Los
extranjeros
Por Rodrigo
Fresán
Desde Barcelona
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UNO La cosa
es así: uno se despierta, uno se levanta, uno se pone al tanto
de la temperatura del día, el signo del zodíaco y el número
de personas que murieron ahogadas intentando cruzar desde Africa
hacia Europa el ancho estrecho que separa, piensan, la sombras del
continente oscuro de los brillos de las ciudades luz. Ahí están
sección casi fija de noticieros los hombres de la Guardia
Civil sacando los cadáveres negros de las aguas azules, los cuerpos
distorsionados por el frío y la muerte. Las morgues españolas
no dan abasto, no alcanza el presupuesto de las municipalidades del litoral
para enterrar a toda esa gente sin nombre. Salen de Africa, de donde dicen
los que saben salió el primer hombre hace miles de años.
Cruzan en embarcaciones primitivas conocidas como pateras.
Salen desde Sierra Leona o Nigeria y los que tienen suerte
desembarcan en las costas de Tarifa, Cádiz, Barbate, Nerja, donde
llegan y donde pueden, y ahí los esperan para devolverlos. Mujeres
embarazadas, niños, hombres. Los ahorros de una vida a cambio de
que alguna de las lanchas mafiosas los cruce y los salve. Cada vez son
más. Los que mueren por el camino, los que se hunden y los náufragos
que se dejan caer sobre la arena de una playa española para ver
qué pasa, para arriesgarse a que la suerte cambie de una buena
vez por todas. No escriben mensajes en botellas porque el mensaje son
ellos. El problema es que, claro, pocos quieren leerlo.
DOS El otro tema, ahora, es la Ley de Extranjería. En España,
meses atrás, antes de las elecciones,
se había aprobado una versión, dicen, comprensiva y piadosa.
Ahora, luego de la aplastante victoria del Partido Popular, se intenta
cambiarla, corregirla. La nueva ley el nuevo proyecto indispensable
e inaplazable para el Ministerio del Interior modifica el
80 por ciento de los artículos de la ley vigente, recorta drásticamente
los derechos de los inmigrantes y amplía el margen de discrecionalidad
a la hora de controlar el flujo de extranjeros. Los motivos para ello,
para la urgencia por el cambio son según el ministro Jaime
Mayor Oreja el hecho demostrable de que en los primeros seis meses
del 2000 se hayan interceptado 287 pateras con 1057 inmigrantes a bordo,
frente a las 106 embarcaciones y 809 ilegales de todo el año 1999.
Esto supone un incremento del ciento por ciento en las embarcaciones
y del 400 por ciento de las personas, sumó y calculó
el ministro. Los datos son claros y parece no importar el otro hecho atendible:
el que España se haya convertido en pocos años en el país
más viejo del mundo con la menor cantidad de nacimientos y mayor
población anciana. La ley y el orden de un país alguna vez
célebre por exportar personas y que ahora se resiste a recibirlas
como la revolución del genoma es, en realidad, nota
al pie y apunte menor dentro de este paisaje paradójicamente pre(post)histórico
donde, como entonces y como siempre, el hombre se mueve como acto y reflejo
en busca de un mundo mejor. El problema, claro, es que ya no quedan espacios
libres para tanta gente sin libertad.
TRES Exodos se llama el nuevo libro del fotógrafo Sebastiao
Salgado. El fruto de seis años de trabajo en cuarenta países
de frontera incierta. Más de cuatrocientas páginas como
catálogo pesado y denso de una granexposición nómada
que por estos días se mueve por Europa y que condena y cuenta la
historia de la humanidad en tránsito. En un prólogo
pocas palabras que por una vez dicen mucho menos que cientos de
imágenes, Salgado nos introduce a los paisajes de una
historia inquietante, porque muy poca gente abandona sus raíces
por gusto, y de un panorama comparable a la trascendencia de cambios
demográficos tan importantes como los que se produjeron al final
de la Edad Media. Así, fotos fijas de hombres en movimiento
perpetuo. Casi al principio entre las páginas 21 y 151 y
bajo el subtítulo Emigrados y refugiados: el instinto de
supervivencia aparecen esas fotos que, sin dejar de ser noticia,
se ven elevadas a la categoría de arte por la sola prepotencia
de una mirada entrenada en el arte de capturarlas a golpe de click! El
guardia civil vigilando la costa, la embarcación que no es más
que un punto en la noche del océano, lentes infrarrojas para descubrir
a los que juegan a las escondidas. Algunos llegan hasta los enclaves
españoles de Ceuta y Melilla, en el norte de Africa, y quedan atrapados
ahí. Otros muchos pagan por una plaza en una minúscula embarcación
que al amparo de la oscuridad nocturna cruza el Estrecho de Gibraltar,
un paso extremadamente peligroso, con corrientes traicioneras y tormentas
súbitas (...). Una noche, cuando iba a bordo de un helicóptero
de la patrulla española de fronteras, detuvieron una embarcación
repleta de emigrantes. El corazón me dio un vuelco. Intenté
imaginar las más de 40 historias que habían quedado atrás
antes de vivir ese momento compartido de angustia y desesperación.
Sin embargo, para España se trataba de otra barca, otra patera
llena de emigrantes que, al menos por esta vez, no lograrán entrar
en Europa, explica Salgado sin que haga ninguna falta. Alcanza con
las fotos. Más fotos. Fotos de gente para quienes el pronóstico
meteorológico o las variables de su destino son asuntos de vida
o muerte. Debe ser muy duro, debe ser todo un problema, claro, sentirse
extranjero en el planeta en que se nació.
REP
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