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GASALLA Y PERCIAVALLE ESTRENARON EN EL BROADWAY
Mejor juntos que mal peleados

En el regreso del dúo no hubo nostalgia. Sí, en cambio, contrapuntos ingeniosos, dardos contra políticos y figuras de la farándula, y el estilo corrosivo que es su marca de fábrica.

Por Hilda Cabrera
t.gif (862 bytes)  Los dos cómicos han regresado a “un mundo que más o menos es lo mismo”. Como en otra época, se consideran locos queriendo hacer reír en medio del quilombo. En su rentrée demuestran haber cuidado la figura: “No íbamos a volver como dos gordos de mierda”, explica Gasalla, el más incisivo de los dos en este retorno a la escena en el que exhiben un desparpajo ilimitado. Embutidos en llamativos trajes, uno celeste-turquesa y otro rosa-fucsia, apuntan a un show organizado a la manera del music-hall, alternando los textos con el baile, a cargo de una troupe de estilizados danzarines. En este estreno, ante el que se previenen advirtiendo que podría llegar a ser “una función de mierda”, ensayan una doble entrada, decididos a capturar a quienes no acostumbran a prodigarse de inmediato en aplausos. Este recurso les sirve para calibrar la disposición del público a disfrutar de los dardos y las pullas que los actores dirigen básicamente a los famosos de la televisión y la política. Gente de extracción diversa, como Susana Giménez y Mirta Legrand (“que estuvo tres años sin hablarnos, pero ahora nos perdonó”), el Presidente De la Rúa y Aldo Rico, “hijo de Pedrito Rico y Guillermo Rico”, según los cómicos, gozosos de hurgar en los prejuicios. Reeditando el humor disparatado e irreverente que el público masivo les conoce a través de la televisión, uno y otro buscan afanosamente sorprender con una frase extemporánea, a veces ingeniosa y otras procaz y desacralizadora. Es el caso de las referidas a alguna patética sexualidad. En la mezcolanza ensamblan gestos solidarios, chimentos bastante trajinados pero todavía reveladores de alguna podredumbre recubierta de hipocresía, y sesudas y osadas caracterizaciones, hoy probablemente menos conflictivas que en tiempos pasados.
Gastar chanzas sobre la farándula y los políticos no es sinónimo de rebeldía, pero sí lo es en cambio la inspirada intención de “sacudir el felpudo” apelando a un humor reflexivo, vital, en la relación de estos actores con un público que quiera ser algo más que gente socialmente integrada a la que en lugar del conocimiento le interesa la imagen. Quizá por eso, lo mejor de las dos horas de este show son los momentos en que caracterizan a personajes que revelan un doble siniestro. El ejemplo más acabado es la muñeca Josefa, compuesta por Gasalla.
Duchos en el arte del show, los dos actores imprimen a su trabajo un ritmo sostenido y brillante, mostrándose sensibles a la reacción del auditorio. Es así que cuando advierten que la devolución es débil prometen inmediatamente brindar “un número más redondo”. Dedican segmentos del espectáculo al rescate de opiniones y figuras, pidiendo aplausos para María Elena Walsh por la libertad con la que expresó su enojo ante “la tomadura de pelo” de la clase política y el gobierno, y homenajean al fallecido Rodrigo. Especialmente emotivo es el tributo a la actriz Tita Merello, ofrendado a través de un video con material fílmico de Clara Zappetini y fotográfico de Annemarie Heinrich. “No me olviden –decía Merello desde la pantalla–, que a los 95 años todavía tengo memoria paradecir gracias, muchas gracias.” No es éste el único collage fílmico que sacude a la platea: se proyecta otro sobre algunos importantes sucesos de las décadas del 60 y 70. Este es el prolegómeno para otro sketch, en el que los artistas memoran aquellos primeros años de labor conjunta.
En este cuadro, trajeados de manera estrambótica, le cantan a la amistad, cambiando en parte la letra original y recordando que entonces se dijo de ellos que eran desmitificadores, pero también “vomitadores”, y que todavía hoy algunos les ponen “cara de ojete”. No vacilan en agredirse amistosamente (“A veces la mierda se te va a la cabeza”) y en burlarse de los clisés. “Los turistas creen que la concha es el tango”, opinan, refiriéndose al tango bailado con revoleo de piernas: “Al final, la mujer queda cabeza abajo, con una pata para arriba y la concha en la cara del turista, que dice beautiful tangou.”
Como para dejar en claro que son egresados del Conservatorio Nacional de Arte Dramático, repasan en clave de humor fragmentos de El rosal de las ruinas, Romeo y Julieta y Bodas de sangre. Convertido en Carlos I, Perciavalle se suelta en una de sus especialidades, el diálogo telefónico, donde, entre otros asuntos, comenta con la Reina Elizabeth el desfile de caballos en el sepelio de Lady Di: “Ni un caballo cagó durante todo el desfile. Está bien, los adoctrinaron, pero vos no sabés como quedó acá la Avenida de Mayo, después del desfile del 25. Y eso que no pasaron caballos, la gente del Frepaso, nada más.” Las pullas sobre los políticos acaparan todas las risas. Está el que “cuando se brota le sale algo de loca”, el que parece “una estampita de comunión” y la que siendo en un comienzo “una tía buena de Villa Luro que hacía scones se convirtió en la madrastra de Cenicienta”. En la chanza caen también el Presidente y su familia. “Lo llamé, y se pegó un cagazo cuando dije que hablaba Carlos. Pero le aclaré que era otro, el rubio, alto de ojos claros, parecido a Arnaldo André”, cuenta entusiasmado Perciavalle. Las acotaciones de Gasalla son en este punto bastante más mordaces: “Si el Presidente no logra que los hijos se enganchen bien, el que se tendría que sacrificar es él. El Presidente tiene que resolver todos los problemas. Es como el capitán de un barco, que si se hunde se tiene que hundir él también”.
Metidos en una comicidad que se debilita cuando se centra en los defectos físicos o se regodea en los chismes, uno y otro saben cómo despegarse del propio pasado. Admiten que “la gente quiere saber”, pero no se internan mansamente en el túnel del tiempo. Prefieren decir que se pelearon antes que los hermanos Sofovich, que la Süller y Soldán, Susana Giménez y Roviralta. Y contentan a todos proclamando que un buen amigo “nos dice la gran verdad sin maldad”, que aquello que los ha reunido no es sino “una grandiosa humildad”, y que son, en definitiva, tal para cual.

 

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