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Por Julián Gorodischer ![]() Los dos programas se manejan por fuera de cualquier dimensión moral. Allí se revuelve todo: intentos de suicidios, enfermedades terminales, romances ocultos, vicios y manías. Ese dejar hablar a los testigos más cercanos .-que permite la técnica del documental habilita infidencias de alto calibre: la voz es de los otros, de los íntimos que se rebelan al silencio de años. Que ellos se hagan cargo de lo que dicen, es el argumento que E invoca cuando destruye el mito o cuando enchastra el mármol. Y nadie tiene incorporado el ser discreto. Esta es su hora para hablar y estar iluminados por los focos: una revancha para segundones. La construcción de la escena en Misterios y escándalos (lunes a viernes a las 24) es siempre la misma: hay un presentador trajeado como un detective privado y una casa en ruinas que sirve de escenario. Una música inquietante avisa que algo andará mal sobre el final del sueño americano de la diva o el galán de turno. Los éxitos de las estrellas son apenas excusas para contar la caída. A. J. Benza, el conductor, no ahorra las advertencias: Nos sorprenderemos con el revés que tomará esta trama, subraya ante el ascenso vertiginoso en la carrera de una diva como Ethel Merman. Ella es la mejor de Broadway y no hay papel musical que se le resista, pero eso vale en tanto veremos cómo su hija se suicida, también su segundo marido, y ella muere sola tras un cáncer fulminante. En el medio, aparece una camada casi inverosímil de viejitos y viejitas que reviven a la amiga, la compañera, la amante, la madre (según el vínculo con Merman). Son perturbadores: la mirada se les ilumina cuando la recuerdan borracha tras su primer divorcio, o reviven el llanto desgarrado después de la muerte de su hija. The E True Hollywood Story (lunes a viernes a las 23) es el pariente más cercano de Misterios y escándalos, aunque prefiera un tono más suave. Pierde la estética policial y la música dramática, y gana en recuerdos felices. Pero mantiene una premisa: lo que vale es contar todo tipo de excesos, ya sean de sexo, alcohol o drogas. Es el placer de ver al adorado convertido en un destroyed, y el público pagaría por ese privilegio. Nada más oportuno, en estos programas, que descubrir a la diva convertida en una adicta en proceso de recuperación, al galán maduro pagando taxi boys en los suburbios de Los Angeles... Cambian los nombres, pero la estructura persiste: Robert Downey Jr. lucha, en otro envío, contra el infierno del alcohol y las drogas. Lo curioso es que el formato no aburre: las imágenes robadas o cedidas por algún íntimo, la huida de la clínica, las peleas privadas con Sarah Jessica Parker renuevan siempre el interés por espiar esas historias. No son otras que la contracara del glamour y las marquesinas. Es la forma que E! encontró para darse cuenta de que hay vida debajo de la alfombra roja.
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