Por Julián Gorodischer
Por fin, Cecilia (Soledad Villamil) lo puso en palabras durante la sesión de terapia: �Jimena es idiota�, dijo, y el silencio de los otros funcionó como coincidencia. Fue la primera vez en la historia del programa psi que se admitió la condición de excluida del personaje que compone Inés Estévez. La aniñada paciente fue definida durante el programa del martes como una �marginada del sistema�, y eso no es poco. El episodio pareció subrayar el poder revulsivo que suma �Vulnerables� en cada capítulo: esa idiota no es una pincelada de color, sino la figura central del programa. El asunto llevó a un primer plano el asunto del sexo torturado, que ha funcionado como una suerte de tabú histórico de la televisión argentina.
En su segunda temporada, aclamado por los premios Martín Fierro y levantado como bandera de que no todo está perdido, ni debe ser chato o telenovela en el campo de la ficción televisiva, �Vulnerables� aprovecha ese piso de legitimación para llegar cada vez más lejos. Jimena es el testimonio evidente de la superación: el año pasado estaba ajena a cualquier práctica sexual. Su marca de diferencia aparecía al hacerse pis o someterse a María Elena, su madre (Leonor Manso). El conflicto, esta temporada, se ha vuelto más interno y �escandalizador�. Jimena siente deseos compulsivos de masturbarse. Pide a Dominici (su marido) que le haga �pianito�. Lo practica ella misma, llorando y encerrada en el baño, cuando intuye (erradamente esa vez) un vínculo sexual entre su esposo y su madre. Conjuga hondura y perversión: mamá practica sexo oral con su marido; ella se excita ante esa imagen; placer y horror se unen en la masturbación y el llanto. El vuelo es alto: no hay reduccionismo, la trama se complejiza y la TV abierta dice, de la mano del �programa premiado�, lo que antes silenciaba.
Lo inquietante en Jimena Soria es verla como niña. Balbucea y llora fácilmente. Juega a maquillarse y vestirse con ropas exóticas. Es pudorosa y rechaza las malas palabras. Su cuarto está lleno de florcitas y muñecos de peluche. El martes, asustada ante una infidelidad de Dominici, resignó la virginidad (a los 33 años) y se dejó hacer. En primer plano se mostró su expresión ausente, de mártir violada sólo para complacer a su madre (que quiso evitar el divorcio, la pérdida del techo). De fondo, hubo un retrato de un bebé. Por alguna razón alguien instaló allí esa foto, tal vez la propia Jimena, y la escena se tornó casi intolerable. Madre y yerno, aliados, prostituyeron a la niña. �Tenés que coger�, la obligó María Elena, interesada en mantener contento al �proveedor�. Durante el acto, Jimena fue más infantil que nunca: se abstrajo, casi en posición fetal, mirando fuera de campo. Apenas susurró un pedido de socorro.
Entre Jimena y Dominici casi no quedan cosas que �no deberían ser dichas�. Ella lo llama a él: �Mamita�. La mamita real, a su vez, es clandestina cuando practica sexo oral con su yerno. �A veces tengo que reemplazarte�, avisa a su hija, como si el goce se completara sólo dejando entrever la infidelidad. El martes se sumó la ex esposa del farmacéutico, que -.abandonada y con dos hijos� igualmente siente deseos de relaciones. Todos ellos (Dominici, su ex esposa, María Elena, Jimena) son feos. En �Vulnerables� el sexo no está ligado a la belleza. Puede ser la experiencia del horror: �Yo te di mi elefantito�, persuade Dominici a Jimena para que acepte ser penetrada. �No quiero, mamita�, contesta ella. �Gracias mi amor�, dice a Jimena no a su marido, sino su madre, una vez que consumó el acto sexual.
Si no hay escándalo es porque, en �Vulnerables�, hay una terapia detrás y una realización artíistica ejemplar. La puesta en palabras, la revisión de los hechos, quita espanto a cualquier práctica. Aquí no sólo se hace lo que no se debería sino que también se habla de eso. Saben los personajes, pero también los espectadores, que siempre estará Guillermo Segura (el psicoanalista) para cuestionarlo o tranquilizarlo todo.
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