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Por Claudio Zlotnik Tengamos fe. Vamos para adelante. Saldremos con coraje y con fuerza de las dificultades. Fernando de la Rúa desparramó optimismo entre los operadores bursátiles que lo escuchaban en el viejo recinto de la Bolsa de Comercio. Ya tenemos datos positivos, esgrimió al hacer referencia al superávit de 726,6 millones de pesos en las cuentas públicas (ver página 3). Ante los financistas, el jefe de Estado mostró el cumplimiento fiscal como carta ganadora. El Poder Ejecutivo ha dado muestras incontrastables de su compromiso para eliminar cuanto antes el déficit, subrayó. Además, les dijo que pretende convertir a Buenos Aires en un centro financiero internacional. Pongamos manos a la obra, pidió De la Rúa, antes de escuchar el único aplauso que la platea brindó durante su discurso. El Presidente comenzó su discurso a las 20.15, con una hora y media de retraso. Antes, había mantenido una pequeña reunión con las autoridades de la Bolsa en el primer piso. Se conmemoraba el 146º aniversario de la institución bursátil. Abajo, las 300 personas presentes, entre operadores, banqueros y socios de la casa se estaban impacientando. Mataban el tiempo analizando el mal momento por el que atraviesa el mercado por la salida de cotización de grandes compañías y la coyuntura económica. Desde el estrado, De la Rúa endulzó los oídos de los financistas. A tal punto que algunos no pudieron ocultar su alegría cuando opinó que la Bolsa marcha; las cosas van bien. En otro tramo, el jefe de Estado hizo suya una añeja reivindicación de los operadores. Comparto sus puntos de vista. La colocación de acciones (de empresas privatizadas) en la década pasada debió hacerse aquí, y no en bolsas extranjeras. Así se hubiera evitado que la mayor parte de las inversiones fueran de capitales extranjeros en vez de capitales argentinos, afirmó. Por otra parte, adelantó que el Gobierno enviará al Congreso un proyecto de defensa de los ahorristas minoritarios. La iniciativa refiere al momento en que las grandes corporaciones extranjeras deciden sacar del mercado sus acciones perjudicando a los pequeños inversores. Tendrá definiciones precisas, como el precio de retiro (de esos papeles), señaló a Página/12 Daniel Marx, secretario de Finanzas. Al final de su exposición, De la Rúa explicó su objetivo de convertir a Buenos Aires en un centro financiero mundial y fue contundente al insistir que la solvencia fiscal es un imperativo en el que se ha basado la gestión del Gobierno. Se nota que la Bolsa está en crisis, arrancó un financista de unos 60 años de edad, mientras De la Rúa salía del recinto y los operadores ya degustaban sandwichitos. Vino mucha menos gente que otros años. Vamos quedando pocos en la city, se lamentó mientras acompañaba su bocado con una copa de vino tinto. Otro, un ex funcionario de Economía en la primera parte del gobierno menemista, agregaba. Nada que ver con otros actos gloriosos. Antes los agentes del microcentro éramos sinónimo de poder. Menem anunció acá, en la Bolsa, sus primeros pasos de gobierno. Otro financista, que tiene su agencia sobre la calle San Martín, se sumó: Nadie puede negar que ha habido un cambio cultural en la Argentina de la última década. ¿Alguien se imaginaba a la UCR y al Frepaso hablar de solvencia fiscal y de buscar el equilibrio fiscal?. El operador no sabía, pero a sus espaldas, a escasos cinco metros estaba Graciela Fernández Meijide. Cerca de la puerta, la ministro dialogaba con un par de operadores. ¿Cuántas veces había visitado la Bolsa? le preguntó Página/12. Esta es la tercera. En las otras dos, era candidata y me habían invitado a almorzar. Los dos financistas interrumpieron el diálogo. Necesitamos que ustedes sean más optimistas, le reclamaron. A mí no me pidan que sea más optimista de lo que soy. Ya vamos a salir adelante contestó Fernández Meijide, antes de retirarse. El gobierno había pasado por el tradicional recinto bursátil sin cambiar lo que ha sido su tónica en público de las últimas semanas: la prioridad es transmitir buenas ondas.
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