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OPINION

De dioses y galaxias

Por Alfredo Grieco y Bavio

A un costo de 100 millones de dólares, los fuegos artificiales que el sábado por la noche iluminaron la costa de California fueron los más caros de la historia. Y ya encendieron el furor político y científico internacional. Sobre todo, porque el misil Minuteman II lanzado desde la base Vandenberg de la Fuerza Aérea no fue alcanzado por el cohete interceptor lanzado en el atolón de Kwajelien, a 7200 kilómetros de distancia. Este nuevo fracaso en los intentos por construir el gran escudo antimisilístico, versión resucitada de la Guerra de las Galaxias de Ronald Reagan, fortaleció la posición de los enemigos del programa, que lo ven como una innecesaria escalada de las capacidades nucleares promovida con razones espurias por el complejo militar industrial. También se insinuó que el presidente Bill Clinton está lejos de mostrar insatisfacción por un resultado que deja lugar para que retire o retacee su apoyo a un sistema de defensa por el cual él mostró siempre un apoyo sólo tibio. Ya fue difícil para él decidirse a aprobar el test que falló, desafiando la oposición rusa que lo acusaba de violar el tratado de 1972 Antimisiles Balísticos (ABM). Como siempre, visto de cerca, el complejo militarindustrial es menos monolítico. En el Pentágono muchos generales se oponen al gasto gigantesco de la Guerra de las Galaxias II, que implicaría necesariamente desviar fondos de otros fines que ellos ven como más inmediatos. El presidente Clinton tiene delante de sí una opción delicada. Los resultados del test parecen favorecer su propia inclinación, que es la de salirse de la huella de Reagan. E incluso los abogados más fanatizados del escudo antimisiles saben que Estados Unidos deberá depender (sólo) de la disuasión estratégica al menos hasta el 2005. Este, sin embargo, es un año electoral en Estados Unidos. Si Clinton delega la política misilística a la próxima administración, significaría convertir a la cuestión en uno de los ejes de las campañas para las presidenciales del 7 de noviembre. La tentación es grande. A pesar de las caídas y agachadas del Nasdaq, el boom económico sigue pareciendo, de momento, un hecho incontrovertible. El candidato republicano George W. Bush es un partidario declarado del “hijo de la Guerra de las Galaxias”. Su adversario Al Gore sabe que no puede quedarse atrás, que no debe dar muestras de que “descuida” la seguridad de los norteamericanos. ¿Y si los norcoreanos se apuran, y lanzan un misil en seis meses? Hay que admitir que los enemigos se redujeron en escala desde que Reagan era el dios bueno contra los malos del “Imperio del Mal”.

 

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