
Por último, el proyecto olvida los medios diplomáticos para impedir un ataque nuclear, especialmente la amenaza de una réplica mucho mayor. Como percibió Michael Howard en los �80, el problema con el Pentágono y la Casa Blanca es que son �blandos como la manteca� ante los escenarios de catástrofe dibujados por la derecha. Si fueran tan duros como se cree, responderían con que si alguien cree que Corea del Norte se enfrentará a la destrucción inmediata y absoluta (incluyendo la de su liderazgo) lanzando misiles balísticos, entonces son capaces de creer cualquier cosa.

 

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