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Para despedir al siglo, un saludo a toda orquesta

Un concierto de la Filarmónica de Buenos Aires, parte del ciclo de homenaje al siglo XX que el CETC realiza en la sala  principal del Colón, recorrió diversas tendencias estéticas.

Gerardo Gandini es el director musical de la Filarmónica.
Condujo con precisión a la orquesta en el concierto del lunes.


Por Diego Fischerman

t.gif (862 bytes) La idea de una despedida lleva a pensar en alguna bienvenida anterior. En algo que llegó, se quedó un tiempo y, más tarde, se fue. Es difícil saber si fue el siglo XX el que se fue o fueron las cosas que en él transcurrieron las que abandonaron definitivamente el mundo. Pero lo que resulta indiscutible es que en materia musical aquello que se despide nunca llegó del todo. Gerardo Gandini, director musical de la Filarmónica de Buenos Aires además de fundador y creador del Centro Experimental del Colón e inventor del ciclo Despedida del Siglo XX suele decir, en un tono engañosamente humorístico, que �el siglo XX fue el primero que no escuchó su música�. 
Si en la época de Mozart se oía a Mozart, en la de Bach a Bach y en la de Wagner a Wagner, lo cierto es que en la época de Ligeti, Nono, Paz, Stockhausen y Kagel se escuchaba, por lo menos en Buenos Aires, a Mozart, a Bach y a Wagner. Y que el público que disfrutaba cine y literatura artísticos y del siglo XX, teatro de Kantor y pinturas de Jackson Pollock, nunca pudo enterarse del todo cómo sonaban Schönberg, Ives, Lutoslawski o, incluso, Ginastera. Este ciclo, comenzado hace un año en la sala del CETC y desarrollado actualmente en la sala principal y con entrada libre, viene precisamente a tapar ese agujero. En ese caso es el teatro de la ciudad el que se hace cargo de hablarle a un público distinto del habitual. El Colón, al encarar este proyecto, asume dos cuestiones vitales. En primer lugar que su función, al depender de fondos estatales, no puede ceñirse a una sola clase de público. Que convertido en cenáculo de fiestas privadas para operómanos de gusto conservador y en centro de relaciones públicas de una clase social en vías de extinción resulta excesivamente oneroso para el resto de la población. En segundo lugar, que parte de sus deberes tiene que ver con difundir toda clase de estéticas, más allá de razones de mercado o de supuesta rentabilidad (que en cualquier caso jamás cubre sus gastos). 
El concierto del lunes pasado, el primero con el que la Filarmónica de Buenos Aires se incluyó en esta Despedida al Siglo XX, cumplió con creces ambos objetivos. El Colón estaba lleno y quienes lo llenaban eran en su gran mayoría jóvenes. Y el programa resultó una buena muestra de tendencias, empezando por una obra excepcionalmente sutil de Antonio Tauriello en que su título, Transparencias, delata gran parte de sus presupuestos. En particular, el hecho de que su sistema narrativo obedece mucho más a la conformación de densidades que a la causalidad. En este caso no se trata de que una nota conduzca a otra, o de establecer un sistema de dilaciones entre las tensiones y las distensiones sino, simplemente, de esculpir, de construir objetos con sonidos. Tal vez la obra que mejor haya explicitado estas nuevas maneras de pensar el discurso musical haya sido Lontano, escrita en 1967 por György Ligeti. Esta obra, fenomenal en su diseño de paisajes sonoros, es, además, una clara consecuencia de la clase de pensamiento introducida por la electrónica. El intrincado Concierto de Cámara para piano, violín y 13 instrumentos de viento de Alban Berg, donde se lucieron Fernando Hasaj y Luis Alberto Latorre como solistas, y la Suite de Danzas de Béla Bartók, completaron esta despedida ejemplar. 


El próximo

Este domingo a las 11 de la mañana continuará el ciclo Despedida del Siglo XX con un concierto a cargo de los pianistas Silvia Dabul y Manuel Massone, junto a los percusionistas Angel Frette y Arturo Vergara. Las obras serán Diálogos Op. 26 de Roberto Caamaño y la Sonata para dos pianos y percusión de Béla Bartók. El viernes 21, por otra parte, el CETC estrenará El Ultimo Requiem para el Chino, de Luis Naón, basado en un film de John Cassavettes. 

 

 

UNA OPERA DESCONOCIDA DE BRITTEN
Para escuchar el diluvio

El título original, Noye�s Fludde, habla, en inglés antiguo, de �la inundación de Noé�. En la traducción local se optó por la fórmula más conocida: El Arca de Noé. Y de lo que se trata es de una de las óperas más atípicas (y desconocidas) de Benjamin Britten, que subirá a escena mañana en la Sala Astor Piazzolla del Teatro Argentino de La Plata. Con nuevas funciones el sábado y domingo, y viernes, sábado y domingo de la semana próxima, esta ópera de cámara estrenada por el propio Britten en 1958 tiene varias particularidades. El texto proviene de las representaciones medievales de escenas bíblicas y la orquesta requerida se divide en profesional e infantil o amateur, incluyendo flautas dulces e instrumentos de percusión caseros como tazas golpeadas con cucharas de madera para representar las gotas de lluvia. Las voces de Dios y Noé están escritas para adultos, mientras que, para las de los animales, se piden niños y jóvenes de entre siete y dieciocho años. Con dirección musical de Andrés Juncos y puesta de María Crovetto (responsable además de la adaptación del texto), la producción general corresponde al grupo Espacio XXI, un emprendimiento destinado a hacer conocer obras líricas y de ballet poco frecuentadas. En esta originalísima ópera de Britten, tan lejana a las vanguardias musicales como a cualquier cosa anterior, aparece un uso novedoso y personal de las convenciones de la tradición romántica.

 

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